Faltaba la inmunidad innata
( Creces, 2011 )

Ahora se sabe que existe un proceso inmunológico “innato” y genérico, que constantemente está repeliendo y atacando gérmenes que pretenden invadir nuestro organismo. Ya antes sabíamos que existía otro mecanismo más selectivo, al que se había llamado “inmunidad adaptativa”, capaz de individualizar y destruir gérmenes agresores selectivamente. Este último, tenia además la habilidad de discriminar entre lo propio para protegerlo, de lo ajeno para rechazarlo. Ahora sabemos que ambos sistemas vigilan coordinadamente desde los diferentes órganos y en las barreras que nos separan del medio ambiente (piel y mucosas). De su eficiencia y equilibrio depende la salud. Pero es en el intestino grueso donde ello adquiere una máxima importancia. Allí es necesario proteger la abundante flora intestinal como si fuera propia. De ello depende la adecuada digestión del alimento, su metabolismo y en definitiva nuestra correcta nutrición y salud. Se está comenzando a entender como sucede todo esto.

Ya teníamos suficiente como para sorprendernos con los complejos mecanismos que podían desarrollar algunas células sanguíneas para defendernos de la amenaza de invasión microbiana. Células especializadas podían detectar, individualizar y atacar al invasor y al mismo tiempo dejar archivados en su memoria su identidad. De acuerdo a lo conocido, dos tipos de linfocitos organizaban la defensa, unos aprendiendo a reconocer el germen invasor (linfocito T) y otros produciendo anticuerpos específicos contra él (linfocito B). Era un sistema inmunológico llamado “de respuesta adaptativa”, ya que se adaptaba selectivamente a cada especie de germen atacante, y al mismo tiempo guardaba en la memoria la identificación de la misma, de modo que si mas tarde este mismo germen insistía, aún sin que nos diéramos cuenta, era inmediatamente rechazada. Fueron estos mismos conocimientos los que habían permitido fabricar vacunas y prevenir muchas enfermedades infecciosas. Pero aún faltaba mucho para continuar sorprendiéndonos.

En la medida en que se iba conociendo mejor la interacción “microorganismo-huésped”, iban surgiendo nuevas interrogantes las que no siempre encontraban respuestas satisfactorias. La llamada “inmunidad adaptativa”, si bien era muy específica y eficiente, era incomprensiblemente lenta, e insuficiente, ya que dejaba un largo lapso de tiempo entre el reconocimiento del germen y el inicio de la defensa (varios días). Llevaba tiempo fabricar un anticuerpo específico y neutralizar al atacante. Era inexplicable que frente a un sistema tan lento no se estuviesen produciendo constantemente infecciones, sabiendo que vivíamos inmersos en un abundante mundo microbiológico. ¿Que era lo que les impedía invadir en forma continua y por todos los lados? “Necesariamente debían existir otras defensas que de alguna forma lograban mantener a raya a los gérmenes”. Así lo sostenía hace algunos años Charles Janeway, inmunólogo de la Universidad de Yale. Era difícil explicarse que no dispusiéramos de mecanismos defensivos permanentes y más rápidos. Por otra parte ¿cómo explicarnos las diversas simbiosis que existían entre microorganismos y huésped, que aseguraban una tolerancia en mutuo beneficio? ¿Cómo se mantenía el equilibrio en esos casos y como se diferenciaba entre comensales y patógenos? La pregunta era especialmente oportuna para tratar de explicarnos lo que sucedía con las bacterias de la flora intestinal, tan necesarias para nuestra digestión y nutrición. Allí se recibía y albergaba a determinados gérmenes, sin provocar ninguna reacción, mientras que se reaccionaba activamente contra otros que sin parecerlo, eran peligrosos y dañinos. ¿Cómo se las arregla el sistema para diferenciar y detectar unos de otros? Estas y muchas otras preguntas no tenían una respuesta dentro de los conceptos ya conocidos.

Fue así como se comenzó a investigar activamente otros posibles mecanismos inmunológicos, que actuando coordinadamente, pudieran mantener el equilibrio y asegurar la salud. Se llegó a establecerse la existencia de mecanismos defensivos “innatos”, genéticamente determinados, que podían reconocer los diferentes gérmenes patógenos por trozos comunes de proteínas estructurales o compuestos químicos funcionales, propios de diversas especies. Una vez detectados, se iniciaba una rápida y agresiva respuesta. Luego se pudo establecer que después de esta primera línea defensiva innata, era cuando entraba el segundo mecanismo adaptativo, mucho más específico, pero más lento, a cargo de los linfocitos T y B. Se completaba así el sistema.

