La amazonía y el equilibrio de la biosfera
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1992 )

Suele afirmarse que la Amazonía es uno de los últimos territorios vírgenes o semivírgenes del planeta. Este artículo da cuenta de las características geográficas, hidrológicas y botánicas de esta región y a la vez señala sus principales potencialidades de desarrollo, alertando contra su destrucción.

El ecúmeno está sufriendo aguda crisis. La producción de alimentos, la disponibilidad de aguas para la sobrevivencia humana, la preservación de la naturaleza, los peligros de contaminación y el equilibrio ecológico son algunos de los grandes problemas que en la actualidad estamos enfrentando los investigadores y científicos de todo el mundo.

En medio de estas apremiantes inquietudes, los espacios geográficos adquieren especial relevancia, en particular la Amazonía, que se nos presenta como una de las últimas regiones de la tierra aún desconocidas, con gran potencialidad económica y en una posición geográfica que posibilita una prometedora utilización de ella.

La región amazónica, por ocupar un espacio transnacional constituye un elemento común para varios Estados latinoamericanos, aun cuando la participación de cada uno de ellos sea bastante desigual; concebida como Región Natural, la Amazonía abarca el norte brasilero (estados de Pará, Amazonas, Acre, Rondonia y los territorios federales de Amapá y Roraima); las tres Guayanas (Guyana, Surinam y Guayana Francesa), el este y sur de Venezuela (territorios de Delta Amacuro y del Amazonas); el sudeste y sur de Colombia (intendencia de Caquetá y comisarias de Amazonas, Guanía, Putumayo, Vampes y Vichada); el este de Ecuador (provincias de Napo y Pastaza); Perú (departamentos de Loreto y Madre de Dios); y finalmente el norte de Bolivia (departamentos de La Paz y Beni).

La Amazonía ha sido desde siempre fuente de inspiración para escritores y artistas. Las razones de esta fascinación amazónica las debemos buscar en los propios antecedentes geográficos que la región nos ofrece, por cuanto ella representa la vigésima parte de la superficie terrestre; no cabe por entero dentro de la soberanía de un solo país y su extensión de casi siete millones de kilómetros cuadrados corresponde a cerca del 35 por ciento de América del sur. En Brasil, 63 por ciento del territorio está ocupado por la región amazónica.

En virtud del predominio del clima de elevada pluviosidad en la casi totalidad de su inmensa área, la cuenca amazónica presenta la más densa y rica red de drenaje conocida, lo que la hace poseedora del más formidable sistema fluvial de la tierra. Al recoger gran parte de la precipitación pluvial del globo, los ríos amazónicos son permanentemente caudalosos, transportando cerca de un quinto del volumen de toda el agua dulce del planeta. El río Amazonas es la arteria fluvial de mayor flujo, al arrastrar el 15 a 20 por ciento del agua que todos los ríos del mundo conducen a los océanos. A esto debemos sumar la suposición de que la Cuenca Amazónica sería fuente de un importante sistema meteorológico de sensible importancia en la difusión de las precipitaciones continentales, por lo cual la degradación del medio ambiente amazónico tendría efecto en todo el cuadro climático de América del Sur. Por último, al poseer un tercio de las reservas mundiales de florestas latifoliadas, la Amazonía representa uno de los elementos reguladores para el equilibrio ecológico de la biosfera.

La Amazonía corresponde a un gigantesco complejo que reúne múltiples factores que la transforman en un importante espacio geográfico y en un desafío constante al ingenio y capacidad del hombre. Históricamente, ha sido materia prima para grandes especulaciones.

