Las consecuencias del maltrato infantil
( Publicado en Revista Creces, Octubre 2002 )

El maltrato infantil no es un problema nuevo, pero solo en las últimas décadas ha habido un real interés por cuantificarlo y evaluar su impacto. Su frecuencia es elevada y afecta el desarrollo cerebral del niño, dejando secuelas que no se borran.

El maltrato del niño es algo que se conoce desde siempre, y la mayor parte de las veces ocurre en el seno de la misma familia. Sin embargo sólo recientemente y con motivo de la Declaración de los Derechos del Niño, se ha comenzado a descorrer el velo y evaluar su frecuencia y sus consecuencias a lo largo de la vida. De los primeros análisis se puede deducir que ella es mucho mayor de lo que se podía suponer. Sólo en Estados Unidos, las diferentes agencias que se preocupan del bienestar del niño, dicen estar recibiendo anualmente más de tres millones de denuncias de abusos y abandono de niños. La frecuencia de maltrato infantil es también alta en Chile. Según UNICEF, sólo en la ciudad de Santiago se producen anualmente más de 1.000 casos de maltrato infantil. La Sociedad del Niño Agredido estima que en Chile hay más de 50.000 niños que son constantemente maltratados (Maltrato infantil).

Por el hecho que estos abusos ocurren durante los primeros años de vida, la época en que el cerebro se va estructurando y modelando de acuerdo a las experiencias ambientales vividas cada día, es explicable que la violencia deje en él huellas estructurales permanentes (Medio ambiente y desarrollo cerebral). Más tarde ellas se exteriorizan en diversos cuadros psicopatológicos, incluyendo desadaptaciones sociales y trastornos de la personalidad.

El abuso que los niños han sufrido durante su infancia se manifiesta a cualquier edad, con una gran variedad de síntomas psíquicos, como depresiones, ansiedades, pensamientos suicidas o angustias. Se afecta en ellos el desarrollo de la personalidad, siendo frecuentes las conductas agresivas, la hiperactividad, la delincuencia y el abuso de drogas. Una de las manifestaciones psiquiátricas más frecuente es el desorden conocido como "personalidad limítrofe" (borderline). Ella se caracteriza por ver a los otros en "blanco y negro". A una misma persona relacionada, que primero la han puesto en un pedestal, luego la insultan y la acusan de traición. Tiene grandes estallidos de rabia y episodios de paranoia y psicosis. Son características sus relaciones inestables, con inseguridad en sí mismo, lo que los lleva frecuentemente al uso de drogas y experiencias autodestructivas, con impulsos suicidas.


El desarrollo del sistema límbico

Martín Teicher y sus colaboradores del McLean Hospital, relacionan esta variada sintomatología con alteraciones estructurales y bioquímicas que se producirían en el sistema límbico del cerebro (Scientific American, Marzo 2002, Pág. 54). Este está constituido por núcleos cerebrales interconectados, que juegan un rol fundamental en la regulación de las emociones y en la memoria. Dos regiones límbicas son especialmente importantes: el hipocampo y la amígdala, que se ubican debajo de la corteza del lóbulo temporal (ver figura). Se piensa que el hipocampo es importante en la formación y recuperación de la memoria verbal y emocional, mientras que la amígdala está relacionada con el contenido emocional de la memoria, como por ejemplo las relaciones con el miedo y las respuestas agresivas.

En 1994, investigadores del mismo McLean Hospital, describieron en pacientes psiquiátricos con una nutrida historia de traumas en edades tempranas, alteraciones electroencefalográficas que por sus características las atribuían a una irritabilidad producida en la región límbica. Otros investigadores (Douglas Bremner y sus colaboradores de la Universidad de Yale), utilizando las imágenes logradas por la técnica de resonancia nuclear magnética, pudieron observar que en pacientes adultos que habían sufrido maltrato en la infancia, presentaba una reducción del tamaño del hipocampo y la amígdala.

En 1997, Murray Stein de la Universidad de California en San Diego, encontró en 21 mujeres que habían sufrido abusos sexuales, que el volumen del hipocampo izquierdo estaba reducido en su tamaño, y que existía una correlación significativa entre la intensidad de sus síntomas psíquicos (depresión e irritabilidad) y la reducción del tamaño del hipocampo. En el año 2001, Martín Driessen del Gilead Hospital en Biefeld, Alemania, confirma las reducciones del tamaño del hipocampo y de la amígdala en mujeres adultas que sufrían de personalidad limítrofe y una historia de maltrato infantil.

