La obesidad produce efectos silenciosos que acortan la vida.
Trastornos cerebrales que generan hambre y otros que comprometen a los órganos principales se producen sin síntomas, por eso la educación es clave para controlar la enfermedad.

Julio Ruiz de 27 años, Incluso, si come en grandes cantidades no se siente satisfecho. Este año le diagnosticaron obesidad. Cuenta que aunque empezó una dieta, le cuesta respetar las porciones pequeñas. "Yo creo que me pasa porque me gusta comer", dice Ruiz.

En realidad, se trata de un desbalance entre hambre y saciedad, dice Álvaro Álvarez, bioquímico de la Universidad San Sebastián. Y es una de las varias alteraciones cerebrales que la obesidad produce de forma silenciosa.

"Cuando uno come libera leptina, una hormona que envía señales de saciedad al cuerpo. Pero en la gente que tiene mucho tejido graso, esa señal se apaga", explica Álvarez. Como consecuencia, muchos pacientes entran en un círculo vicioso: creen que necesitan más comida, siguen ganando peso y empeora su salud. El doctor opina que el desconocimiento de estos mecanismos explicaría, en parte, que la cifra de obesos mórbidos en Chile aumentara de 2,3% en 2010 a 3,2% este año, según la más reciente Encuesta Nacional de Salud.

Recientemente se ha empezado a conocer que el exceso de grasa descontrola algunos sensores del cerebro. "Se genera un termostato. Si la persona sube a 20 kilos, por ejemplo, el cerebro fija que ese es su peso y, al intentar adelgazar, el cerebro trata de que no lo haga", dice el director del Centro de Nutrición de la Clínica Las Condes, Camilo Boza.

Para lograrlo, el cuerpo busca diversos mecanismos, como aumentar la capacidad intestinal de absorber alimentos.

La doctora Sandra Moncada, diabetóloga de la Clínica Santa María, asegura que el daño al páncreas es otro efecto prácticamente imperceptible, que además provoca hiperinsulinemia y luego diabetes. "Cuando el páncreas está ya muy cansado, se empiezan a alterar las glicemias, pero en las etapas anteriores no hay síntomas de ningún tipo. Por eso uno de cada dos diabéticos no sabe que lo es", dice, junto con agregar que la acumulación de grasa también produce alteraciones silenciosas que facilitan la aparición de la enfermedad coronaria.

También pueden aparecer trastornos del ánimo. "Es un tema en estudio, pero se sabe que la grasa afecta los neuropéptidos, unas moléculas que regulan el ánimo, lo que produce cambios de la ansiedad a la tristeza o al contrario", explica la doctora Moncada.

Las neuronas empiezan a trabajar más lento, agrega Álvarez, y se corre el riesgo de sufrir depresión.

Para el especialista, estos mecanismos indican que el tratamiento de la obesidad debe tener un enfoque educativo. "Tienen que saber por qué es malo comer en exceso y entender cómo funciona su cuerpo desde el punto de vista bioquímico".

El doctor Bazo concuerda: "Si disminuye la cantidad de grasa, todos estos mecanismos se revierten. Hay que entender cómo funcionan y que no da lo mismo estar con obesidad 20 o 30 años. Esto hace mal porque acorta la vida", puntualiza.
JANINA MARCANO FERMÍN
Diario El Mercurio


1 Respuestas

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  • 14-07-2021 0:51:56

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