En unas, de extrema fantasía, se la presenta como un área sobrenatural y de prodigiosas riquezas; otras, en cambio, son de un marcado pesimismo, en que se le imputa una condición esotérica y una pobreza paupérrima. Ambas visiones pecan de falta de objetividad por no basarse en las reales condiciones que posee la Amazonía. Por tratarse de un área donde la naturaleza todavía se manifiesta en términos grandiosos y determinantes, el conocimiento de su geografía física resulta primordial para evaluar en su adecuada dimensión las reales oportunidades y expectativas que la región ofrece para millones de seres humanos.
Respecto de las condiciones geomorfológicas de la Amazonía, han sido propaladas muchas ideas erróneas, principalmente debido a preconceptos y a la falta de investigaciones. Algunos autores la han definido como "la tierra más nueva del mundo" o como "tierra inmadura". Sin embargo, esto sólo seria verdadero para la planicie del Amazonas, que corresponde a una ínfima parte de la región. Superficialmente, la cuenca sedimentaria amazónica presenta una planicie de topografía aparentemente homogénea, cubierta de florestas y con escasa población; desde el punto de vista estructural, ella está constituida por un vasto sinclinal en la dirección este-oeste comprendido entre las montañas de la Guayana y la divisoria con el Orinoco por el norte, y la meseta brasilera y la cabecera del Madeira por el sur.

En lo que respecta a los estudios geomorfológicos, sólo grandes unidades pueden ser identificadas, resultando casi imposible establecer correlaciones y diferenciaciones más profundas y consistentes entre tipos de planicie y tierras firmes. Por ahora sólo podemos señalar de manera muy general que la región se encuentra situada casi por completo por debajo de los 300 metros en relación al nivel del mar, y una gran parte de ella está bajo los 150 metros, en tanto que casi un 10 por ciento del área de tierras bajas está formada por suelos aluviales en las llanuras recorridas por los ríos y, dado su bajo nivel, están sujetas a periódica inundación, siendo conocidas como "varzea". Modelada por el drenaje de los ríos, la planicie de inundación posee los más variados aspectos, tales como canales, furos, meandros, lagos e islas.

Las tierras firmes representan a los terrenos que no son inundados por el río Amazonas y están formados por sedimentos de la edad Terciaria, cubriendo la mayor extensión de la gran planicie amazónica. Estas tierras se disponen a partir de la varzea y presentan una topografía extremadamente monótona, formando verdaderas terrazas en donde principalmente se sitúan las ciudades y establecimientos amazónicos.

En relación al clima amazónico podemos afirmar que es ecuatorial, por tanto caliente y húmedo, con temperaturas medias superiores a 25°C y con variaciones de menos de 2°C entre el mes más caliente y el más frío. Los totales anuales de lluvia son, en regla, superiores a 1.500 mm. Sin embargo, en torno a sus condiciones climatológicas también existen concepciones equivocadas. Normalmente se le atribuye al clima amazónico la producción de una serie de molestias y enfermedades en el hombre. En realidad, estos males responden más al subdesarrollo que a las condiciones naturales del área, ya que el clima amazónico no es especialmente insoportable o letal.

Sin lugar a dudas, los elementos más característicos y sobresalientes de la Amazonía son su vegetación y su hidrografía. La floresta amazónica es la mayor selva ecuatorial del mundo, en tanto su cuenca -como se mencionara- presenta la más densa y rica red de drenaje conocida.

La Amazonía es el dominio de la Floresta Latifoliada Perenne, a la que Alexander Humboldt denominó Hileia y que se extiende por los territorios de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela. Vista desde lo alto de un avión, su vegetación parece muy homogénea; no obstante, desde el suelo se puede notar su extrema heterogeneidad. Al igual que en otros aspectos, la vegetación amazónica también ha sido objeto de mitos que no tienen asidero científico. Es común que se mencione a la Amazonía como el pulmón del mundo en razón de su magnifica floresta, pero la realidad nos demuestra que el oxígeno producido es consumido casi enteramente por la misma floresta.

Del mismo modo, en otros tiempos los suelos amazónicos fueron considerados de alta fertilidad a partir del juicio apriorístico de que solamente tierras muy ricas podrían sustentar una floresta de tal magnitud. Estudios posteriores llevaron a la clasificación de sus suelos en el gran grupo de los lateríticos, por tanto pobres, rasos y frágiles. Una vez removido el manto vegetal, la erosión y la lixiviación los dejarían en corto tiempo reducidos a una coraza ferruginosa sin ningún valor agrícola; es decir, esos suelos serian mero soporte físico de la floresta, cuyos árboles se nutrirían básicamente del humus por ellos mismos producido. En la tierra firme las investigaciones han detectado un predominio de los latosolos de pH ácido, esto es, suelos moderadamente fértiles, los que en la práctica demuestran una rápida susceptibilidad de agotamiento cuando se los somete a las tradicionales rutinas agrícolas.

