El cambio climático y la salud humana
( Creces, Septiembre 2005 )


Este verano, la intensidad, duración y extensión de las ondas de calor fueron sin precedentes. Más de 200 ciudades de los Estados Unidos registraron nuevos record de calor. En Phoenix, Arizona, durante 39 días consecutivos, la temperatura fue superior a 38ºC, y durante una semana fue de 43ºC. Luego vino el huracán Katrina, juntando vapores del caliente golfo de México y causando una gran devastación de las comunidades costeras.

Esta clase de eventos de tiempos extremos, refleja cambios masivos en nuestro clima y están reaccionando todos los continentes. Así concluye el “Panel del Cambio Climático Intergubernamental de Naciones Unidas” (1), en una colaboración de más de 2000 científicos de 100 países. En el 2001, el panel concluyó que los humanos tienen la mayor responsabilidad de estos cambios, debido en gran medida a la deforestación y la combustión de energía fósil que produce gases atrapados, como el dióxido de carbono.

Desde el 2002 hemos aprendido mucho más. El ritmo del calentamiento atmosférico y la acumulación de dióxido de carbono se han acelerado; los hielos polares y alpinos se están derritiendo a un ritmo que no habría sido posible pensar hace algunos años (2); el océano profundo se está calentando y los vientos circumpolares se han acelerado; y el calentamiento de la atmósfera baja está retardando la reparación de la capa protectora de ozono en la estratósfera. Más aún, las perforaciones del hielo en Groenlandia indican que el clima puede cambiar abruptamente. Dado el ritmo de acumulación del dióxido de carbono y la proyección del calentamiento, estamos entrando en una circunstancia desconocida.

En la medida que evaluamos estos cambios, podemos ver algunos de los efectos en salud que pueden venir en adelante de continuar estas variaciones de climas extremos (3). Ondas de calor como las que afectaron a Chicago en 1995, que mataron a 750 personas y hubo que hospitalizar a miles, serán más comunes. Las noches húmedas y calientes que han estado siendo más frecuentes con el calentamiento global, van a incrementar los efectos. En el año 2003, la onda de calor que afectó a cinco países de Europa, con temperaturas de 10 C° sobre el promedio de los últimos 30 años, sin alivio en las noches, mató entre 21.000 a 35.000 personas.

Pero en forma más sutil, el cambio climático gradual, puede dañar la salud humana. Durante las últimas dos décadas, la prevalencia del asma en los Estados Unidos se ha cuadruplicado, en parte debido a factores climáticos. Para los de las islas caribeñas, las nubes de polvo que emanaron de la expansión de los desiertos de Africa, que se extendieron a través del Atlántico acelerado por las gradientes de presiones, fueron causantes de las irritaciones respiratorias de los habitantes de aquellas islas. El incremento de los niveles de polen de las plantas y de hongos del suelo, también deben estar influyendo. Cuando el dióxido de carbono alcanza una doble concentración en la atmósfera, crece el pasto en un 10% más alto y produce un 60% más de polen. Del mismo modo la elevación del dióxido de carbono también promueve el crecimiento y esporulación de algunos hongos del suelo, y las partículas del Diesel ayudan a distribuir estos aeroalergenos, hasta que penetren muy profundamente en nuestros alvéolos, presentándolos así a las células inmunológicas.

El derretimiento de los hielos que cubre la Tierra, ya ha llegado a ser una causa de trauma físico. Diversos informes de Alaska señalan un incremento de los accidentes causados por caminar sobre hielos que se han adelgazado (2). El calentamiento de océano y derretimiento Antártico están también produciendo graves tormentas de invierno y peligrosas condiciones de viajes en los Estados Unidos continentales. Aunque la superficie del mar tropical se está calentando, haciéndose más salado, parte del océano Atlántico se está enfriando debido al derretimiento de los hielos polares y aumento de la cantidad de lluvia que cae en las latitudes altas. Presiones barométricas contrastadas sobre los cambiantes océanos, incrementan los vientos e inducen tormentas.

Mientras tanto, en las últimas tres décadas, ensanchamientos de la iniquidad social y cambios en la biodiversidad, comienzan a alterar el balance entre predadores, competidores y presas, todo lo que ha ayudado a mantener bajo control las pestes y patologías. Ahora aparentemente han contribuido para que resurjan las enfermedades infecciosas. El calentamiento global y las fluctuaciones en el tiempo, precipitan el esparcimiento de estas enfermedades: las temperaturas comprimen los rangos de microbios y vectores y se afectan los tiempos y la intensidad de las crisis de las enfermedades (4). En Suecia las enfermedades se desplazan más al norte, en la medida que los inviernos se hacen más cálidos, y los estudios de modelos proyectan un cambio similar que debiera producirse en los Estados Unidos y Canadá. La invasión de las casas en ambiente natural y la reducción de la población de predadores de venados y competidores de ratas, es en gran parte responsable de la extensión de la enfermedad de Lyme.

Los mosquitos, llevan muchas enfermedades, y son muy sensibles a los cambios de temperatura. Si se calienta su ambiente se incrementan los niveles de reproducción, como también las necesidades de sangre que necesitan para sus comidas, prolongan sus períodos de cruzamiento y acortan los períodos de maduración para los microbios que ellos dispersan. En regiones altas, los glaciales y permafrost se descongelan y hasta allí migran las comunidades de mosquitos y las plantas (5).