Como funciona este sistema innato

Se trata de un sistema de defensa, que con algunas variables, está presente en todos los organismos multicelulares, desde la mosca de la fruta y el gusano de tierra, hasta la especie humana. Fue precisamente en ellos (mosca de la fruta y gusano de tierra) donde por primera vez se pesquisó su existencia. Si a la mosca de la fruta le llegaba a fallar este sistema inmune innato, rápidamente fallecía victima de una infección masiva de hongos, u otros patógenos (figura 1). Fue mas tarde cuando Charles Janeway comprobó también su existencia en organismos más complejos, incluyendo la especie humana (1997). Se trata de un mecanismo de defensa trascendente, que se ha mantenido presente a lo largo de miles de millones de años de evolución biológica. No cabe duda que su presencia en especies primitivas debió haber sido indispensable para que pudiesen sobrevivir y evolucionar. Ello no habría sido posible en ausencia de un sistema innato de defensa, dada la gran abundancia de microorganismos que las amenazaban constantemente. Se necesitaba de una defensa inmediata y constante, que impidiera el ataque continuo, y permitiera así el desarrollo evolutivo de su especie.

Ya sabemos que el sistema innato cuenta también con células efectoras, que viajando constantemente por el torrente circulatorio, se distribuyen y establecen vigilantes en los diversos tejidos. Tan pronto detectan un micro organismo, inician la defensa. Ellas están genéticamente programadas y para su detección están equipadas con proteínas receptoras instaladas en sus paredes. A través de ellas, cuando se acerca un germen patógeno, detectan en él trozos genéricos de proteínas o substancias químicas comunes, e inmediatamente inician la defensa. Se trata de células sanguíneas de varios tipos: células dendríticas, macrófagos, neutrófilos, además de muchas otras células inmunológicas instaladas en los tejidos.

Todas corresponden a variedades de glóbulos blancos, derivados de una célula madre hematopoyética, nacidos y madurados en la médula ósea (figura 2). Tanto las células dendríticas (denominadas así por sus extensiones en forma de brazos o dentritas), como también los macrófagos, derivan de un mismo progenitor, llamado monocito. No sólo se encuentran en la sangre sino también en diversos tejidos, como bazo, pulmón, mucosas y piel, desempeñando una gama de roles dentro del sistema inmunológico innato.

Las células dendríticas, que en número son escasas (0.2% de los glóbulos blancos de la sangre) son esenciales en estos procesos de defensa inmunológicos innatos. Por primera vez fueron descritas en la piel por el anatomista alemán, Paul Langerhans, que por su apariencia, erróneamente creyó que eran células nerviosas (de allí también que sean conocidas como células de Langerhans). Ha sido últimamente que se pudo estudiarlas, después de haberlas aislado cuando aún eran monocitos. Se pudo cultivarlas y conocer los diversos mecanismos por los cuales podían detectar y atacar microbios, ya fuera inutilizándolos o envolviéndolos en sacos o vacuolas para posteriormente romperlos en fragmentos para fabricar “antígenos” que luego los presentan a otras células inmunológicas para su reconocimiento y subsecuente inactivación.

Además tienen la propiedad de secretar varios tipos de citoquinas con las que pueden dificultar el desarrollo de los enemigos y al mismo tiempo alertan a otras células inmunológicas para potenciar la defensa. Se trata, por ejemplo, del factor de necrosis tumoral, los diversos tipos de interleuquinas (citoquinas), o incluso, alfa interferón. Son precisamente estas substancias químicas las que producen el enrojecimiento e hinchazón en los sitios de injuria, además de los síntomas generales de fiebre y malestar que normalmente acompañan a muchas infecciones. Las células dendríticas cumplen su función de patrullar constantemente los diversos tejidos en búsqueda de micro organismos invasores, para detectarlos, dañarlos, y si es necesario destruirlos y luego activar al resto mecanismos inmunológicos.