Su riqueza botánica, que supera las 600 especies de madera de ley, ya representa, dada su fácil explotación, signos de extinción de algunas variedades.

Si a esto agregamos la pobreza de sus suelos, es evidente que se deben tomar urgentes medidas tendientes a proteger sus recursos vegetales y conservar sus suelos.

La hidrografía, y muy especialmente el río Amazonas con sus numerosos afluentes, posee una gran importancia en la organización y valorización del espacio amazónico. Por más de tres siglos estos ríos han sido las vías naturales de circulación, y de penetración, y es en sus márgenes donde se han localizado los habitantes de la Amazonía interior.
En el paisaje terrestre, el río Amazonas se destaca como uno de los más notables accidentes geográficos; sin lugar a dudas sus 5.825 kilómetros de extensión, que drenan aproximadamente a un cuarto de la superficie de América del Sur y que abarcan seis de los once países sudamericanos, más su condición de arteria fluvial de mayor flujo ya medida, le confieren un lugar de privilegio en el cuadro hidrográfico internacional.

El nacimiento de este río ocurre en el lago Lauri o Lauricocha, en los Andes del Perú, a poco más de 10° de latitud sur. Inicialmente corre en dirección general sur-norte, como un río de montaña con fuerte gradiente y vertientes muy altas. A partir del Pongo de Manseriche, y hasta la desembocadura en el Atlántico, su curso se desvía definitivamente para la dirección oeste-este. El curso medio del Amazonas va del Pongo de Manseriche en el Perú hasta la ciudad de Obidos, en Brasil.

La portentosa hidrografía amazónica también nos ofrece fenómenos muy curiosos y dignos de ser mencionados; en el bajo curso del río Amazonas se presenta la famosa ""pororoca"", que consiste en un violento encuentro de las aguas del río con las del mar. En los lugares de menor profundidad este fenómeno adquiere gran magnitud, manifestándose con un fuerte oleaje muy dañino para su entorno. También resultan interesantes las investigaciones relativas a la coloración de sus aguas siendo clasificados como ríos negros, blancos y transparentes. Los estudios han señalado que los ríos negros tendrían ese color debido a la disolución de ácido húmico, por lo tanto se trata de aguas de pH bajo y que acarrean pocos sedimentos dando origen a hermosas playas (ríos Negros, Nhamundá y Manés). Por su parte, los denominados ríos blancos presentan aguas barrosas y acarrean cantidades de materia sólida fina, lo que hace que sus planicies tengan suelos ricos (ríos Amazonas, Branco, Juruá, Purus y Madeira). Después de las primeras lluvias, los ríos transparentes adquieren tonalidades verdes en razón de transportar gran cantidad de partículas de musgo como es el caso del río Tapajós y el Xingú. Finalmente, hay que señalar que las aguas tiznadas de arcilla del río Amazonas tiñen el océano Atlántico hasta una distancia superior a 200 kilómetros de la costa, haciéndole disminuir sensiblemente su salinidad.

En su extensa área, la Amazonía tiene representadas todas las edades geológicas, desde el Arqueno hasta el Cuaternario, admitiéndose por tanto la existencia de grandes recursos minerales; sus ambientes pre-Cambrianos, al igual que los Paleozoicos, presentan similitudes con los de otras áreas del mundo donde importantes minas están en producción. En tanto sus platós Terciarios, una litología adecuada aliada a su morfología y clima favorable, han dado origen a considerables depósitos de mineral de aluminio.
La gran potencialidad que se vislumbra en la Amazonía ha despertado el interés de grupos nacionales y extranjeros por ejecutar proyectos de prospección en la región; estos trabajos ya han sido premiados con significativos descubrimientos, algunos de importancia en el panorama internacional, tales como el fierro de Carajás, la bauxita de Trombetas y Paragominas, el manganeso de Azul, etc., todos ellos en territorio brasilero.

