La maldición del SIDA
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2004 )

En el año 1981, en la ciudad de Los Angeles, se describió un grupo de enfermos que siendo homosexuales, presentaban una neumonía muy atípica. Eran los primeros enfermos de SIDA. Luego se describieron nuevos casos, que se estudiaron con más profundidad, encontrando que en ellos había además una carencia significativa de inmunidad, con disminución de los linfocitos en la sangre, por lo que la enfermedad pasó a llamarse con el nombre genérico de "Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida" (SIDA). Dos años más tarde, Luc Montagnier comunicó que había aislado virus de la sangre de pacientes con SIDA, y fue en 1984, cuando Roberto Gallo, anunció en una conferencia de prensa que había encontrado el virus causante. Estábamos en los comienzos de una larga y triste historia.

Ya han transcurrido 20 años del día en que se encontró al culpable, y pareció que era un desafío fácil para la ciencia el encontrar una vacuna adecuada que permitiera prevenir esa nueva enfermedad. Ya eran varios los éxitos que la medicina había logrado en la búsqueda de vacunas para prevenir diferentes enfermedades virales. También se pensaba que se podría encontrar drogas con las cuales se podría destruir al virus. Nadie se imaginó que estabamos enfrentando un virus hipócrita y artero, capaz de desarrollar mil eficaces trucos que le permitiría indefectiblemente llevar a sus víctimas a la muerte, y que el hombre con toda su sabiduría, sería incapaz de combatirlo.

Es tan artero en sus métodos, que nadie se atreve a fabricar una vacuna con el virus vivo, por muy atenuado o inmovilizado que esté: "el riesgo es demasiado alto y el diablo puede despertarse". Tampoco sirven sus proteínas para usarlas como antígenos, ya que se da maña para mutar y cambiarlas muy rápidamente, y la estructura que presenta hoy, es diferente a la de mañana, de modo que la vacuna ya no sirve. Miles de millones de dólares se han gastado en investigaciones destinadas a encontrar una vacuna, y hoy podemos afirmar que estamos como cuando comenzamos.

Mientras tanto, la enfermedad se ha extendido por todo el mundo y se han contagiado más de 50 millones de personas. Las víctimas fatales superan los 24 millones. Como ellas son jóvenes, en edad reproductiva, sus secuelas han sido más de 14 millones de huérfanos, especialmente en el tercer mundo. En el continente africano el impacto ha sido catastrófico, tanto para la salud de las personas, como para la economía de esos países. Todo parece indicar que igual camino están siguiendo los países más poblados, como China e India, donde en conjunto vive más de un tercio de la población del mundo. A ello hay que agregar el incremento en América. De continuar la tendencia, para el 2020, ya la crisis económica afectará al mundo entero, y se estima que para esa fecha la economía mundial se resentirá entre un 30 a un 40%. ¿Y después qué?

Si la enfermedad no se ha podido prevenir, tal vez la medicina encuentre como tratar y derrotar al virus. Hasta ahora no ha sido posible. Se han logrado varias nuevas drogas que han permitido transformar una verdadera sentencia de muerte en una enfermedad crónica, pero siempre con la amenaza de rebrotar y terminar con el enfermo. Se cuenta con drogas costosas que sólo están al alcance de unos pocos, y que en cierta forma han conseguido disminuir el impacto en el mundo desarrollado (www.creces.cl: "Veinte Años de Historia del SIDA"), pero no han conseguido curar la enfermedad.

El virus sabe cómo atacar, destruyendo las células que teóricamente debieran destruirlo. Ha aprendido a defenderse de las drogas, escondiéndose en los más apartados rincones del organismo, donde ellas no llegan. Incluso se ha introducido en nuestro genoma y no hay como sacarlo de allí. A esta altura cunde el desanimo entre los investigadores, y el mismo Roberto Gallo, descubridor del virus causante, hoy piensa que ya no hay posibilidades de lograr una cura, y que si más adelante ésta aparece, él no va a estar vivo para verla.

Con los enormes progresos de la biología, la genética y la biomedicina, fueron varios los que pronosticaron que en los próximos años el hombre sería capaz de erradicar todas las enfermedades del mundo. ¡Una arrogancia que ahora debemos lamentar con humildad y resignación, reconociendo nuestras limitaciones! La maldición, como en la Biblia, no la hemos podido sacar de encima.



El director


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