Estos hallazgos han sido confirmados experimentalmente por Bruce McEwen de la Universidad Rockefeller y Robert Sapolsky de la Universidad de Stanford. Ellos, trabajando con monos jóvenes, demostraron una gran vulnerabilidad del hipocampo cuando eran sometidos a situaciones de stress.


Los problemas del lado izquierdo

Teicher no sólo ha estudiado el sistema límbico de niños maltratados, sino también ha estudiado el efecto del maltrato infantil en el desarrollo del hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho del cerebro. En individuos normales, la corteza cerebral izquierda se encuentra más desarrollada que la derecha, cosa que se conoce anatómicamente como el "hemisferio dominante" y se interpreta como debido a que la mayor parte de los seres humanos son diestros (usan la mano derecha). En cambio en los adultos que habían sufrido maltrato en su infancia, tenían más desarrollada la corteza derecha, a pesar que todos eran diestros. Es decir, que las personas que habían sufrido maltratos infantiles, tenían un hemisferio derecho igualmente desarrollado que el izquierdo. Es otra anomalía difícil de interpretar, pero que debe analizarse con el hecho conocido de que el hemisferio izquierdo se especializa en percibir y expresar el lenguaje, mientras que el derecho en procesar la información espacial y en expresar las emociones, y especialmente las emociones negativas.

Por esta dis-relación entre el hemisferio izquierdo y el derecho, Teicher y sus colaboradores, decidieron estudiar si existían alteraciones en la vía de conexión entre ambos hemisferios, específicamente en lo que se llama "el cuerpo calloso". Encontraron que en niños maltratados, la parte media del cuerpo calloso era significativamente menor, en relación al grupo control de individuos normales. Estos mismos resultados han sido confirmados por posteriores investigaciones de Michael De Bellis y sus colaboradores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg. Más aún, Mara Sánchez de Emory, confirma el mismo daño estructural en estudios experimentales realizados en monos.

Teicher afirma que estas alteraciones pueden explicar la personalidad limítrofe que desarrollan las personas que han sido sometidas a maltrato infantil. La disminución del cuerpo calloso explica la interrelación anormal que debe existir entre el hemisferio derecho y el izquierdo. Ello los predispone a cambios abruptos de su personalidad, por la súbita predominancia del hemisferio derecho o el izquierdo, y el consecutivo cambio de las percepciones emocionales y memorias. La polarización de la dominancia del hemisferio, puede ser la causa de que en un determinado estado, la persona pueda ver a sus amigos, familiares o compañeros de trabajo, en forma muy positiva, y luego pasar a una visión muy negativa en la siguiente etapa. Si a ello se suma la irritabilidad límbica, se explican también los síntomas de agresión, exasperación y ansiedad.

Todos estos hallazgos confirman la enorme importancia de los impactos medio ambientales sobre el desarrollo cerebral temprano. Es que el cerebro es muy plástico y se va estructurando por las experiencias positivas o negativas que se van acumulando durante los primeros periodos de la vida. Esa es la etapa que permite o no la total expresión de las potencialidades genéticas. Si el medio ambiente es armonioso y estimulante y ofrece la seguridad de afecto y estímulo, se dan las mejores posibilidades de un crecimiento armónico y el posterior normal desarrollo de la personalidad. Por el contrario, las experiencias traumáticas tempranas inducen anomalías estructurales del cerebro, que más tarde se van a expresar en trastornos psíquicos y aberraciones antisociales.

En este sentido se puede afirmar que la sociedad cosecha lo que siembra. Si siembra violencia, cosecha violencia, traspasando ésta de una generación a otra, como también de una sociedad a otra. En alguna medida, nuestros hijos serán lo que nosotros hemos sido con ellos.



Para saber más

(1) Tiecher M.; The Neurobiology of Child Abuse. "Scientific American", Marzo 2002, Pág. 54.

(2) De Bellis D., Keshavan M., Clark B., Casey J., Boring M. Krustaci K. Y Rygan N.; Developmental Traumatology, Parte 2: Brain Development. "Biological Psychiatry", Vol. 45, N° 10, Pág. 1271, Mayo 1999.

(3) Mönckeberg F.: Un periodo Crítico para el Aprendizaje.


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