El total de los yacimientos descubiertos hasta el momento corresponde a los gigantes del mundo mineral, presumiblemente por la mayor facilidad de identificación que ellos presentan a través de su morfología característica. Los metales básicos, como cobre, plomo o zinc, corresponden a blancos menores que difícilmente pueden ser localizados sólo por métodos directos de prospección. En las condiciones tropicales de la Amazonía hay necesidad de continua y sistemática búsqueda geológica, auxiliada por técnicas geoquímicas y geofísicas que puedan llegar al blanco deseado, como bien ha quedado demostrado en el hallazgo de promisorios depósitos de sulfatos de cobre en Carajás.

Es importante considerar que junto a las significativas posibilidades de su potencial mineral, también se manifiestan grandes dificultades para a utilización de esos recursos dadas las naturales condiciones impuestas por la región. La investigación mineral en la Amazonía involucra capitales y riegos considerables; los trabajos de prospección geológica presentan particularidades especiales, pues requieren un eficiente y costoso apoyo logístico. Los grupos que enfrentan el desafío son obligados a montar estructuras administrativas y operacionales de gran complejidad, que van desde la asistencia médico-sanitaria hasta la implantación de un sistema de comunicaciones y transportes que incluye la utilización de helicópteros y aviones, es decir, la región exige un soporte de amplios recursos humanos y financieros.
Frente a esta realidad amazónica, sólo las empresas estatales y particularmente los grandes grupos económicos multinacionales pueden intentar invertir en proyectos regionales. A pesar de la relativa rapidez y del significado de los descubrimientos, son pocas las obras minerales que han sido efectivamente implantadas, tanto por efectos de los elevados costos de esta etapa del desarrollo mineral como por las deficiencias de infraestructura que presenta en general el área, situación que además es agravada por la actual coyuntura económica mundial. Pese a contar con innumerables riquezas naturales, en términos socioeconómicos la región aún permanece como un área bastante atrasada y con un débil intercambio interregional, entre otras cosas, dada la gran dimensión del espacio amazónico, los problemas de transportes y su baja densidad demográfica.

Aun cuando su tasa de crecimiento poblacional sea del orden del 6 por ciento anual, la desproporción espacio-población continúa siendo uno de los más graves problemas para las posibilidades de desarrollo regional. Las bajas densidades demográficas, la extrema dispersión de ella y la alta concentración de los urbanos en pocas ciudades, llevan a una organización espacial que refleja el grado incipiente de su sistema económico, en el que la mala utilización de los recursos naturales, el primitivismo de los procesos productivos, la falta de integración interna y la debilidad que se crea al basarse en actividades primarias de escaso o nulo dinamismo, son los grandes responsables por la relativa estagnación del medio. De ese modo, las actividades productivas regionales no son capaces de generar por sí mismas el impulso necesario para el avance de las fronteras de poblamiento a través de los inmensos espacios vacíos de la región. Si a esto sumamos la baja calificación laboral de la población y las precarias condiciones de vida en que subsiste una alta proporción de sus habitantes, difícilmente se pueden crear estados y relaciones de producción más modernas, dinámicas y eficientes.

América Latina representa una de las grandes contradicciones del mundo contemporáneo. La gran mayoría de sus naciones cuenta, por un lado, con significativos recursos naturales tanto renovables como no-renovables, pero por otro se enfrenta constantemente con el espectro de la miseria y la marginalidad social. En este cuadro regional, la Amazonía constituye un área con características, problemas y posibilidades muy peculiares. Un área cercana a los siete millones de kilómetros cuadrados que constituye la mayor cuenca hidrográfica del mundo. Riquezas naturales numerosas y aún no del todo evaluadas, recursos minerales conocidos y rentables (cobre, diamantes, estaño, fierro, oro, etc.). Incluso se explota petróleo en la Amazonía ecuatoriana, colombiana y venezolana. Su extensa red hidrográfica nos ofrece 80.000 kilómetros de ríos frecuentemente navegables y con gran potencial hidroeléctrico.

El estudio de la Amazonía continental adquiere, por tanto, una monumental dimensión, demandando un abordaje desde varios frentes, pues en ella resultan infructuosas las iniciativas aisladas. En este sentido, sectores internacionales económicos, políticos y ecológicos desean participar y contribuir en su preservación, desarrollo o simple explotación. La región amazónica está viviendo momentos decisivos junto al procesamiento de marcados cambios con sensible alteración para su equilibrio natural. Ante esta situación, concentrarse en acelerar y profundizar su conocimiento debe constituir una de las mayores prioridades para las ciencias actuales, pues de las directrices que se adopten dependerá la utilización de su potencial, su fortalecimiento económico y las reales expectativas que de ella se puedan extraer.