Por su parte los macrófagos y los neutrófilos, también participan en estas funciones, fagocitando todos los cuerpos extraños que se introducen al organismo, desde bacterias a substancias de desechos de los tejidos. También tienen receptores de membrana para reconocer bacterias y presentar sus antígenos al resto de células inmunitarias. Pero por alguna razón estas propiedades parecen menos desarrolladas en relación a las células dendríticas.


Sistemas de reconocimiento

Durante los últimos años se han ido conociendo en detalles diversos sistemas de reconocimientos que poseen las células dentrítica, con los que identifican bacterias, virus, parásitos y otros microorganismos. Estas son proteínas receptoras que pueden estar ubicadas en su membrana celular o dentro de su citoplasma (citosol). En el primer caso, la detección del atacante se produce antes que infecte la célula. En cambio, los detectores citoplasmáticos los detectan después que la célula ha sido infectada. Cualquiera que sea el sitio, se ha llegado a describir tres tipos de familias de receptores que detectan y actúan en forma diferente:

a.- Receptores Toll. (Palabra alemana que significa extraño), que al ser varios los miembros de esta familia, se han agrupado bajo el nombre genérico de “Receptores como Toll ( Toll like receptors, o TRL). Hasta ahora se han descrito trece TRL diferentes, que corresponden a proteínas que se ubican en la membrana plasmática o en el citosol de las células dendríticas Cada una de ellas, en forma innata, reconoce trozos de estructuras proteicas o substancias químicas genéricas comunes a varios tipos de microorganismos (bacterias, hongos y protozoos y también ocasionalmente el RNA de algunos virus). Por lo general la estructura detectada corresponde a un trozo de alguna molécula que es importante para la sobrevida o metabolismo del patógeno. Es esta la primera línea de defensa, que controla a la gran mayoría de los agentes patógenos antes que se produzca una infección declarada. Un TRL expresado en la membrana plasmática reconoce a los polisacáridos Gram negativos (TRL4). Otro puede reconocer el acido lipoteicoico propio de las bacterias Gram positivas, además de lipoproteínas bacterianas (TLR1/TLR2 y TLR2/TRL6), o una proteína llamada flagelina indispensable para la movilidad del cilio de las bacterias (TRL5). Los TRL7 reconocen y se une al RNA viral de una hebra, como es el caso del virus del SIDA. El TRL9 reconoce y se une al llamado GpC (guanina-citosina, pares de bases del DNA) de bacterias y virus. La tabla 1 describe los 13 TRL que han sido identificados hasta ahora y que constituyen la primera barrera.

Cuando el sistema es sobrepasado, se pone en marcha el siguiente sistema de defensa. Así por ejemplo, cuando el receptor TRL4 detecta la incursión de una bacteria, este se une al polisacárido (LPS) de su superficie y no la suelta. Se la traga y la tritura, mientras que al mismo tiempo se las arregla para comenzar a producir citoquinas, que son substancias inflamatorias que le crean un ambiente inadecuado para ella. Para producirlas se gatilla todo un mecanismo de comunicación interna hasta llevar el mensaje a su núcleo, donde están los genes respectivos de las diferentes citoquinas que deben ser activados. El proceso comienza cuando el mismo TRL ubicado en la membrana se conecta a través de un conglomerado de cuatro proteínas intracelulares (proteínas MyhD88, Mal, Trif, y Tram) (figura 3), lo que a su vez gatilla una interacción molecular que finalmente activa un “regulador maestro de inflamación” (NF-κB). Es este el que penetra al núcleo y a nivel del DNA, activa los genes que codifican las citoquinas. Estas (interleuquinas IL-1, IL-8, IL-12, UIL-6), son agentes inflamatorios antivirales que van a activar también a las demás células inmunológicas (macrófagos, neutrófilos, hasta las células B y T).

Estos TRLs no sólo están en la membrana de las células dendríticas, sino también en los macrófagos, los neutrófilos, y en muchas otras células sanguíneas, incluso las plaquetas (aún cuando carecen de núcleos), como también en otras células del organismo.

