El avance tecnológico y la globalización de la economía
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2001 )
Los nuevos conocimientos generados en las últimas décadas y sus aplicaciones tecnológicas están permitiendo que el hombre hoy viva más y mejor. Pero ello es un promedio, ya que desgraciadamente hay que reconocer que los beneficios generados por el conocimiento, no han favorecido a todos por igual. Los países que han sido capaces de generar el conocimiento y aplicarlo eficientemente, cada día viven mejor, mientras que los que no lo han logrado permanecen en condiciones de vida muy primitivas. Resulta obvio que los nuevos conocimientos generados durante los últimos tiempos han contribuido poderosamente a incrementar las diferencias ya existentes entre el desarrollo y el subdesarrollo. Basta señalar como ejemplo, que hoy día, el 25% de la población mundial carece de electricidad en sus casas. Ahora la globalización de la economía mundial se está convirtiendo en otro factor que contribuye a incrementar las diferencias.
Difícilmente el mundo pobre puede participar en el mercado internacional en igualdad de condiciones. Sólo puede ofrecer materias primas, o productos muy poco elaborados. En cambio el mundo rico, le ofrece productos con gran valor agregado, cuyo beneficio queda en el país de origen. A ello se agrega que los precios de las materias primas son los más fluctuantes y su comercio fácilmente es discriminado. Así por ejemplo, por cada dólar que Estados Unidos regala a Bangladesh, le confisca 7 dólares por prácticas restrictivas del comercio (New Scientis, Julio 14, 2001, pág. 3). Ejemplos como éste son muy frecuentes. Un informe de Naciones Unidas, publicado recientemente, así lo señala.
Las enormes limitaciones económicas y estructurales del sub-desarrollo, hacen difícil que esos países encuentren solución a sus problemas mediante su propia investigación. Por otra parte, los países ricos sólo investigan para ellos. Esto es muy evidente en el campo de la industria farmacéutica. Entre los años 1975 y 1996, la investigación científica ha generado 1223 nuevas drogas. De ellas, sólo 13 han sido el producto de investigaciones destinadas a solucionar problemas de salud propios del sub-desarrollo. No hay interés por parte de las corporaciones para investigar sobre nuevos productos que beneficien a quienes no tienen dinero para pagarlos. Casi no se investiga para lograr una vacuna contra la malaria, o para encontrar nuevas drogas efectivas frente al rebrote de la tuberculosis. Nuevas drogas contra el SIDA, protegidas por patentes, elevan sus precios dejándolas inaccesibles para el mundo pobre.
La esperanza de la bioingeniería para la producción de alimentos, que teóricamente sería la solución para el hambre en el mundo, ha corrido igual suerte. Hasta ahora, la investigación realizada ha estado orientada al beneficio de los grandes productores, y cuando podría beneficiar a los países pobres (como en el caso del arroz transgénico), la protección de la propiedad intelectual limita su acceso.
Recientemente una organización privada sin fines de lucro, ha anunciado que iniciará el estudio del genoma del plátano, una fruta importante para la nutrición y la economía del subdesarrollo. Ha comunicado que el resultado de ello será de libre disposición para quien desee utilizarlo. Otro ejemplo positivo ha sido la reciente decisión de proporcionar drogas para el SIDA a menor precio para países de Africa. Ejemplo como estos debieran multiplicarse.
Para países como el nuestro, que pudiéramos considerarlo como de desarrollo intermedio por su nivel de educación e infraestructura, podría haber esperanzas. Hemos visto como países que fueron pobres hace algunas décadas, han podido progresar en los últimos años. Pero ello no llegó gratis, pues fue el resultado de un esfuerzo programado y mantenido a largo plazo. Eso es lo que nos corresponde hacer a nosotros si pretendemos seguir teniendo esperanzas en el futuro.