La constatación de esta responsabilidad motivó a la diplomacia brasilera a reunir en un Tratado a todos los países tributarios de la cuenca. Así, el 3 de julio de 1978 se conjugaron los esfuerzos para el desarrollo armónico de la Amazonía, la plena incorporación de los territorios amazónicos a las economías de los Estados, el intercambio de experiencias en materia de promoción del desarrollo regional, la mantención del equilibrio entre el crecimiento económico y la preservación del medio ambiente. Estos nobles propósitos se encuentran explicitados en el preámbulo del Tratado de Cooperación Amazónica firmado por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela; la preocupación de estos países por formular y aprobar el Tratado constituye una experiencia única, por cuanto sus objetivos buscan acelerar el desarrollo regional en forma armónica por medio de acciones bilaterales y multilaterales, de modo que se obtengan resultados equitativos, respetándose la soberanía y los intereses nacionales de cada país. Mediante su firma queda establecido el instrumento fundamental para el desarrollo de la Amazonía, a la vez que se nos propone un interesante modelo de cooperación internacional que puede representar un paso importante en la solución de los problemas de desarrollo regional. La ocupación de uno de los últimos vacíos del planeta podría realizarse asegurando la armonía de un modelo social, económico y ecológicamente equilibrado, pues en este sentido el Pacto Amazónico también entrega una latente preocupación por la preservación del medio ambiente.

Sin embargo, considerando a necesidad de salvaguardar amplias áreas de la Amazonía, resulta honesto y necesario reconocer que el medio ambiente amazónico viene sufriendo progresivamente el impacto de las actividades económicas armadas con tecnologías de un alto poder destructivo del equilibrio natural. En nombre del desarrollo se está relegando la conservación de importantes recursos naturales; se ha devastado la cubierta vegetal; el fuego ha arrasado campos, flora y fauna; se abusa de la capacidad productiva del suelo y el superpastoreo; es decir, se está degradando la naturaleza como si el sistema económico no dependiera del medio ambiente

No se trata de dejar planteada una visión apocalíptica del futuro. Lo que se intenta es llamar la atención hacia una utilización y ocupación del espacio amazónico, que ya ha significado un alto grado de destrucción tanto de sus recursos naturales como de sus poblaciones nativas. Todas las estructuras de rocas, suelos, aguas y formas de vida han pasado por largos procesos evolutivos, integrándose en ecosistemas diversificados que, en conjunto, representan un patrimonio de valor incalculable en el plano ecológico, económico y cultural. Por eso debemos estar muy conscientes de que, de continuar la explotación predatoria de la región, esto resultará en perjuicios irreparables, no sólo para los países amazónicos sino para toda la humanidad.

La necesidad de proteger sus ecosistemas es la demanda básica que nos exige la Amazonía, pero esto que parece tan elemental y obvio, en la realidad enfrenta una difícil aplicación práctica. Si bien las Partes Contratantes del Tratado de Cooperación Amazónica han expresado su voluntad de respetar y salvaguardar el medio ambiente amazónico, impulsando un estilo de desarrollo acorde con las condiciones regionales, la deficiencia de una específica legislación nacional e internacional frente a los recursos naturales crea una serie de inconvenientes para orientar el mejor aprovechamiento y uso del espacio amazónico. La responsabilidad y el desafío que enfrentan los países tributarios de la cuenca amazónica es revertir esta dificultad, creando mecanismos, procedimientos y costumbres que con imaginación creativa y firme decisión frente a la presión internacional puedan atender a las exigencias del medio ambiente amazónico y con ello contribuir a acelerar el definitivo establecimiento de un Derecho Internacional Ambiental.


* Resumen de la Tesis "Amazonía: un derecho de las futuras generaciones" para optar al grado de Magister en Estudios Internacionales.


Verónica de los Angeles Barrios Achavár

Geógrafo Universidad de Sao Paulo

Magister en Estudios Internacionales, Universidad de Chile

Académica Instituto de Estudios Internacionales,

Universidad de Chile



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