Sin duda que el proceso es complejo y no siempre los TRLs funcionan como se ha descrito. Es posible que se produzcan respuestas aberrantes que pueden manifestarse mas tarde en enfermedades. Así por ejemplo se ha observado que personas que presentan una pobre respuesta del TRL4, tienen cinco veces más posibilidades de padecer de enfermedades bacterianas graves. Del mismo modo se observó que personas que fallecieron durante una epidemia producida por la bacteria Legionella, tenían una mutación del TRL5. Es decir, tenían una alteración en el sistema inmune innato que les impidió defenderse de ella. Por otra parte, una respuesta sobredimensionada de algún TRL puede llegar a producir inflamaciones crónicas, como artritis reumatoidea, o lupus. Se ha observado también que la sobre respuesta del TRL4 llega a producir un exceso de citoquinas que incrementa el riesgo de sepsis grave. Más aun, se ha demostrado que las sepsis graves que puede acompañar a diversas infecciones, no son condicionada por las toxinas bacterianas, sino que por una citoquina que se libera en forma excesiva: el Factor de Necrosis Tumoral (TNF, la sigla en ingles). Se ha demostrado que la sola administración de TNF por vía endovenosa, es suficiente para producir en el animal de experimentación todos los síntomas propios del shock séptico grave (Nature, vol 330, p 662, 2006). También una respuesta inapropiada del TRL4, puede inducir una respuesta equivocada del sistema inmune adaptativo, causando enfermedades por autoinmunidad, como la diabetes tipo 1, la esclerosis múltiple, la artritis reumatoidea o la psoriasis. Por otra parte se ha encontrado gran cantidad de TRL4 en las placas ateromatosas de las arterias coronarias. Ratas que carecen del TRL4 desarrollan menos lesiones arteriales que las que lo poseen. Mas aún, si a las ratas les falta el gene MyD88, que esta comprometido en las señales intracelulares de varios TRL, diminuye en ellas el riesgo de ateroesclerosis (figura 4). Ello ha despertado el interés de la industria farmacéutica, que se está ensayando fármacos para bloquear la actividad del TRL4 y tratar así las enfermedades cardíacas. Es también muy probable que algunas de estas enfermedades se deban a productos de células dañadas por una respuesta inflamatoria inapropiada. Así por ejemplo en el lupus se ha encontrado que el TRL9 reacciona contra el propio DNA del organismo. Cada día están apareciendo en la literatura nuevas correlaciones entre alteraciones de TRLs y diversos cuadros clínicos.

Otros han ya han comenzado a investigar en la utilización de fármacos que potencien la acción de TRL y ayuden a combatir infecciones, lo que es muy bienvenido cuando se están agotando las posibilidades de nuevos antibióticos. También se está buscando la utilización de TRLs para la producción de vacunas. Las investigaciones se han concentrado en compuestos que puedan potenciar la acción del TRL9, un receptor que reconoce un gran rango de bacterias y virus. También se está tratando de utilizar TRLs como adyuvantes en la potenciación de vacunas. Por otro lado se ha tratado de impedir la sobre reacción de TRLs, como tratamiento para enfermedades por autoinmunidad. Es un nuevo campo de investigación que recién se comienza a abrir y en que la industria farmacéutica ha hecho grandes inversiones con la esperanza de encontrar solución para diversos tipos de enfermedades que aún no se conocen tratamientos eficientes.

b. Receptores RIG. Se trata de receptores intracelulares, ubicados en el citosol de las células dendríticas y que detectan fundamentalmente virus. Están representados por la familia RIG, que incluye un número de receptores que se han agrupado con el nombre de “Receptores como RIG-1”(RIG-1-like receptors, o RLR).

Los virus son parásitos intracelulares que infectan a todos los organismos, desde unicelulares (bacterias), hasta invertebrados y mamíferos. Su evolución representa una lucha constante entre él y la célula huésped, ya que es un parásito perfecto. Para multiplicarse necesita reprogramar en su provecho a la célula huésped. Pero ello tiene su límite por la oposición que presentan las defensas antivirales del huésped. La familia RLR tiene tres miembros: “El ácido retinoico inducible por el gene 1”(RIG-1). “El gene 5 de diferenciación asociada de melanoma” (MDA5) y el llamado “Laboratorio de Genética y Fisiología-2” (GLP-2). Estos receptores que corresponden a proteínas citoplasmáticas, que poseen la habilidad de reconocer virus a través de la estructura de sus ácidos nucleicos (RNA). Para ello se aprovecha de una peculiaridad del RNA viral, que previamente a su duplicación necesita formar una doble hélice de RNA (dsRNA), lo que nunca sucede con el RNA propio de la célula huésped. Ello constituye una estructura molecular considerablemente diferente de la estructura de su propio RNA y de todos los RNA de células de mamíferos. Es por ello que la diferenciación es posible, a pesar que el RNA del huésped está muy difundido en su citosol. El hecho es que los RLR registran el RNA viral como muy extraño.

