Productos básicos, cambio tecnológico y América Latina
( Publicado en Revista Creces, Junio 1991 )

El nuevo paradigma tecnológico mundial, con énfasis en la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, pone en peligro la vialidad económica de los productos básicos que tradicionalmente han sostenido a los países en desarrollo. El desafío es, entonces, adaptarse y potenciar nuevas ventajas comparativas.

I. Los productos básicos

La introducción acelerada de progreso técnico en una gran cantidad de sectores y actividades industriales y de servicios es uno de los factores determinantes de largo plazo que inciden en la oferta, demanda, producción y, obviamente, en el mecanismo de los precios de los productos básicos. El motor de ello sería la llamada Tercera Revolución Industrial, es decir la continuidad de cambios tecnológicos observados en las últimas décadas y aplicados en diversos campos de la ciencia, industria y servicios. Dicho proceso está llevando a las llamadas "economías desmaterializadas", con interesantes consecuencias para los países en desarrollo (PED), especialmente en lo que se refiere a la demanda y precios de materias primas, el valor de los productos manufacturados finales, los flujos y volúmenes de comercio a nivel mundial y la reestructuración de las especializaciones productivas de las diversas naciones y bloques.

Los nuevos paradigmas tecnológicos que aparecen de generación en generación serían una de las claves para entender los diferenciales de precios que se van generando no sólo entre bienes primarios y manufacturados sino también entre diversos bienes al interior de cada grupo.

Hacia 1955 los productos básicos, incluyendo el petróleo, respondían por el 54% del total del comercio de exportación de las llamadas economías de mercado. Por el año 1975 tal proporción había descendido hasta el 39% y en 1989 no llegaba a responder por 1/4 de los flujos comerciales de exportación. Mientras el comercio mundial se había multiplicado por 25 entre 1955, y, 1989 y el de manufacturas por 55, los productos básicos apenas se habían multiplicado por 12, manifestación obvia de la pérdida de dinamismo y de porciones de mercado.

Al empezar la década de los 70 los bienes primarios, incluido el petróleo y sus derivados, representaban casi el 90% de las exportaciones de la región y ahora no alcanzan a cubrir el 60% del total. En otras palabras, junto con reestructurarse los volúmenes y tipos de bienes transados, se ha seguido en forma acelerada una adaptación a la tendencia mundial de agregar más valor a los productos de exportación. Ya ahora los bienes industriales y semimanufacturados han pasado a tener un lugar preponderante en la evolución de las economías latinoamericanas y en los ritmos de exportación, aunque el valor agregado en dichos bienes aún es muy bajo si lo comparamos con aquellos ofrecidos por los países altamente industrializados (PAI).

Las previsiones para el largo plazo son poco optimistas para la mayor parte de los productos básicos de exportación tradicional, mirados en un contexto de una mayor participación en los flujos de intercambio o en la recuperación de sus precios reales a los niveles que se tenían hacia 1980. La gran excepción continuará siendo dada por los energéticos.

Una primera aproximación nos muestra que el valor real de los productos básicos bajó considerablemente durante la década del 80 con respecto a la década anterior, como resultado de la baja de los precios unitarios, según se desprende de aproximaciones de CEPAL y el análisis de los precios reales de 27 productos básicos.

Como bien se desprende del Cuadro N°1, hasta mediados de los años 70 la mayor parte de las materias primas de exportación mostró una tendencia al alza de sus precios reales. Los casos más sobresalientes son los alimentos, que de un índice real de 73,5 puntos (1980=100) llegarán a 152,5 puntos hacia 1974, y los aceites y semillas oleaginosas, que aumentaron desde un índice 126,8 a 193,2 en los años señalados.

Los precios de los energéticos continuaron deprimidos durante casi toda la primera fase, es decir hasta el primer choque petrolero, cuando los precios se duplicaron entre 1973 y 1974.

Luego de la crisis petrolera comienza a conformarse un nuevo ciclo caracterizado por una inestabilidad y baja en los precios mayor que la normal y que cubrirá casi toda la década del 80. Cierta recuperación se observará solamente desde 1987.

Las bajas más acentuadas afectarán al petróleo y sus combustibles, que luego de las tendencias positivas entre los años 1979 y 1982 se fue caracterizando por precios deprimidos hasta quedar a niveles inferiores a los observados en 1973. El gran salto especulativo se presentará en agosto de 1990 con la invasión iraquí a Kuwait, para volver a precios bajo los 21 dólares luego de la reacción aliada y su imposición militar.

Casi idéntica situación de alzas y bajas erráticas se ha observado en el grupo de semillas oleaginosas y aceites, y en alimentos y bebidas tropicales.

En las variaciones de largo plazo, la baja en los precios reales de los productos básicos no estaría simplemente afectada por el diferencial que se ha generado en los aumentos mayores de la productividad en la manufactura y en diferentes servicios, sino que además habría que considerar que la elasticidad ingreso de la demanda de parte importante de los bienes primarios es menor que la de los productos manufacturados. Por lo tanto, a ingresos mayores correspondería una baja creciente en la demanda de bienes primarios y una baja en los precios. Entre otros factores a considerar tendríamos también que incluir aquí la baja en los costos de transporte y los ahorros por aumento de la eficiencia productiva y administrativa.


II. El cambio tecnológico

El hecho de que los PAI hayan dominado desde hace muchos años el cambio tecnológico no es ninguna novedad, ya que gran parte de su adelanto se ha basado en una constante generación de innovaciones e inventos importantes, en tener una fuerza de trabajo capacitada en las áreas más adelantadas de la ciencia y en mantener un alto gasto en investigación y desarrollo (I&D), que apoya firmemente la producción de nuevas tecnologías.

Las transformaciones tecnológicas aplicadas a la industria, comercio y los servicios financieros administrativos han sido el factor principal del aumento de la competitividad y de control de buena parte del mercado por grandes empresas. Nada habla en contra de que lo continúen siendo en el curso de las próximas décadas, teniendo influencia decisiva en el desarrollo de las naciones, en la conformación de los nuevos patrones de ventajas comparativas dinámicas y en la división internacional del trabajo.

Las manifestaciones más importantes del nuevo paradigma tecnológico se evidencian en la aparición de una serie de nuevas tecnologías genéricas concentradas en cuatro sectores que se apoyan en una investigación sólida y en inversiones considerables que por su alto monto son llevadas a cabo casi exclusivamente por los gobiernos, empresas y universidades de los PAI, a saber: a) nuevos materiales, b) biotecnologías, c) energía y d) tecnologías de la información.

Si hacemos un análisis de los datos de la UNESCO veremos que hacia 1987 más de 320.000 millones de dólares eran dedicados a Investigación y Desarrollo (I&D) en el mundo. De esa cantidad casi 4/5 estaban concentrados en los países altamente industrializados, mientras que América Latina apenas aportaba un 1%.

Lo señalado tiene una importancia enorme, ya que la I&D se ha convertido en las últimas décadas en uno de los factores claves para las estrategias de desarrollo y de reestructuración industrial de los PAI, lo que a su vez ha estado influyendo en los rumbos tomados por la industria, la difusión de tecnología, las formas de competencia entre países y empresas, el desarrollo de la educación y los modos de trabajo, las formas de comercialización y demanda de productos básicos y manufacturados y las posibilidades de competir en el mercado mundial.

Si deseamos entender las repercusiones de las nuevas modalidades de progreso técnico sobre la demanda de productos básicos, tenemos que ver qué está pasando en la I&D de los países altamente industrializados, para comprender los cambios que habría en el mediano y el largo plazos, ya que nuevas tecnologías y materiales, sean ellos perfeccionados o nuevos, están incidiendo directamente en la orientación de la demanda y obviamente en los precios.

Junto a los sistemas de colaboración directa entre empresas, gobiernos y universidades, que han alcanzado una gran coherencia nacional, los PAI han desarrollado una serie de proyectos de apoyo al progreso de las capacidades de investigación a nivel multinacional, es decir canalizándolos a través de organismos como la CEE, OTAN o AELC. Esto refuerza la colaboración entre los agentes mencionados y ayuda a desarrollar componentes claves para competir en los mercados mundiales y prepararse para enfrentar los retos tecnológicos que puedan aparecer en este siglo XXI.

En los últimos 20 años se ha desarrollado una serie de programas de cooperación tecnológica entre Estados Unidos y Japón, Estados Unidos y algunos países europeos, entre los países nórdicos y varios PAI, y en la CEE.

En el ámbito europeo, por ejemplo, se ha dado un fuerte impulso a la investigación con una serie de programas sobre informática y comunicaciones (ESPRIT, RACE, DRIVE), modernización de sectores manufactureros (BRITE, EURAM), explotación y valorización de recursos biológicos (BAP-BRIDGE, ECLAIR), energía (JET), etc., y que para los años 1990-1994 involucrarían recursos superiores a los 6.500 millones de dólares. En dicha cantidad no están contabilizados los proyectos de cooperación científico-tecnológica canalizados a través de EUREKA, que hasta el año 1990 acumulaba volúmenes de inversión de más de 7.500 millones de dólares.


III. Algunas consecuencias para América Latina

Los cambios tecnológicos que están afectando los sistemas socio-productivos y comerciales a nivel mundial están ayudando a la sustitución o reducción del consumo de una serie de bienes primarios producidos en América Latina. Lentamente se ha ido produciendo un cambio en la estructura de la demanda mundial, donde especialmente los cambios tecno-productivos de los países altamente industrializados han reforzado una tendencia hacia el ahorro y reciclaje de materiales y a su sustitución, si fuese pertinente, por materiales y aleaciones nuevas.

En el sector minero-metalúrgico se comienza a adoptar tecnologías más eficientes en las fases de extracción, procesamiento y fabricación, tanto en los sectores de investigación y producción como en el marketing y la comercialización. Los efectos se pueden ver con el aumento de la productividad, gracias al uso de una serie de técnicas provenientes de la informática y la biotecnología, y al mejoramiento de la mayor parte de las faenas, la posibilidad de tratar minerales de muy baja ley por medio de la lixiviación bacteriana y la reducción de los costos de energía y de mano de obra.

Una disminución evidente a nivel mundial es la del ritmo de crecimiento de las tasas relativas de varios metales. El hecho de que los automóviles demuestren un ahorro o disminución de su peso cercano al 25% entre 1975 y 1989, que las fibras ópticas hayan reemplazado en parte significativa al cobre en el mercado de telecomunicaciones o que las técnicas ahorrantes en la obtención de hojalatas y de obtención de envases de aluminio, cartón, vidrio o plástico hayan desplazado al estaño, no puede pasar desapercibido.

Sin embargo, ésta no es una tendencia irreversible ya que las nuevas aleaciones que salen año tras año al mercado no aseguran una estabilidad en la demanda, sino más bien una tendencia hacia la diversificación, con efectos negativos para algunos productos (cobre, estaño, plomo, hierro, etc.) y positivos para otros (zirconio, níquel, cobalto, titanio, etc.). En todo caso, ello tiene su impacto sobre la distribución espacial de las actividades económicas, el cambio de las ventajas comparativas y nuevas formas de competencia e inserción internacional.

El nuevo paradigma tecnológico en fase de transición está también teniendo efectos de creación y sustitución de productos agrícolas y razas animales, y la eliminación lenta de otros.

Los países productores de azúcar, por ejemplo, han visto severamente dañadas sus economías, al caer el volumen de sus exportaciones. Las tasas negativas en el consumo de azúcar de los PAI están estrechamente relacionadas con: a) un factor tecnológico, como sería la sustitución del azúcar por jarabe de fructosa del maíz y otros edulcorantes; b) el proteccionismo en la forma de subsidios y créditos con bajas tasas de interés a los agricultores azucareros para estimular los cultivos sustitutivos y crearles condiciones de penetración en el mercado interno; c) las bruscas alzas de precios del azúcar y los energéticos luego de los choques petroleros; y d) la "ayuda indirecta" de los países en desarrollo con la carencia de políticas de desarrollo científico-tecnológico de largo plazo, los altos costos de las labores de cultivo, corte y acarreo de la caña, y el rezago tecnológico que observan las empresas que industrializan el producto.

La descripción de casos agropecuarios es bastante amplia como para detenernos aquí, basta solamente señalar los casos del algodón, el sisal, el cacao y la carne.

Todo esto está incidiendo en los intercambios comerciales, las especializaciones nacionales y los controles de los flujos, generando una nueva figura productiva y de intercambios en los diversos niveles espaciales. Esto a su vez incide en la reorganización de variados agentes estatales, sociales y económicos.

La situación descrita en lo que a productos básicos se refiere puede ser contrastada con el comercio de productos de ingeniería, que se multiplicó por casi 16 entre 1970 y 1988, para llegar a los 928.000 millones de dólares, representando así 1/3 del total del comercio mundial. Aquí destacan las tasas de aumento en la comercialización de productos de ingeniería altamente intensivos en tecnología. Estos respondían por un 18,3% del comercio total de productos de ingeniería hacia 1970, mientras que en 1987 su participación relativa había superado el 25%. Ello está reflejando el dinamismo de la demanda de equipos electrónicos de oficina y computadores, aparatos de telecomunicaciones y diferentes equipos necesarios para la conformación de sistemas manufactureros flexibles.

Hoy en día, esta simple gama de productos tiene un peso relativo en el comercio internacional muy superior a todos los productos básicos de exportación.

En esos aspectos, la generación y control de innovaciones, las nuevas relaciones de propiedad que se van generando, los modos de organización del trabajo y la forma en que se integran, conectan y reorganizan productores, exportadores, empresas comercializadoras y empresas industriales, son de una importancia fundamental.

El uso y fabricación de tecnologías industriales avanzadas es un factor clave para la competitividad industrial y comercial de las empresas y los países.


IV. La búsqueda de algunos caminos

El pensar diferentes estrategias que han sido implementadas, resalta la necesidad de redefinir los mecanismos y herramientas utilizadas, dando énfasis a la globalidad, coordinación y simultaneidad de las estrategias, la valorización de la eficiencia, selectividad y competitividad, la búsqueda de nuevos mecanismos de cooperación y tener presente las mutaciones que está sufriendo el mundo de hoy, las restricciones de diversa índole a las que está sometida América Latina.

Cualquiera sea el camino escogido, se debe tomar en consideración las restricciones de carácter ya casi estructural que está sufriendo la región. Aquí destacan: a) la debilidad de su posición frente a los PAI y las empresas transnacionales en los frentes comerciales, de inversión, tecnológico y productivo, b) la enorme deuda externa y el financiamiento externo negativo para la casi totalidad de los países latinoamericanos, c) la carencia de políticas regionales para enfrentar las nuevas modalidades de progreso técnico y la falta de una estrategia regional de I&D, y d) la dependencia, aún excesiva, de exportaciones de productos básicos con bajo valor agregado, y la pérdida paulatina de sus ventajas comparativas tradicionales.

El nuevo paradigma tecnológico está abriendo enormes posibilidades de crecimiento y de expansión comercial que, si son utilizadas a tiempo y correctamente, abrirían nuevos surcos en el camino del desarrollo de América Latina.

Analizando el progreso técnico en el marco de las relaciones Norte-Sur habría que ver las posibilidades y barreras que presenta el sistema de bloques que se está implementando especialmente en el mundo altamente industrializado, ya que ello marca una modificación substancial del conjunto de las relaciones políticas y económicas que América Latina ha mantenido tradicionalmente. Esto significa que los bloques primero miran su consolidación interna a través de una serie de medidas de estímulo y protección para el mejor funcionamiento de sus mercados, el desarrollo de innovaciones tecnológicas y el mayor aprovechamiento de sus fuentes productivas.

Esto plantea, una vez más, la necesidad de dinamizar el marco integrador de la región para hacer frente al nuevo reto competitivo, proteccionista y de posibles nuevos campos de cooperación que se deberían abrir con los bloques europeos (CEE, AELC, Europa Oriental), japonés-ASEAN y americano (Estados Unidos - Canadá). En todo caso, sería importante diferenciar las estrategias de acción en lo que concierne a Estados Unidos, Europa y Japón. Aunque en la mayoría de estos PAI los aranceles y otras restricciones no arancelarias a los productos manufacturados y semimanufacturados de América Latina y otros PED son altos, existen ciertas diferencias en lo que se refiere a los productos básicos sin elaboración y a las perspectivas de colaboración con algunos PAI en ámbitos diversos.

Una nueva óptica sería necesaria para aprovechar las oportunidades que implica la reestructuración de los países de Europa Oriental y la Unión Soviética, que en el marco de los productos básicos representan uno de los mercados más dinámicos, especialmente en lo que se refiere al consumo de minerales (cobre, estaño, aluminio, plomo, etc.). Las posibilidades de aumento del consumo de bananas y cítricos, cereales y carnes no deberían ser descartadas. Programas conjuntos de desarrollo de políticas industriales, comerciales, científicas y tecnológicas deberían ser estudiados. Otro marco de análisis habría que adoptar cuando se establezcan los caminos de la "Europa Unida".

Los esfuerzos por consolidar y aumentar el comercio y la industrialización de bienes primarios en América Latina, los PED y los NIC deberían ser optimizados. La caída de precios de las materias primas no ha sido mayor gracias, entre otros factores, al creciente consumo de estos grupos de países, siendo especialmente altas las tasas de consumo promedio anual en estos últimos 20 años en cítricos, cereales, azúcar, cacao, té y la mayoría de los minerales de exportación tradicionales. Un aspecto que aún precisa solución es el de las preferencias recíprocas otorgadas entre los PED, que en el caso de varios países importantes no son muy generosas en lo que se refiere al comercio de productos básicos.

El acrecentamiento de la cooperación latinoamericana es de alta prioridad para la región. Tal cooperación pasa no sólo por el aumento de las capacidades de autosuficiencia y competitividad en lo que se refiere a los productos básicos para evitar gastos innecesarios en importación. Ella también pasa por un aumento de la actividad comercial intrarregional, búsqueda de acuerdos concretos de compras o ventas conjuntas e industrialización de algunos bienes básicos, el logro de niveles de interdependencia recíprocos, de una capacidad interesante de competitividad internacional y una reestructuración total de los mecanismos de integración científica, tecnológica, financiera, económica y política.

Aquí deberían innovarse los instrumentos de apoyo para una mayor competitividad real con la creación de empresas binacionales o regionales, formación de sistemas educacionales adaptados a la nueva realidad y a los retos presentes y futuros, reforzamiento de la modernización de los sectores productivos, una organización pública cada vez más eficiente y esfuerzos ingentes de apoyo a la gestión empresarial y a la innovación y difusión productiva.

En el mundo de hoy, altamente competitivo, donde las manufacturas de alta tecnología, el comercio de servicios y las innovaciones tecnológicas son tres elementos de la mayor importancia, una concentración y estímulo de las ventajas comparativas en bienes primarios con escaso valor agregado, sean tradicionales o no, es altamente riesgoso.

Tal camino no lleva a grados demasiados sofisticados de competitividad, ni a sostener o incrementar significativamente la participación de la región en mercados nuevos o tradicionales. Tampoco ayuda a enfrentar de manera acabada los embates de la deuda externa, el aumento de las tasas de interés, las enormes oscilaciones de precios o a incorporar progreso técnico de manera amplia.

Las rigideces del mercado y las cambiantes relaciones económicas internacionales se superan con una transformación productiva, institucional, política, tecnológica y social totalmente integrada, donde los nuevos esquemas de especialización e inserción internacional van mucho más allá de lo estrictamente nacional y de la simplicidad productiva basada en unos pocos productos tradicionales.

Cómo potenciar y materializar nuevas ventajas comparativas dinámicas a partir de la transformación radical de las ventajas comparativas estáticas y la integración del nuevo paradigma tecnológico al conjunto productivo, social e institucional, junto con lograr eficacia y una alta competitividad internacional, es el gran reto para América Latina en el siglo XXI.



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