Bien sabemos que el mundo desarrollado hace buen uso de los aranceles diversificados para protegerse de la importación de productos elaborados. Aparecen generosos al aceptar el 0% de arancel para productos básicos, pero este lo incrementan progresivamente si se trata de productos manufacturados o elaborados con mayor valor agregado (hasta 30%). Es aquí donde aparece nuestra oportunidad, al haber logrado una seguridad jurídica de libre acceso comercial, independiente del grado de elaboración de los productos, y garantizado por tratados entre estados soberanos.

Ello es de fundamental importancia dado que lo logrado sobre la base de los recursos naturales parece ya haber topado techo. Perderemos la oportunidad si sólo estamos pensando en incrementos de lo que actualmente exportamos. Los expertos predicen que por esa vía podríamos aspirar a agregar un 1% anual, adicional a nuestro crecimiento económico, lo que obviamente no es suficiente para alcanzar el desarrollo. Con ello no lograremos nunca la meta de colocar en el mercado externo el 70% de nuestro producto interno bruto, como lo han hecho los países pequeños que han tenido éxito.

Reconociendo que estamos muy atrasados, se hace indispensable iniciar una segunda etapa de desarrollo, más allá de los recursos naturales. Es cierto que necesitamos modernizar la educación y montar una real política científico-tecnológica "para competir". Pero en el mejor de los casos ello nos llevará varios años y la oportunidad es "ahora". Es necesario buscar un "bypass" que nos permita prescindir por ahora de estos escollos.

Los tiempos actuales se han caracterizado por el desarrollo de altas tecnologías, que por su elevado costo de investigación e implementación, sólo lo logran las grandes corporaciones. Dado esta realidad, la única solución posible de incrementar rápida y substantivamente nuestras exportaciones es atraer empresas de altas tecnologías para que se instalen en Chile. Ello significa que necesitamos desarrollar una estrategia para atraerlas ofreciendo los incentivos necesarios para ello. Debemos reconocer que su aporte en innovación tecnológica deberíamos valorarlo tanto o más que su aporte de capital. Es así como lo han hecho otros países que han tenido éxito, como es el caso de Corea, Taiwan, Irlanda, Singapur, Australia y ahora comienza Costa Rica con la empresa INTEL.

Es aquí, donde además de otros incentivos, podemos ahora ofrecer una importante ventaja adicional, cual es el acceso asegurado, libre de aranceles, a más del 80% de los mercados del mundo desarrollado. Sólo así podremos pensar en un crecimiento que nos permita en pocos años alcanzar el desarrollo. Si ello sucede, ya tendremos el tiempo y los recursos necesarios para modernizar la educación e implementar una política científico-tecnológica de real apoyo a nuestras pequeñas y medianas empresas, bases de nuestra economía.

Los tiempos exigen audacias y nuevas alternativas, para lo cual hay que deshacernos de prejuicios y reacondicionar nuestra mentalidad. Aunque la responsabilidad es de todos, la iniciativa corresponde necesariamente al Estado.



Fernando Mönckeberg B.