Las sanguijuelas predicen mejor el tiempo
( Publicado en Revista Creces, Julio 2002 )

Para la navegación de los frágiles barcos del pasado, el predecir una tormenta era de gran importancia. Según ello emprendían o no un viaje. Para ello un medico llego a fabricar un curioso barómetro, aprovechando el instinto de las sanguijuelas.

George Merryweather era un médico inglés que atendía sus enfermos en las costas de North Yorkshire. Como todos los médicos de la época, frecuentemente prescribía la aplicación de sanguijuelas, que adheridas a la piel, chupaban sangre. Era éste un tratamiento utilizado en aquella época para los más variados cuadros clínicos. Merryweather era una persona educada y observadora, con gran espíritu de servicio. Había notado como las sanguijuelas se intranquilizaban cada vez que se aproximaba una tormenta eléctrica.

Como era una persona práctica, decidió sacarle provecho a esta especial circunstancia. Decidió construir un telégrafo atmosférico electromagnético, basado en este instinto de las sanguijuelas. Su instrumento se llamó "Pronosticador de Tempestades", y lo presentó en el año 1851 a la Sociedad Filosófica de Whitby.

Medía un metro de alto y estaba básicamente constituido por una docena de botellas distribuidas en círculo, cada una contenía una sanguijuela y un poco de agua de lluvia. Esta distribución permitía que las sanguijuelas pudieran verse unas a otras. "Así no se angustiaban por su solitario confinamiento", señalaba el inventor.

Cuando el aire se cargaba eléctricamente, las sanguijuelas se agitaban e invariablemente comenzaban a trepar por las paredes de la botella, hasta llegar al tope, introduciéndose en un estrecho tubo de latón. En la medida que cada sanguijuela hacía esto, desplazaba un pequeño martillo hecho de huesos de ballena, el que a su vez estaba conectado a una cadena que se unía a una campana central. Con el golpe de la campana, se anunciaba la cercanía de una tormenta.

Durante mucho tiempo, cada vez que la campana sonaba, Merryweather enviaba una nota al Presidente de la Sociedad Filosófica, para anunciarle que venía una tormenta. Parece que los pronósticos fueron acertados, ya que logró que la Sociedad lo patrocinara para exhibir el Pronosticador en la Gran Exhibición de Londres.

En aquella ocasión, El Weekly Dispach publicaba la noticia, anunciando que el aparato "era capaz de anunciar lo que sucedía en las altas regiones de la atmósfera, pronosticando de este modo la proximidad de cualquier tormenta que pudiera ocurrir dentro de un área de cientos de millas". Señalaba también que el Lloyd de Londres, dispuso ensayar el Pronosticador, confirmando la validez del instrumento para pronosticar tormentas.

Merryweather tenía una gran confianza en su maquinita y realizó las gestiones necesarias para persuadir al gobierno inglés que la instalara a lo largo de toda la costa de Inglaterra, para así ayudar a la navegación de los barcos. Pero en esos tiempos ya se había descubierto el barómetro de mercurio, con lo que se desplazó su invento.

Ha pasado el tiempo y del pronosticador de Merryweather no queda nada. Sin embargo, un siglo después se construyó una réplica que se encuentra en el museo Whitby. Recientemente el historiador meteorológico Phillip Collins, del Barometer Museum en Okehampton, ha construido una nueva réplica con sanguijuelas, que está funcionando. Ha puesto varias sanguijuelas en cada botella, pero ha observado que sólo una, en cada botella, trepa al tubo de latón. "Tal vez ésa haya sido la razón por qué Merryweather colocaba sólo una sanguijuela en cada botella", señala Collins.



Historia basada en una publicación de Fred Pearce.
New Scientist, Abril 2002, pág. 46.


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