El ejercicio continuo amenaza la función reproductiva de la mujer
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1987 )

En países desarrollados, un alto porcentaje de su población practica deportes. Esta conducta es compartida por hombres y mujeres. En éstas, suele haber una estrecha vinculación entre intensidad de los ejercicios y alteración de la función reproductora.

Después de la Primera Guerra Mundial, conjuntamente con el desarrollo industrial y la liberación de la sociedad, el deporte adquiere gran popularidad y comienza a ser practicado en forma masiva. Por su parte, el cambio del papel social de la mujer llevó también a ésta a una mayor participación en la actividad deportiva. En diversos países, entre ellos EE.UU., aumenta día a día el número de mujeres que participan en deportes de acondicionamiento físico y resistencia; de igual forma el número de mujeres en edades cada vez más tempranas inician programas de entrenamiento físico. Este aumento dramático de la población femenina que participa regularmente en ejercicios aeróbicos lleva a una mayor preocupación y curiosidad por establecer si tal tipo de entrenamiento afecta la sexualidad y capacidad reproductiva de la mujer. El desarrollo de la actividad deportiva da inicio a numerosas publicaciones que hacen referencia a la relación entre deportes de resistencia y acondicionamiento físico con la aparición de alteraciones en la función reproductiva de la mujer.

A este respecto se distinguen dos tipos de trastornos bien definidos:
(1) Retardo de la pubertad y de la menarquia (primera menstruación) y (2) Amenorrea (ausencia de menstruaciones por un plazo mayor de tres meses).


Deporte, pubertad y menarquia

El retardo tanto de la pubertad como de la menarquia son característicos de la atleta adolescente. Se considera pubertad retardada a la ausencia de caracteres sexuales secundarios a los 13 años de edad o la ausencia de menarquia a los 16 años de edad o dentro de los cinco años que siguen al inicio del desarrollo mamario. Numerosos estudios han establecido que el retardo en el inicio y progresión de la pubertad y la aparición de trastornos menstruales posteriores estarían influidos básicamente por la edad en que se inicia el entrenamiento físico y por la intensidad y tipo de actividad deportiva.

En 1973 se estudió el fenómeno de menarquia retardada en jóvenes norteamericanas atletas en comparación con las no atletas. Su autor, el Dr. Malina, observó que las jóvenes que tienen una menarquia más tardía tienen más éxito en ciertos deportes, lo que abre la disyuntiva: ¿El retardo de la pubertad es consecuencia del deporte o son las jóvenes con retardo constitucional de la pubertad más aptas para cierto tipo de deportes? Ocho años después, Frisch (1981) demuestra que la edad promedio de la primera menstruación en atletas que comenzaron con el entrenamiento físico antes de la menarquia se presentaba 2 a 3 años después que en aquellos que iniciaron su entrenamiento físico después de la primera menstruación. Cada año de entrenamiento premenarquia retardaba su aparición en un promedio de 5 meses. También pudo demostrar que algunos trastornos menstruales como la oligoamenorrea (período intermenstruales entre 32-90 días) eran más pronunciados en atletas que iniciaban el entrenamiento físico antes de la menarquia y que se acentuaban con la intensidad del esfuerzo atlético.

Estudios posteriores en bailarinas de ballet establecieron además que el entrenamiento intenso impide el progreso de una pubertad normal. De especial interés es el estudio de Warren, quien relaciona la disipación energética crónica y de alta intensidad con el patrón de maduración sexual. En su estudio longitudinal, en el cual observó la progresión de la pubertad de 15 bailarinas de ballet, pudo establecer la especificidad de tal efecto. A pesar de que estas jóvenes presentaban un retardo del desarrollo mamario y del inicio de la menarquia, este atraso no afectaba la aparición del vello pubiano y axilar. Como la aparición de estos dos últimos rasgos son dependientes de la actividad de las glándulas suprarrenales, Warren pudo concluir que el impacto del ejercicio físico recaía sobre el ovario. Esto se producía a causa de una alteración de la secreción gonadotropa (secreción de las hormonas Luteoestimulante, LH, y Folículo estimulante, FSH, por la hipótesis anterior).


Amenorrea

Las mujeres que inician la práctica de deportes de acondicionamiento físico y resistencia después de la menarquia no estarían exenta de complicaciones. Según estadísticas recogidas en EE.UU. estas mujeres tendrían una mayor incidencia de alteraciones menstruales en comparación a la población femenina del mismo país, cuyo promedio de alteración es de un 5%.

El grupo de Feicht (1978) fue el primero en describir el riesgo particular en las corredoras de producirse amenorrea; esta observación fue confirmada luego por una serie de autores, quienes observaron este trastorno no sólo en corredoras sino que en saltadoras y nadadoras que participaban en olimpiadas y en eventos escolares.

Se ha establecido que las mujeres que participan en entrenamientos físicos prolongados y extenuantes tienen un alto riesgo de hacerse amenorreicas y, por ende, anovulatorias (ausencia de ovulación), lo que incide en su capacidad reproductiva. Sin embargo, debemos dejar establecido que estos trastornos rara vez se presentan en mujeres con ciclos menstruales regulares, que corren menos de 8 kilómetros semanales o que entrenan en forma moderada.


¿Por qué el ejercicio tiene este efecto?

Hasta el momento se han considerado una serie de factores entre los que cabe destacar: la dieta, el peso, el porcentaje de grasa corporal, el patrón menstrual previo al inicio de la actividad deportiva, el stress físico y emocional, factores psicosociales, cambios hormonales inducidos por el ejercicio (agudo y crónico) y alteraciones en el metabolismo de las hormonas sexuales. Todos estos factores llevan de una u otra forma a unos trastornos del sistema hormonal que regula la función ovárica y por lo tanto de la capacidad reproductiva y sexual de la mujer, denominado eje hipotálamo-hipófisis-ovárico.


Opioides

El análisis de cada uno de estos factores escapa al objetivo de este artículo. Quizás uno de los hallazgos más apasionantes ha sido la descripción de un aumento de la secreción de endorfinas tanto en condición basal como bajo el estímulo físico en deportistas amenorreicas.

En 1973 se identificaron por primera vez compuestos con estructura química semejante al opio dentro del cerebro; estos compuestos reciben el nombre de endorfinas para hacer énfasis a su origen endógeno y a su acción semejante a la morfina. Estas sustancias participan en diferentes funciones del organismo, especialmente en aquellas relacionadas con el balance energético y función reproductiva.

Con respecto a esta última función, y como se muestra en el esquema 1, las endorfinas producen una inhibición de la secreción del factor hipotalámico, liberador de gonadotrofinas (GnRH), lo que Produce una disminución de las gonadotrofinas u hormonas hipofisarias (LH y FSH) que controlan la función ovárica. De este modo, un aumento en la secreción de endorfinas puede traer acompañado una alteración significativa del patrón sexual.

Para profundizar un poco más en el problema, digamos que a la luz de los avances en la neuroendocrinología se ha podido establecer que el ciclo menstrual normal se caracteriza por una secreción pulsátil (intermitente) del factor liberador de gonadotrofinas (GnRH), lo que se traduce por una secreción también pulsátil de gonadotrofinas por parte de la Hipófisis y por una adecuada síntesis hormonal y maduración folicular a nivel ovárico.


Fenómeno pulsátil

La actividad pulsátil es modificada por los niveles de esteroides gonadales (estradiol y progesterona) por un mecanismo de regulación negativo. Esto es, la descarga de GnRH sigue a una baja de los niveles de esteroides. Por su parte, también los niveles de neurohormonas (endorfinas) contribuyen a la regulación de la secreción pulsátil.

La importancia fisiológica de la secreción pulsátil de GnRH pudo ser establecida por el grupo de Knobil. Este equipo de investigadores utilizó como modelo experimental a monos Macacus Rhesus a los cuales se les destruyó selectivamente el núcleo arcuato; posteriormente fueron sometidos a distintos régimen de administración exógena de GnRH.