El incremento de la variabilidad del tiempo que acompañan a las inestabilidades climáticas, han contribuido a que emerjan en los Estados Unidos los síndromes pulmonares producidos por el virus hanta y ha aparecido del virus del Nilo. Seis años de sequía en el sudeste, aparentemente redujo la población de predadores, mientras que las prematuras y abundantes lluvias produjeron un incremento de los piñones y saltamontes, como alimento para los roedores. Se incrementaron por legiones las ratas y apareció en América el virus hanta. El origen en el año 1999 del virus del Nilo en Nueva York permanece como un misterio, pero el mosquito Culex pipiens se desarrolló en las posas de agua que permanecieron durante la sequía. Cuando la seca primavera llevó al sofocante verano, se aceleró el desarrollo viral, y con él la transmisión del ciclo mosquito a pájaro. Durante el caliente verano del año 2002, el virus del Nilo viajó a través del país, e infectó a 230 especies de animales, incluyendo 138 especies de pájaros. Muchos de los pájaros afectados contagiaron roedores que esparcieron el virus Hanta, el adenovirus y las bacterias Yersinia y Leptospira, como también las garrapatas infectadas con Borrelia burgdorferi.

El tiempo extremadamente húmedo, también trae sus propias enfermedades. Las inundaciones van frecuentemente seguidas por claustros de enfermedades: los aguaceros hacen salir roedores de las madrigueras, incrementan los sitios de reproducción de mosquitos, en las casas estimulan el desarrollo de hongos y aparecen patógenos, nutrientes y substancias químicas en las vías de agua. El brote de criptosporidium que apareció en 1993 en Milwaukee, coincidió con el anegamiento del río Mississippi. Las grandes tormentas de la costa conducen a peligrosos florecimientos de las algas (marea roja), que pueden ser tóxicas y llegan a crear zonas de bajo contenido de oxígeno (zonas muertas) en golfos y bahías, y patógenos en los puertos.

Por su parte, las sequías prolongadas debilitan las defensas de los árboles contra las infecciones y promueven los incendios, lo que puede producir injurias, quemaduras, enfermedades respiratorias y muertes. En muchos países los tiempos cambiantes afectan la cantidad y calidad del agua, donde los sistemas de aguas subterráneas ya están sobrecargados. Se predice que en algunas partes del mundo, muchos campos helados de las montañas van a desaparecer durante este siglo, limitando la disponibilidad primaria de agua para los humanos, el ganado y la agricultura.

Aún se vislumbra una mayor amenaza para la salud humana que vendría de enfermedades del mundo silvestre, del ganado, las cosechas, los bosques y de los organismos marinos. La "Evaluación del Ecosistema del Milenio" del 2005, revela que el 60% de los recursos y los sistemas de soporte de vida que se han examinado (desde la pesca, al agua dulce), están disminuyendo o están siendo usados en forma insostenible. El resultado del empobrecimiento biológico puede tener importantes consecuencias para el aire, los alimentos y el agua.

Las cosechas han sido confrontadas con climas más volátiles, disminución de los polinizadores y la proliferación de pestes y patógenos. En este último otoño, una enfermedad producida por hongos en la soya ha sido introducida en Estados Unidos por efecto del huracán Iván. El calor y la humedad han facilitado su propagación.

A muchos habitantes no les está yendo bien. Así por ejemplo, nuestras zonas de costas están en problemas: los arrecifes de coral están sufriendo por el calor, y se les ha producido el "blanqueamiento", además de acumulación de un exceso de basuras, daño físico, sobre pesca y enfermedades de hongos y bacterias. Los arrecifes proveen de un amortiguador contra las tormentas y la salinización de las aguas y además ofrecen protección a los pescados, que son la principal fuente de proteínas para muchos habitantes en las islas. Un residente en los corales, el caracol en cono, produce un péptido que es mil veces más potente que la morfina y que no es aditivo. Nunca vamos a saber qué otros potenciales medicamentos se perderán si los arrecifes se deterioran.

Parece evidente que hemos estado sub estimando las respuestas biológicas a los cambios climáticos. El tratamiento de las enfermedades relacionadas con el clima, requiere de preparación y respuestas tempranas para reducir los impactos y la transmisión de las enfermedades. Pero lo más importante, para prevenirlo requiere de detener la extracción, la minería, el transporte, refinación y la combustión de energía fósil. Una transformación que los expertos piensan que tendría innumerable beneficios para la salud y el ambiente y que ayudarían a estabilizar el clima

La buena noticia es que también hemos subestimado los beneficios económicos de la transición a la energía limpia. Cuando los incentivos financieros son adecuados, aparece la energía renovable y las tecnologías híbridas, la construcción verde y la expansión del transporte público, todo lo que puede permitir el crecimiento para el siglo XXI.




El Dr. Epstein es Director asociado del Center for Health and the Global Environment, Harvard, Escuela de Medicina. Trabajo publicado en New England Medicine, Octubre 2005.


Bibliografía


1. Houghton JT, Ding Y, Griggs DJ, et al., eds. Climate change 2001: the scientific basis: contribution of the Working Group to the third assessment report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Cambridge, England: Cambridge University Press, 2001.

2. Hassol SJ. ACIA, Impacts of a warming Arctic: arctic climate impact assessment. Cambridge, England: Cambridge University Presa, 2004.

3. Leaf A. Potential health effects of global climatic and environmental changes. N Engl J Med 1989;321:1577-83.

4. McMichael AJ, Campbell-Lendrum DH, Corvalán CF, et al., eds. Climate change and human health: risks and responses. Geneva: World Health Organization, 2003:250.

5. Epstein PR, Diaz HF, Elias S, et al. Biological and physical signa of climate change: focus on mosquito-borne diseases. Bull Am Meteorol Soc 1998;78:409-17.


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