El ozono en los polos y la salud humana
( Publicado en Revista Creces, Abril 1992 )

Todo el mundo sabe ya que ciertos gases artificiales causan la disminución del ozono atmosférico, y el consiguiente incremento de la radiación ultravioleta puede ser dañino. Pero, ¿en qué consiste este daño? ¿Afecta del mismo modo a especies animales y vegetales diferentes?

El deterioro de la capa de ozono por la expulsión de gases de desecho a la atmósfera, tanto de producción antropogénica como volcánica, ha ido haciendo paulatinamente más vulnerable nuestra defensa natural de protección a la radiación ultravioleta solar en estas últimas tres décadas.

Está bien identificado el efecto nocivo de la radiación ultravioleta en los sistemas vivos, donde moléculas fundamentales para la organización viviente como el DNA (ácido desoxirribonucleico) son severamente dañadas por estas radiaciones solares. Mediante reacciones fotoquímicas que alteran sus estructuras moleculares, cambian sus funciones al punto que en el DNA se altera su información genética en su proceso conocido como mutagénesis.

Indudablemente, en este tipo de daño a nivel molecular, los procesos biológicos son altamente dependientes de las dosis de radiación recibidas, y se producen efectos fisiológicos adversos de acuerdo al nivel de acumulación de estos fotoproductos en el tejido. Sin embargo, influyen en la potencialidad nociva de estas radiaciones las capacidades orgánicas propias de pigmentación protectora, las facultades de reparación molecular de sistemas dañados y el espesor y naturaleza de la capa exterior del ser vivo en cuestión, además de otras propiedades del medio. Por ello, los efectos de la radiación ultravioleta solar en los diversos seres vivos no es igual, y cada caso, tanto vegetal como animal, debe ser analizado en su propio hábitat.

De acuerdo al efecto que esta radiación produce desde un punto de vista biológico, se ha caracterizado la radiación ultravioleta en tres rangos de energías diferentes. Estos, de acuerdo a la longitud de onda, se conocen como radiación ultravioleta A (3200 a 400 A);. B (2800 a 3200 A); y C (1900 a 2800 A). Esta última, de mayor energía, es ampliamente retenida sobre la Tropósfera, en tanto que la radiación ultravioleta B es dependiente de la existencia de ozono y, por lo tanto, su cantidad es variable según el espesor de esta capa protectora; y, finalmente, la radiación ultravioleta A, la de menor energía, está continuamente cayendo sobre la superficie de nuestro planeta.

Mediciones realizadas en la parte exterior de nuestra atmósfera muestran que la radiación solar del tipo ultravioleta A alcanza magnitudes de 8,6 mW/ cm2, y la radiación ultravioleta B lo hace en el orden de 2,11 mW/ cm2, correspondiendo la suma de éstas en un 8% de la radiación incidente total. Al alcanzar la superficie terrestre, éstas han sido parcialmente absorbidas por la atmósfera de modo que se han visto disminuidas a aproximadamente 6 y 0,5mW/cm2 respectivamente. Sin dudas, estas radiaciones varían con la latitud geográfica y la hora del día, alcanzándose los máximos de irradiación solar entre las 12 y 15 hrs.

Está bien caracterizado que la radiación UV-B produce las conocidas quemaduras a la piel, o eritemas cutáneos, y estudios han mostrado que dosis para generar eritemas mínimos (MED) en piel humana están en el rango de 20 a 70 mJ/ cm2. Debemos recordar que un Watts (W) corresponde a un Joule (J) de energía por segundo, por lo que al exponerse un individuo a la radiación por tiempos que permiten aumentar en l0 y 15 veces estas dosis MED, experimentará la aparición de edemas y efectos ya conocidos por quienes han abusado de una exposición prolongada en un día de sol.