La responsabilidad de la detección descansa principalmente en RIG-1 y en el MDA5. La capacidad de detección del LGP2 es menos conocida. En todo caso los diferentes RLRs son especializados en la detección de diferentes virus. Se ha observado que las lauchas deficientes en RIG-1 son altamente susceptibles a infecciones virales, lo que demuestra la importancia de este RLR en la defensa antiviral. Del mismo modo, el déficit de MDA5 en las lauchas les dificulta la protección contra otro tipo de virus, como el poliovirus y el virus de encéfalo miocarditis. Por otra parte, el MDA5 es capaz de detectar el adenovirus, el virus del herpes simple, el virus Epstein-Barr y el virus vacina. Poco se conoce de la acción del LGP2 y parece que este RLR tendría más bien un rol regulador del proceso. Se ha podido observar que la virulencia de algunos virus, incluyendo algunas cepas de la influenza A, se debe en parte a desregulación de la respuesta de la inmunidad innata.

Una vez lograda la detección del virus en el interior de la célula, se desencadenan todos sus mecanismos de defensas. Así por ejemplo, el RIG-1 se une a una helicaza, una enzima de replicación del DNA, (azul)), que luego envía al núcleo una señal mediante el factor de trascripción NF-κB, que activa los genes de citoquinas, interleukinas, interferón α, interferón β y otros mecanismos de defensa que dificultan la multiplicación del RNA (figura 5). Mecanismos de defensa similares desencadena también el MDAS5.

c.- Receptores NOD. Esta tercera familia de detectores es la mas recientemente incorporada y por lo tanto la menos conocida. Está constituida por los llamados receptores NOD (NOD like receptors, o NLR). Su accionar no ha sido fácil detectarlo, dado que no sólo registra señales provenientes de patógenos, sino también se relaciona con diversas situaciones de estrés, como las inducidas por procesos inflamatorios. Se trata de proteínas con multidominios, que les permite desarrollar una multiplicidad de acciones, lo que confunde y complica a los a los investigadores.

Los NLR reencuentran ampliamente difundidos en la naturaleza. Estructuras similares, están presentes también en el reino vegetal, donde se conectan con genes que les confieren resistencia a diferentes tipos de infecciones, desde hongos, virus, parásitos, hasta insectos patógenos. En el reino animal se encuentran ampliamente difundidas, desde los erizos de mar a los humanos.

Se ha podido establecer que las funciones mas importantes de los NRLs está en la detección de estructuras intracelulares, sean estas pertenecientes a organismos patógenos o moléculas asociadas a inflamación y procesos de muerte celular. Activan a los llamados inflamasomas” estructuras muy agresivas, constituidas por complejos proteicos que inducen proteolisis a través de citoquinas inflamatorias, que en definitiva pueden llevar hasta la muerte celular.

Los MOD han emergido rápidamente como reguladores centrales de la inmunidad y también de la inflamación, ya que pueden activar respuestas inmunes de muchos tipos de efectores. Su hallazgo ha sido de gran interés en el campo terapéutico, ya que sus receptores citosólicos parecen ser importantes en enfermedades humanas, especialmente por su asociación con alteraciones genéticas, como la enfermedad de Crohn (un tipo de inflamación del intestino) o el síndrome de Blau, una granulomatosis inflamatoria.

Por el hecho que los NLR son determinantes importantes en desórdenes inflamatorios, han despertado gran interés por las posibilidades de desarrollo de terapias inmunológicas dirigidas a estructuras moleculares inflamatorias aberrantes, sean estas inflamaciones agudas o crónicas o enfermedades por auto inmunidad y también el cáncer. Se ha observado que la sobre estimulación inflamatoria puede llegar a producir una verdadera “tormenta de citoquinas”, con grave daño para los tejidos y la salud del paciente. Así por ejemplo las muertes producidas en pacientes que han sido infectados con el virus H5N1 de la gripe porcina, han sido atribuidas a un daño grave en la estructura tisular del pulmón por el excesivo accionar de las citoquinas. Igual explicación tendría las muertes de pacientes contaminados por hepatitis C, después de un daño hepático grave atribuido a una excesiva respuesta de citoquinas. Todo este nuevo campo ha estimulado las investigaciones por las enormes posibilidades terapéuticas.