Sólo al administrar el factor en una forma intermitente con una frecuencia y concentración determinada, la hipófisis respondía; esto permitió concluir que sólo una administración pulsátil y no continua de este factor era capaz de reanudar la secreción en GT por parte de la hipófisis y por lo tanto factores que regulan la actividad del núcleo arcuato, tales como neurohormonas y esteroides gonadales lo hacen fundamentalmente modificando su frecuencia basal, que para la especie humana fluctúa entre 1 pulso cada 90 -120 minutos. Aquellas sustancias que producen una desaceleración del núcleo arcuato pueden llevar, en casos extremos, a una inhibición del eje y por lo tanto de la función ovárica, como es el de las endorfinas.

Como en la práctica clínica es virtualmente imposible medir la actividad pulsátil del núcleo arcuato, nos valemos de un método indirecto que consiste en medir la frecuencia y amplitud de los pulsos de gonadotrofinas. Para ello se utiliza de preferencia la medición de los pulsos de LH por tener esta hormona una vida media más corta que FSH, lo que permite una mejor identificación de los pulsos.

La utilización de la secreción de LH como monitorización de la secreción de GnRH tiene su fundamento en que solo GnRH es capaz de generar pulsos de LH por la hipófisis anterior.


Trabajo en Alemania

Basados en este concepto y en el aumento de la incidencia de trastornos menstruales por deportistas que consultaban en la clínica universitaria de la ciudad de Ulm (República Federal Alemana), elaboramos un proyecto de investigación (1984) en el cual evaluamos el efecto del ejercicio físico sobre la pulsatilidad de LH.

El grupo estudiado estuvo constituido por 14 mujeres sanas con ciclos regulares y fertilidad comprobada, que diferían por entre sí por el grado de entrenamiento.

El estudio se llevó a cabo en dos etapas; en la primera se midió la pulsatilidad basal de LH, para lo cual se hicieron determinaciones hormonales cada 20 minutos durante 4 horas. En la segunda etapa se midió nuevamente la pulsatilidad de LH bajo estímulo físico (bicicleta ergométrica) siguiendo las mismas pautas de la etapa anterior.

Como podemos observar en las figuras, bajo el estímulo físico se produjo una caída dramática de la pulsatilidad de LH. Este efecto es mayor a menor grado de entrenamiento físico del sujeto estudiado.

Pudimos deducir, por lo tanto, que el ejercicio físico es capaz de modificar la pulsatilidad de LH, lo que indirectamente produce un cambio en la pulsatilidad de GnRH y de la actividad del núcleo arcuato.

Estudios posteriores que usaron un modelo experimental semejante al nuestro pero en los cuales además se midieron niveles de endorfinas o se utilizaron antagonistas de endorfinas como es la Naloxona, pudieron establecer que este efecto, ya observado por nosotros, era mediado por una acción inhibitoria de las endorfinas sobre el núcleo arcuato y por lo tanto sobre la función del eje que comanda la función ovárica. Conjuntamente con este efecto y gracias a su estructura opioide, estas sustancias son capaces de llevar al sujeto a un estado psicológico descrito por los norteamericanos como "Brigh". Este estado, inducido por el ejercicio, se describe como análogo a otros estados de adicción y comparte con ellos el efecto secundario de síntomas de privación, que pueden llegar a ser severos. Esta verdadera adicción explica en gran medida la "epidemia" de corredores que ha surgido en los últimos tiempos.

Se estima que aproximadamente el 15% de la población estadounidense practica o ha practicado al "jogging" (trote corto); este fenómeno aumenta la inquietud del gremio médico, para hacer sonreír felizmente a los fabricantes de artículos deportivos. Si ha esto asociamos los interesantes estudios de Yates, en cuanto a rasgos de personalidad de ciertos "corredores compulsivos", tales como inhibición, perfeccionismo y depresión, el correr pasa a ser uno de los fenómenos sociológicos más notables de la época actual.



Teresa Sir Peterman

Depto. de Endocrinología
Hospital San Juan de Dios

División Ciencias Médicas Occidente
Universidad de Chile.


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