Estos síntomas, ya tan propios en la naturaleza humana, no nos son igualmente conocidos para las múltiples especies vegetales y animales que constituyen nuestra flora y fauna, tanto nativa como de producción masiva. Por ello resulta crucial el iniciar estudios prospectivos y de investigación en torno al daño que puede amenazar seriamente las diversas poblaciones de seres vivos que, por razones de su evolución en dichos entornos geográficos, no han requerido protección interna genéticamente controlada para estas nuevas dosis de radiación ultravioleta. Estas intensidades, respecto de la línea del Ecuador, han sido siempre menores a medida que nos proyectamos hacia los polos, principalmente debido a que la radiación disminuye por la mayor distancia que deben cubrir los rayos solares en su recorrido y por el ángulo de inclinación con que inciden en la atmósfera polar.

Desde fines de la década del 50, cuando en la Bahía de Halley, en la Antártida, se evidenció por primera vez este fenómeno, hoy conocido como «el hoyo de ozono antártico», diferentes estudios, aun cuando no sistemáticos ni exhaustivos, en torno a algunas especies animales y vegetales ya han sido objeto de atención. Es más, algunos estudios de penetración de la radiación ultravioleta en aguas oceánicas nos muestran que ésta puede alcanzar hasta 20 metros de profundidad, dependiendo de la calidad y características del medio. De ahí que el efecto que estas radiaciones ejercen sobre especies acuáticas debe ser motivo de nuestra preocupación, aun si se trata de especies cuya importancia económica puede afectar a grandes sectores de nuestro país.

Por citar algunos ejemplos, estudios en huevos y larvas de anchovetas del hemisferio norte (en graulis mordax) muestran una alta sensibilidad a dosis-respuesta de radiación ultravioleta durante los primeros 4 a 5 días de vida. Con una reducción de un 25% de la capa de ozono en nuestra latitud geográfica, se podría esperar que, para estas especies de anchovetas, en cuatro días se alcancen daños significativos, principalmente a nivel morfológico e histológico, con una mortalidad del 50% de las especies que habitan los primeros metros de profundidad.

Estudios en algunas especies de fitoplacton antártico han mostrado respuestas diversas a la radiación ultravioleta. Por ejemplo, Chaetoceros neglectus mostró foto-reparación del DNA a una velocidad de 31% de dímeros de ciclobutanos en 6 horas, pero no pudo revertir otros fotoproductos. A diferencia de esta especie, Corethron cryphilum repara en un 46% los dímeros producidos y en un 96% los fotoproductos restantes. Por otro lado, estudios en otros organismos como planarias, Dugesia tigrina y Dugesia dorotocephala, han mostrado capacidad de reparación obscura, siendo su umbral de sobrevivencia dependiente del fotoperíodo de exposición. Diferentes otras especies que habitan en colonias, como esponjas, briozoos y tunicados, también han mostrado alta sensibilidad a la radiación ultravioleta, como también estudios de células de cultivo de peces, como Carassius auratus, han mostrado la evidencia de formación de dímeros de pirimidina a nivel del DNA como causal principal de muerte por irradiación UV.

Tras el término del vórtice polar Antártico se inicia a principios de diciembre la migración hacia el polo sur de masas ricas en ozono que se ubican en forma contigua al casquete polar Son nuestros territorios comprendidos entre las latitudes 20 sur (Iquique) y 60 sur los que experimentan el fenómeno conocido actualmente como el efecto de dilución. Este efecto produce una disminución de ozono en toda nuestra región continental y oceánica durante los meses de diciembre y enero, con alteraciones de clima y, fundamentalmente, con efectos nocivos por sobreexposición de radiación de los ecosistemas y población. Indudablemente, el fenómeno de dilución es motivo básico d nuestra actual preocupación.

De ahí que, dada la extensión territorial en latitud, junto a la variedad geográfica de altura, que caracteriza a nuestro país, es indispensable, como primera acción, iniciar mediciones de las intensidades de radiación ultravioleta solar A y B que estamos recibiendo. Para ello se hace indispensable la participación de expertos en el marco de un programa interinstitucional, a fin de crear una Red de Estaciones de Medición de Radiación Ultravioleta Solar, con el objeto de iniciar a la brevedad un registro sistemático de este tipo de radiación. No hay antecedentes de registros históricos en nuestro país, y por lo tanto estas estaciones son de absoluta urgencia en la actualidad.