Ambas son funcionalmente una


La inmunidad adaptativa nunca trabaja sola. Para comenzar a actuar necesita previamente ser activada. A su vez, la inmunidad innata, (el mecanismo inmunitario más primitivo), es el que primero reacciona iniciando la activación. De él nace el estímulo que necesita la inmunidad adaptativa, que es mas compleja al desarrollar una defensa individualizada y específica para cada germen, que además es capaz de guardar la información en su memoria para prevenir futuros ataques.

Como hemos visto, el sistema innato dispone de una diversidad de receptores que le permiten reconocer una amplia variedad de gérmenes, virus, bacterias o parásitos. En general casi todos ellos están instalados en la membrana de las células dendríticas o en su citosol (TRL, RIG y NOD), y para actuar tienen dos responsabilidades. La primera, inducir la producción de citoquinas, mediante la activación del factor de transcripción NF-κB, a nivel del respectivo DNA en el núcleo de la célula dendrítica. Estas citoquinas avisan y promueven la actividad de los demás linfocitos y al mismo tiempo interfieren dificultando el desarrollo viral o bacteriano. La segunda responsabilidad es la capacitación directa de los linfocitos T ayudadores, en lo que intervienen los receptores TRL y RIG para bacterias y virus especialmente.

Cuando, por ejemplo, los receptores TRL en la superficie de la célula dendrítica detectan un trozo de molécula de un germen patógeno, se adhieren fuertemente a él y en conjunto con la bacteria, la engloban en una vacuola (fagosoma) y la trituran. Allí preparan los antígenos y los ensartan en la molécula de los complejos mayores de histocompatibilidad (MHC) (figura 6). Emprenden el viaje al tejido linfático a través de los conductos linfáticos, hasta llegar a los ganglios linfáticos respectivos, en busca de los aún ingenuos linfocitos T ayudadores. Cuando la célula dendrítica los contacta, como buena maestra, procede a educarlos para que reconozcan como extraño y peligroso el antígeno que lleva enganchado en la molécula MHC. (figura 7). De allí en adelante comienza a actuar el sistema inmunológico adaptativo mediante los linfocitos T ayudadores activados, que terminan comunicándose con el linfocito B, el que procede a preparar el anticuerpo específico para destruir las bacterias infectantes, poseedoras de esos antígenos.

Algo semejante sucede cuando el invasor es un virus y este es reconocido dentro del citosoma de la célula dendrítica por receptor RIG-1. El antígeno se engancha también en la molécula MHC y es llevado al tejido linfático para presentarlo a los linfocitos T ayudadores. Es allí donde la célula dendrítica lo presenta al linfocito T ayudador, iniciándose así la etapa inmunológica adaptativa. Es así como estos dos sistemas actúan coordinadamente.


La pregunta clave


Hay una pregunta fundamental en inmunología: ¿como el sistema logra diferenciar los antígenos foráneos de los propios? ¿Como se las arregla para desencadenar respuestas tan robustas contra los antígenos provenientes de gérmenes patógenos y al mismo tiempo es tan tolerante para los provenientes de los saprofitos, hasta el grado de llegar a considerarlos como propios? ¿Como el sistema logra distinguir los antígenos provenientes de organismos patógenos de los comensales, considerando que muchas veces sus estructuras químicas son comunes? Estas preguntas tienen especial relevancia nivel de las mucosas, que constantemente están expuestas al ataque de gérmenes extraños provenientes del medio ambiente. Es especialmente en la mucosa del lumen intestinal donde la diferenciación es trascendente, ya que allí a poco de nacer, debe establecerse una real simbiosis entre el huésped (mucosa) y una muy abundante flora microbiana, con un número de microorganismos que llega a superar en mucho al total de células del organismo. De ello va a depender el normal desarrollo del intestino durante los primeros periodos de la vida y la óptima digestión y metabolismo de los alimentos. Es aquí donde la diferenciación de comensales y patógenos debe ser exacta y continua. Es por ello que en la “lámina propia” de la mucosa se establece una rica infiltración de células inmunológicas capaces de detectar unas de otras. Ellas son las células dendríticas, los macrófagos, y los distintos tipos de linfocitos.

