Control de salud de los regalones
( Publicado en Revista Creces, Abril 1985 )

Perros y gatos conviven con el hombre y en especial con los niños. Es útil prevenir la aparición y luego transmisión de muchas enfermedades que pueden afectarlos.

Son muchas las familias que albergan en su hogar algún animal regalón que comparte los juegos de los niños, acompaña a los ancianos y sirve de guardián de la casa. Entre éstos, el perro y el gato son las especies que habitualmente desempeñan esta función cumpliendo un papel importante dentro de la familia. Sin embargo, debido al estrecho contacto del ser humano con estas especies, puede suceder que de "buenos amigos" puedan constituirse en un peligro para la salud del hombre.

Tanto el perro como el gato pueden padecer diversas enfermedades que les son propias y otras que son comunes al ser humano, que se transmiten de los animales al hombre y se denominan Zoonosis. Muchas de éstas podrían evitarse si los dueños de estos animales hicieran controlar periódicamente a sus regalones por un medico veterinario y siguieran los esquemas de vacunación y normas de salud que se entregan en el control.


Prevención

Entre las numerosas enfermedades transmisibles nos referimos a aquellas más frecuentes en nuestro medio y que deberían ser conocidas para ayudar a su prevención y Control.

La rabia es una enfermedad producida por un virus, cuya distribución geográfica se presenta en todos los continentes habitados con excepción de Oceanía. La gran mayoría de los casos humanos se registran en las grandes ciudades y se deben a mordeduras de perros rabiosos. La importancia de la rabia para la salud pública no radica en el número de casos, que anualmente es reducido, sino en la alta letalidad, prácticamente en el 100% de los enfermos.

En el quinquenio 1970-1974 ocurrieron en América 1 156 casos humanos, es decir un promedio de 231 por año. Las fuentes principales de infección para el hombre en las ciudades son, en primer termino, los perros y luego los gatos. Entre 1970 y 1974 hubo en el continente un promedio anual de 15 046 perros y 1110 gatos con diagnóstico de rabia.

En el perro el período de incubación es de 10 a 60 días o más. Al principio los perros manifiestan un cambio de conducta, se esconden en rincones oscuros o muestran una agitación inusitada. El animal se sobresalta al menor estímulo. Hay falta de apetito, estimulación genitourinaria y ligero aumento de la temperatura corporal. El perro se vuelve peligrosamente agresivo, con tendencia a morder objetos, animales y al hombre, incluyendo a su propio dueño.

La salivación es abundante, ya que el animal no traga la saliva debido a la parálisis de los músculos de la deglución, y hay una alteración del ladrido por la parálisis parcial de las cuerdas vocales, emitiendo un aullido ronco y prolongado. Los perros rabiosos tienen propensión a abandonar sus casas y recorrer grandes distancias, atacando furiosamente a otros animales. En la fase terminal de la enfermedad con frecuencia se pueden observar convulsiones generalizadas, luego incoordinación muscular y parálisis de las extremidades.

Existe una forma muda de la enfermedad que se caracteriza por síntomas predominantemente paralíticos. El animal tiene dificultad en la deglución y es frecuente que el dueño sospeche que el perro se haya atragantado con un hueso, por lo que trata de socorrerlo exponiéndose de tal manera a la infección. El curso de la enfermedad es de uno a once días.

En el gato, la mayor parte de la enfermedad es de tipo furioso, similar a la sintomatología del perro.

El enfoque más racional para prevenir la rabia humana es el control y la erradicación de la infección en el perro. Se recomienda la vacunación anual de todos los perros a partir de los 4 meses de edad.


Leptospirosis

En el hombre se la conoce como enfermedad de Weil y en los perros se denomina enfermedad de Stuttgart. Es debida a la Leptospira, de la cual hay numerosos serotipos. Hay serotipos universales como la L. icterohemorragica y L. canicola, y otros que son propios de ciertas regiones. El reservorio principal de L. canicola es el perro, pero se le puede encontrar ocasionalmente en zorros, cerdos y bovinos.
En el perro la infección puede variar desde asintomática a cuadros clínicos graves. La forma más aguda es la hemorrágica, que se instala repentinamente con fiebre por 3 ó 4 días, seguida por rigidez y dolores musculares en los miembros posteriores, hemorragias en la cavidad bucal y faringitis. En una etapa posterior puede haber gastroenteritis hemorrágica y nefritis aguda. Tanto en la infección por L. canicola como por L. icterohemorragica puede haber ictericia, predominando este signo sobre todo en la infección por el último serotipo. La letalidad se estima aproximadamente en un 10%.

Después de la primera semana de enfermedad, las leptospiras se eliminan del organismo animal por vía urinaria (leptospiruria), contaminando el ambiente. Los verdaderos reservorios de la infección son los animales que tienen una leptospiruria prolongada y generalmente no sufren ellos mismos la enfermedad. En los animales, igual que en el hombre, el diagnóstico se hace aislando el agente causante de la sangre durante la primera semana de la enfermedad; después se le aísla de la orina, ya sea por cultivo directo o por inoculación a animales de experimentación. El examen de varias muestras de un mismo individuo no es siempre fácil de realizar en la práctica veterinaria.

En el perro, la vacunación previene eficazmente la enfermedad, pero no protege completamente contra la infección. Los animales vacunados pueden infectarse y no mostrar síntomas clínicos, pero pueden tener leptospiruria, aunque en menor grado y por menos tiempo que los animales no vacunados.

Se conocen algunos casos humanos de leptospirosis contraída de perros vacunados. La vacunación de los perros se hace a partir de los 3 meses con la llamada vacuna triple que incluye además Distemper y Hepatitis Contagiosa Canina.


Tuberculosis

Los perros son muy resistentes a la tuberculosis experimental. Los casos que se registran en esta especie se deben probablemente a una exposición masiva y repetida al cohabitar con pacientes humanos o al consumir repetidas veces productos contaminados. La infección puede producirse por vía aérea o por ingestión de esputos, leche y vísceras. Aproximadamente el 75% de los casos se deben al bacilo humano y el resto al bovino. La infección se localiza sobre todo en los pulmones o ganglios mesentéricos y a veces se encuentran también úlceras intestinales y lesiones renales.
Por consiguiente, el perro puede eliminar bacilos tuberculosos por la tos, saliva, heces y orina. Se ha demostrado asimismo que los perros que viven en casas de pacientes tuberculosos pueden albergar el agente causante en su faringe y heces sin desarrollar lesiones tuberculosas. Si bien es cierto que son pocos los casos en los cuales se ha podido comprobar la transmisión de la infección del perro al hombre, es indudable que el perro tuberculoso (y aún el animal aparentemente sano que cohabita con pacientes tuberculosos) representa un riesgo potencial y debe ser sacrificado.

Los gatos también tienen una alta resistencia natural para desarrollar lesiones tuberculosas. El agente patógeno más común en ellos es M. bovis, que se ha aislado en un 90% de los casos. La vía de infección es la digestiva, por consumir leche o vísceras que contienen bacilos tuberculosos.


Brucelosis

En el perro ocurren casos esporádicos de brucelosis debido a Brucella abortus B. suis y B. melitensis. Una enfermedad de proporciones epizoóticas es la causada por B. canis, infección muy difundida en Estados Unidos. Recientemente se ha comprobado su presencia en varios países de otros continentes, lo que indica que es de distribución cosmopolita. La brucelosis por B. canis se caracteriza por abortos, muerte embrionaria, inflamaciones a la próstata, testículos, etc., y una prolongada presencia de bacterias en la sangre. El aborto ocurre aproximadamente a los 50 días de la gestación. La transmisión se produce tanto por vía oral como venérea. El hombre es susceptible a la infección por B. canis y se han comprobado varios casos en personal de laboratorio y de perreras, así como en miembros de familias que poseían infectados.


Toxoplasmosis

Es una enfermedad producida por el Toxoplasma gondii, que es un esporozoario con un ciclo evolutivo muy complejo. En el gato la infección asintomática es muy común; la infección sintomática con diarrea, hepatitis, neumonía y encefalitis. En el perro la toxoplasmosis sintomática ocurre sobre todo en cachorros.

En el hombre la infección es muy común, pero la enfermedad clínica es poco frecuente. Se estima que alrededor de un tercio de la población mundial posee anticuerpos para el parásito.

Como el huésped definitivo del parásito es el gato y otros félidos, éstos son de fundamental importancia en la epidemiología porque eliminan con sus heces ooquistes que son sumamente resistentes a los factores físicos y químicos. Los gatos se infectan al ingerir carne cruda, aves o ratones con quistes conteniendo tales formas. Las materias fecales del gato son una fuente de infección para muchos mamíferos y aves.

Hay una relación entre la tenencia de gatos y la tasa de prevalencia de seropositividad; la tasa es por lo menos 2 veces mayor entre personas que tienen gatos en sus casas en comparación con las que no los poseen. Las materias fecales del gato deben eliminarse diariamente en la letrina antes de que los ooquistes puedan esporular.


Hidatidosis

Llamada también Equinococosis, quiste hidatídico. Los huéspedes definitivos de Echinococcus granulosus, un gusano segmentado, son los perros y algunos animales silvestres. El individuo adulto vive prendido a las vellosidades de la mucosa del intestino delgado del huésped definitivo, y tiene sólo de 3 a 6 mm de longitud y 3 proglotidas o segmentos. (Véase a este respecto el documentado articulo publicado por CRECES 12, 1,24-29). La oncosfera (embrión) contenida en el huevo tiene que ser ingerida por un huésped intermediario para seguir su evolución. Los huéspedes intermediarios son los ovinos, bovinos, porcinos, caprinos y el hombre. La oncosfera se libera en el intestino delgado de los huéspedes intermediarios, atraviesa la pared intestinal y es llevada por la corriente sanguínea a varios órganos, en los que se desarrolla el estadio larval, hidátide o quiste hidatídico.

La localización más frecuente de los quistes hidatídicos es en el hígado y pulmones, pero ocasionalmente pueden ubicarse en cualquier otro órgano.

El E. granulosus está ampliamente difundido en el mundo, con áreas de alta endemicidad en la parte meridional de América del Sur (Chile, Uruguay, Argentina, Perú y Sur de Brasil). En el perro parasitado por la forma adulta de E. granulosus no se observan síntomas clínicos. Un número grande de parásitos, sin embargo, puede ocasionar una enteritis.

Las pérdidas económicas más evidentes son las causadas par el decomiso de vísceras con quistes hidatídicos, especialmente hígados. A las pérdidas que sufre la economía ganadera se suman las debidas a la atención médico-quirúrgica de las personas. Los ovinos y otros huéspedes intermediarios contraen la hidatidosis por la ingestión de pastos contaminados con heces de perros que contienen huevos del gusano. Los perros a su vez se infectan al ingerir vísceras que contienen quistes fértiles. El hombre es un huésped intermediario, pero no juega ningún papel en el ciclo biológico, sin embargo, es el principal responsable por la perpetuación de la infección al alimentar a los perros, por costumbre o necesidad, con vísceras portadoras de quistes hidatídicos. El hombre contrae la enfermedad por contacto directo con los perros infectados o indirectamente por alimentos, agua y objetos contaminados. El contacto directo es importante. Los proglotidos o segmentos grávidos de Echinococcus se encuentran sobre todo en la superficie de la masa fecal y pueden acumularse en torno al ano del animal, donde se desintegran y dejan en libertad los huevos. Estos son llevados por la lengua y el hocico del perro a diferentes regiones del cuerpo, ofreciendo al hombre la oportunidad de contaminarse las manos al acariciar al animal.


Toxocariasis

El Toxocara canis es un parásito que en estado adulto vive comúnmente en el intestino delgado del perro, especialmente en los cachorros. La prevalencia varia entre 12 y 83% y es significativamente mayor en perros jóvenes.

La infección humana se produce por larvas de Toxocara y la localización es extraintestinal. El síndrome ocurre sobre todo en niños de 18 meses a 3 años de edad, más expuestos a ingerir los huevos de Toxocara, pero se presenta también en individuos adultos. La gran difusión y alta prevalencia de Toxocara en perros y gatos, el gran número de huevos que estos eliminan y la resistencia de los mismos son factores que contribuyen a la contaminación del suelo, que es la fuente de infección para el hombre.

Los niños son los más expuestos por jugar en el suelo y llevar tierra y diferentes objetos contaminados a la boca. La medida principal de control consiste el desparasitar periódicamente a los perros y gatos.


Dipilidiasis

El Diphylidium caninum es un cestode (gusano) cuyos huéspedes definitivos son el perro y el gato. Los huéspedes intermediarios son principalmente las pulgas de estos animales. En el perro y gato, la dipilidiasis raramente da lugar a manifestaciones clínicas. Los huevos de estos parásitos son ingeridos por larvas de las pulgas para continuar el ciclo evolutivo. El perro o el gato ingieren las pulgas desarrollándose el cestode maduro en el intestino de estos animales.

En el hombre la dipilidiasis afecta principalmente a niños de poca edad, que se infectan accidentalmente por el mismo mecanismo que los perros y gatos, es decir por ingestión de pulgas parasitadas larvas de Diphylidium. La infección humana ocurre prevalentemente en niños que están en estrecha relación con los animales de la familia y con sus ectoparásitos.


Dermatofitosis

Llamadas también tiñas del perro y del gato. Son producidas por diversas especies de hongos de Microsporum y Trichophyton. Es importante indicar que las lesiones se encuentran sobre todo en la cara y garras en los gatos.
El Microsporum canis está muy bien adaptado al gato y en el 90% aproximadamente de los animales infectados no se encuentran lesiones aparentes.

En el perro éstas son frecuentes y a la vista y pueden presentarse en cualquier parte del cuerpo, en forma de tiña circinada. La transmisión al hombre se hace por contacto con un animal infectado (enfermo o portador). Los dermatofitos permanecen viables en el epitelio descamado por muchos meses y aun años. Un mismo animal puede infectar a varias personas de una familia, pero generalmente el dermatofito zoófilo no se propaga de hombre a hombre y no ocasiona tiñas epidémicas como los dermatofitos humanos. El diagnóstico clínico de tiña puede ser confirmado por la observación microscópica de pelos y escamas de las lesiones; también el aislamiento en medio de cultivo que es el único método que permite la identificación de la especie. La prevención de la tiña humana por especies animales debería basarse en el control de la infección en estos últimos.



Alfonso Court. L.

Escuela de Ciencias Veterinarias
Universidad de Chile.


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