Estudios fotobiológicos en el campo de nuestras especies nativas y de interés productivo-económico, tanto animales como vegetales, están abiertos a la experimentación. Muy poco o nada sabemos de sus potencialidades y capacidades de respuesta a estos incrementos sistemáticos y prolongados de radiación, de allí la necesidad de conocer, antes que nada, las dosis de radiación que llegan a nivel de la superficie continental y de penetración en aguas marinas o lacustres.

Algunos proyectos individuales y aislados en nuestro país ya se han formulado. Igualmente, en la Universidad de Chile ya se ha iniciado un programa de desarrollo en torno a estas problemáticas. Sin embargo, estos esfuerzos iniciales están lejos de ser suficientes, y será tarea de nuestra comunidad científica, empresarial y gubernamental el iniciar un camino de trabajo conjunto, ya que cada vez se irá afectando más duramente el patrimonio de nuestros bienes nacionales, con efectos devastadores en el sector económico empresarial público y privado de no tomarse medidas conducentes a prevenir, manejar y recuperar las fuentes de nuestra riqueza presente y potencial, tanto las ya afectadas como otras amenazadas por este nuevo Cambio Global de origen antropogénico.

De ahí que no nos sea ajeno el establecer con meridiana claridad que la disminución de la capa de ozono, y por lo tanto el aumento de la Radiación Ultravioleta Solar, producirá efectos negativos serios en el mediano plazo, con pérdidas significativas en la flora y fauna, tanto nativas como de interés productivo (acuicultura, agricultura, forestal, ganadería, etc.), especialmente de los países más proclives a un daño sistemático y severo, como son Argentina, Australia, Chile y Nueva Zelanda.

Frente a este conjunto de conocimientos científicos que describen la situación actual, nuestro país, a nivel de sus instituciones gubernamentales, políticas y educacionales, no puede permanecer indiferente. Más aun cuando está en juego el patrimonio de múltiples bienes nacionales que regulan nuestra existencia. Por lo demás, tenemos el compromiso ético de legarlos a las próximas generaciones.

Chile debe asumir una posición vigorosa e informada en el foro mundial de hoy, buscando acuerdos que tiendan a prevenir, controlar y reparar tal situación, a fin de que con su gestión se establezcan derechos con jurisdicción internacional que conduzcan a una política de reparación y prevención de nuestro patrimonio afectado y amenazado por los desperdicios químicos, generados en el consumo de producciones industriales masivas con fines de lucro.

Una política nacional que canalice la acción de diversas entidades debe ser emprendida a la brevedad. La complejidad del problema requiere una alta capacidad de gestión administrativa gubernamental y una amplia participación interdisciplinaria de expertos. De igual forma, una gestión gubernamental que dé pie a una política internacional en los países de la región que conforman el hemisferio sur, por ser éstos los más afectados, no debe ser postergada. Para ello, debemos canalizar nuestras capacidades intelectuales y económicas, tanto por las vías de acuerdos internacionales que den pauta a derechos inalienables al respeto a la vida organizada en sus diversas formas, y que son fundamentales para el desenvolvimiento futuro del hombre. Dentro de esta perspectiva internacional, deberemos propiciar la gestación de programas de investigación multinacionales que comprometan la participación de científicos del área, y el aporte de recursos tecnológicos diversos que, por la envergadura de la problemática, sobrepasan las capacidades existentes hoy en nuestro país.

Nuestras iniciativas gubernamentales no pueden sólo depender de las gestiones que propician los países desarrollados del hemisferio norte. Por otra parte, no podemos aceptar esta situación como una consecuencia natural de un proceso de desarrollo mundial. Sólo el estudio de los efectos de este problema ya identificado nos permitirá generar los conocimientos que nos muevan a requerir los condicionamientos y reparaciones para el mejoramiento y protección de nuestros territorios y de sus habitantes. Son estos elementos los que nos permitirán elaborar normas jurídicas que incidan en los derechos de producción industrial internacional y en los bienes desarrollados sobre la base del deterioro de nuestro patrimonio nacional.



Raúl G.E. Morales



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