Durante los últimos años se han intensificado las investigaciones destinadas a conocer los detalles de este sistema selectivo que permite regular y preservar la simbiosis establecida en forma permanente a lo largo de la amplia superficie de la mucosa intestinal. La incógnita está aun lejos de resolverse, y solo comienzan a describirse algunas condicionantes de ello. Es así como se ha logrado establecer que en el interior de la célula dentritica existe un sistema de señales mediadas por las llamadas β-cateninas, sustancia bien conocido por su rol en los procesos de desarrollo. Su presencia en el interior de las células dendríticas, previene la respuesta inmune y garantiza la tolerancia de las células T regulatorias para con los gérmenes saprofitos de la microbiota intestinal. Su desaparición en cambio, coincide con una reducción de las células T regulatorias que protegen de respuestas autoinmunes, y se incrementan las células T ayudadoras (ex asesinas), que tendrían la responsabilidad opuesta.

Más recientemente se ha señalado que las células dendríticas instruyen a los linfocitos T ayudadores en forma diferente en los diversos tejidos, de acuerdo a las realidades bioquímicas locales existentes en cada uno. Así por ejemplo, para instruir los linfocitos T ayudadores en el tejido linfático intestinal, recurren a la vitamina A (retinol), la que allí es abundante. Para ello convierten el retinol en ácido retinoico, que induce a las células T ayudadora a adquirir determinados receptores intestinales (CCI25), que las orientan hacia un quimoatractor en el intestino. En cambio, en el caso de la piel, las células dendríticas convierten la vitamina D3 (una provitamina inducida por los rayos solares en la epidermis) en vitamina D activa, induciendo a los linfocitos T ayudadores a producir otro receptor (CCI27) que les induce a buscar un quimoatractor en la epidermis (figura 8). Esto indica que las células dendríticas pueden aprovechar una situación bioquímica específica para educar a las células T a patrullar en un tejido también específico.

Todos estos recientes conocimientos han permitido detectar cambios que ocurren en las células dendríticas durante los procesos de diferenciación entre comensales y patógenos, pero aun falta explicar cómo se logran realizar la diferenciación entre gérmenes saprofitos y patógenos.

El conocer este nuevo componente de sistema inmune innato, y todo lo derivado referente a los procesos inflamatorios, nos vuelve a sorprender y nos obliga a continuar reflexionando a cerca de la complejidad de los mecanismos adaptivos que han permitido el desarrollo de la vida y su posterior evolución biológica.










Bibliografía recomendada


Rusian Medzhitow y Charles Janeway. Innate Immunity. New England Journal of Medicine 343, 338 (2000)

Bruce Beutler. Inferences, Questions and Posibilities in Toll-like Receptors Signaling. Nature 430,257 (2004)

Ingrid Wikckelgren, Policy in Inmune System. Science 305, 596 (2004)

Akiko Iwasaki y Rusian Medzhitow. Tool-Like Receptors Control of Adaptative Immune Response. Nature Immunology 5,987 (2005)

Luke A.J.O`Neill. Immunity` Early-Warming System. Scientific American 292, 24 (2005)

Dan Ferber. The Education of T cells. Science 316, 191 (2007)

Ira Mellman y Björn E.Clausen. ß-Catenin Balance Immunity Science 392,767 (2010)

Srividya Sriskantharajah y Steven C. Ley. Turning Off Inflamation Signaling Science 327, 1093 (2010)

Jan Rehwinkel y Caetano Reis e Sousa. RIGorous Detection: Exposing Virus through RNA Sensing. Science 327,284 (2010)

Jenny P.Y.Ting, Joseph A.Duncan y Yu Lei. How the Noninflammasome NLRs Function in the Innate Immune System Science 327, 286 (2010)

Akiko Iwasaki y Rusian Medzhitov. Regulation of Adaptative Immunity by the Innate Immune System. Science 327, 291 (2010)

Kate Schroder, Rongbin Zhou y Jurg Tshopp. The NLRP3 Inflamasome: A sensor for Metabolic Danger?. Science 327,296 (2010)


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada