Una buena noticia en el tratamiento del SIDA
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1996 )

En 1996 se celebro la conferencia internacional del sida, en Vancouver, Canadá. Sin duda que la gran noticia fue conocer los resultados del tratamiento del sida con dos nuevas drogas: Ritonavir e Indinavir, productos logrados por las investigaciones de los laboratorios Abbott y Merck respectivamente. Ambos corresponden a drogas que actúan como "inhibidores de proteasas".

La noticia se tomó con optimismo por los asistentes, aún cuando este no fuera desbordante. El hecho es que las experiencias clínicas en que se usaron estos inhibidores, asociados al AZT (inhibidor de la transcriptasa reversa), lograron en un alto porcentaje hacer desaparecer los virus de la sangre y al mismo tiempo que se recuperaban los linfocitos CD4, que eran atacados por los mismos. No quiere decir esto que los enfermos se hayan definitivamente curado, ya que bien los virus todavía pueden estar ocultos en otros tejidos, como los ganglios linfáticos. Pero aún si es así, seria un gran triunfo, ya que por lo menos con estos tratamientos se lograría prolongar significativamente la vida, transformando la enfermedad en un proceso crónico no progresivo.

Sin duda que la noticia es positiva, ya que hasta ahora la droga AZT, utilizada aisladamente, tenía un efecto muy relativo y no lograba detener la enfermedad. Hay que reconocer que a pesar de los esfuerzos realizados, hasta ahora no se vislumbraba la salida del túnel. Mientras tanto, 8.500 individuos se siguen infectando, habiéndose ya acumulado 21 millones de individuos en todo el mundo, que portaron en su sangre algunos de los 10 subtipos de virus del SIDA ya identificados. Sin duda que la epidemia continuará aún incrementándose, especialmente en zonas pobres como Asia y Africa, en donde ya uno de cada tres adultos urbanos está infectado. Pero al menos ahora hay una esperanza.


Como actúan estas drogas

El virus del SIDA, como todos los virus no son autónomos. Para sobrevivir y multiplicarse necesitan colonizar una célula y utilizar toda la maquinaria metabólica de ella. Los virus en general se dividen en dos grandes grupos; unos constituidos por una doble hélice de DNA, rodeado por diversas capas de proteínas. Los otros constituidos por una sola hebra de RNA, también envuelta por diversas capas de proteínas. A estos últimos que se llaman ""retrovirus"", y a estos pertenece el virus del SIDA.

Unos y otros infectan a las células, pero dentro de ellas tienen distintos comportamientos. Los que están formados por una doble hélice de DNA, penetran a la célula, viajan por su interior y luego penetran al interior del núcleo de la misma. Allí se funden con el DNA propio de la célula. Replican su DNA y también dar las instrucciones para que se sinteticen las proteínas que los envuelven. Así se multiplican virus, hasta que destruyen la célula, para posteriormente una vez liberados, por miles entrar a invadir otras células para repetir eI ciclo.

Los retrovirus en cambio (a los cuales pertenece el virus del SIDA), también penetran las células. Sin embargo, no se pueden replicar a menos que su hebra se transforme de RNA en DNA y al mismo tiempo sinteticen una doble hebra complementaria a ella. Es decir, necesitan transformarse previamente en un virus activo, para así fusionarse con el DNA propio de la célula y comenzar su dañina obra. En el caso del SIDA, las células que son preponderantemente infectadas son los linfocitos de la sangre, y de ellos los denominados CD4. Al destruirse estos, se alteran los mecanismos inmunológicos de defensa y el enfermo es víctima de las llamadas enfermedades oportunistas.

Las drogas que se han estado usando para tratar eI SIDA, actúan en diversas etapas del desarrollo de este retrovirus. Los llamados ""inhibidores de la transcriptasa reversa"" (como es el caso del AZT), actúan impidiendo la transformación del RNA viral en DNA. Si no ocurre la transformación, el virus persiste dentro de la célula sin replicarse.

Las nuevas drogas denominadas ""inhibidores de proteasas"", como es el caso del Indinavir y Ritonavir, impiden que se sinteticen las proteínas que son necesarias para armar el virus, con lo que tampoco pueden estos multiplicarse.

Obviamente estos dos tipos de drogas utilizados simultáneamente y actuando en dos etapas distintas de la síntesis viral, potencian su acción antiviral. Esto es lo que se ha logrado y comunicado recientemente en el encuentro de Canadá.


Resultados comunicados

Tanto los laboratorios Merck como Abbott, llevaban ya varios años tratando de encontrar alguna forma de impedir que la proteasa cumpliera con su rol de ensamblar las proteínas necesarias para recubrir el virus. El primer éxito lo obtuvo Merck en 1989, cuando logró descifrar la estructura tridimensional de la molécula de proteasa (Nature, 1988). La molécula se parecía a las alas de una mariposa, unidas por el sitio activo de la enzima (fig. 1). Ya con la estructura tridimensional en la pantalla del computador, los investigadores pudieron diseñar la molécula que bloqueaba en ese punto a la proteasa.

Casi al mismo tiempo, los investigadores de los laboratorios Abbott (Science, 1990), publicaron sus primeros resultados de la inhibición de proteasas, por medio de una droga que fue sintetizada en 1992. Ahora esta se llama Retonavir. Se trata de una droga muy activa, pero ha tenido ciertos inconvenientes, ya que a menudo produce náuseas, y además interfiere con algunas enzimas del hígado, específicamente la llamada citocromo P450, que es esencial para inactivar muchas otras drogas. Con todo hay otras dificultades, ya que se han desarrollado cepas resistentes al fármaco. En todo caso, estos dos fármacos ya han sido autorizados por el Food and Drug Administration en un tiempo récord.

No sólo estos dos laboratorios están en la búsqueda de drogas inhibidoras de proteasas. Hoffman La Roche, también acaba de obtener la licencia de droga que han llamado saquinavir. Los laboratorios Agouron, están esperando la autorización de otra droga que han denominado nelfinavir. A su vez los laboratorios Vertex-Glaxo, Nikko Kyot y Upjohn, que también han logrado producir otros inhibidores de proteasas, están en la etapa de los ensayos clínicos. Por lo menos una media docena de otros laboratorios están en la misma carrera.


Resultados clínicos

El primer informe de los estudios clínicos ha venido de los laboratorios Abbott,con 1089 casos tratados con combinación de drogas inhibidoras de transcriptasa reversa e inhibidores de proteasa.

El principal resultado fue que disminuyó a la mitad los casos de enfermedades relacionadas con eI SIDA y las muertes debidas a esta enfermedad. Con estos resultados en la mano, solicitaron la autorización al FDA para comercializar la droga. En un día obtuvieron el ¡vamos!.

Un día más tarde se presentaba la solicitud de Merck, con una estadística de 550 casos. Según ellos después de 24 semanas de tratamiento combinado, en el 90% de los casos no había virus detectables en la sangre. A su vez los linfocitos CD4 se habían elevado sustancialmente (Science, 1996).

Con todo hay que señalar que se observaron algunos efectos colaterales no deseados. En el caso de Ritonavir, uno de cada cuatro pacientes presentó náusea. En el caso del Indivanir, en eI 4% de los enfermos se presentaron cálculos renales.

Pero no todo es optimismo, ya que hay otro problema detrás, que es más complejo: la resistencia viral a la droga. Cuando los pacientes se olvidan o dejan de tomar las píldoras, aumentan las posibilidades de mutaciones del virus, y por lo tanto se incrementa la aparición de cepas resistentes a la droga. Pero aún en los que no se olvidaron de tomarla, si el tratamiento se prolonga mucho, también suelen aparecer cepas resistentes. El peligro está en que estas cepas resistentes comiencen a infectar nuevos enfermos.

Hasta aquí están las cosas y habrá que esperar más tiempo y tratar más enfermos para lograr una real evaluación de lo que están significando estas nuevas drogas inhibidoras de proteasas. Lo que sí es cierto, es que por ahora la droga es cara. Un año de tratamiento, tiene un precio superior a los US$ 6.000. Si es efectiva, tal vez sea una solución para los países desarrollados, pero evidentemente no lo va a ser para los países pobres, que precisamente son donde se está concentrando la mayor parte de los casos. El problema sin duda que va a ser complejo, porque si no se erradica la enfermedad en todo el planeta, constantemente nuevas personas se estarán contagiando desde los pobres a los ricos. Si algo se ha demostrado, es que el virus del SIDA no tienen fronteras.



Por lo menos con estos tratamientos se lograría prolongar significativamente la vida, transformando la enfermedad en un proceso crónico no progresivo.



Las nuevas drogas denominadas ""Inhibidores de Proteasas"", como es el caso del Indinavir y Ritonavir, impiden que se sinteticen las proteínas que son necesarias para armar el virus, con lo que tampoco pueden estos multiplicarse.



NUEVO RECEPTOR PARA EL VIRUS DEL SIDA

El virus del SIDA, como todos los virus, para vivir y multiplicarse, tiene que entrar al interior de la célula. Pero la célula no deja entrar a cualquiera. Por el contrario, deja entrar sólo a quien que reconoce. Es por eso que en la membrana celular existen insertas proteínas que reconocen a una proteína específica del virus. Cuando estas dos se unen, entonces recién el virus puede entrar al interior de la célula.

Para el caso del virus del SIDA, ya se sabe que en la membrana de los linfocitos existe una proteína, que se ha denominado CD4, que lo reconoce (proteína de membrana). Por otra parte el virus del SIDA tiene en su superficie otra proteína que calza con esta y que se ha llamado gp 120. Cuando ambas calzan, entonces penetra el virus al interior del linfocito.

Lo que no tenía explicación es que esta misma proteína de membrana (CD4), estaba también en la membrana de otras células, y sin embargo el virus no las atacaba. Esto hacía suponer que los linfocitos tenían que tener además otra proteína receptora de membrana que las otras carecían, y que la presencia de ambas era necesaria para que el virus penetrara.

En el año 1996 se identificó esta otra proteína en la membrana del linfocito, y se ha denominado Fusina (Science, 1996). Es decir, se necesitarían dos proteínas para reconocer al virus y dejarlo entrar. Este descubrimiento puede tener mucha importancia futura para fabricar vacunas contra el SIDA.



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