Como educar a fines de siglo
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1997 )

La capacidad de cambiar es esencial al ser humano y en la era de la ciencia y la tecnología, el hombre busca adaptarse a los cambios de una manera crítica, con una visión renovada y abierta de la sociedad. El sistema educacional debiera colaborar con el individuo y no obstruir las aceleradas transformaciones que implica enfrentar idóneamente la Educación del siglo XXI.

¿Cuál es la manera correcta de educar?. La pregunta fue formulada por los griegos hace dos y medio milenios. Todavía no tenemos una respuesta, aunque desde entonces cada generación y cultura ha tratado de encontrarla. La respuesta que ensaya nuestra generación tiene la urgencia de coincidir con un cambio de enormes proporciones. Es un cambio cultural que define a toda una época. Es un cambio histórico, pero de lo que yo llamo «Historia larga» para diferenciarla del simple suceso noticioso, de la «Historia corta».

Si debiéramos buscar denominadores comunes para diferentes épocas históricas, probablemente diríamos que los factores teológicos definieron a la Edad Media de la Europa Cristiana; los factores jurídicos a la Roma antigua y los cánones estéticos a la Grecia clásica. Pero hoy día es el rol de la ciencia y de la tecnología lo que define a nuestra cultura.


Profesores electrónicos

En el plano de las ideas, lentamente nos estamos moviendo de un mundo basado en las ideas de Newton a uno basado en las de Einstein. Un mundo que era mecánico y lineal se transforma en uno relativo. Paralelamente, el paradigma proporcionado por la Revolución Industrial se ve reemplazado por el de la sociedad post-industrial.

¿Se está adaptando la educación a este cambio de «historia larga»?. Creo que no, al menos no todavía. En el curso de este siglo XX la historia intelectual trajo consigo una novedad: la especialización, promovida esencialmente desde el sistema universitario. Con anterioridad, hasta fines del siglo XVIII se buscaba el conocimiento general, no el particular, y la filosofía estaba íntimamente ligada a la ciencia. Se intentaba encontrar la unidad del conocimiento, aún con el concurso de la astrología. Así la lectura de los cielos proporcionaba un saber alternativo al de la religión o la ciencia. Hoy ha sido rebajada al nivel de lo risible, pero en estricto rigor, durante milenios los hombres buscaron en la astrología respuestas que hoy sólo se encuentran en la ciencia.

En este período el profesor pasó a cumplir el rol del Consejo de Ancianos de la sociedad primitiva, el de guardián del conocimiento. El anciano acumulaba conocimientos al igual que un archivo. Sin embargo, a fines del siglo XX, los acumuladores de conocimientos más informados no son seres humanos. Son computadores, seres electrónicos. El hecho de que la acumulación de conocimiento pueda ser mecánica y externa al hombre es un cambio cultural. Aquí observo algo muy relevante, que muestra que el futuro de la educación está en su pasado: la tendencia la veo en la pérdida de importancia de los especialistas y el renacimiento de los generalistas.

¿De qué sirve preparar especialistas cada vez más especializados cuando esa información está disponible en nuestro hogar, en computadores? Hay tantas preguntas importantes para los que no tenemos respuesta. Por ejemplo, ¿Qué mecanismos hacen pensar? Si una máquina dijera que está pensando, le creeríamos o no? Hay tantas cosas que no sabemos. Por ejemplo ¿Qué es la inteligencia? No tenemos respuesta. Sólo sabemos malamente medirla incluso esta idea que la inteligencia pueda ser medida por números es una versión moderna de la craniometría del siglo pasado. Hay habilidad verbal, matemática y espacial. Pero también en música, y, en el cuerpo. No hay duda que un futbolista utiliza un proceso de razonamiento. Más aún, la inteligencia no tiene mayor sentido cuando se la separa de sus raíces culturales. Por último, distintos tipos de inteligencia han sido valoradas de manera distinta a través de la historia.

Con el tiempo ocurre algo semejante: un reloj puede medirlo pero nunca nadie ha logrado definirlo. Tampoco se sabe realmente ¿qué es la información? Sabemos cómo manipularía y procesaría, pero no sabemos cuál es la diferencia del conocimiento o del simple dato.


Más preguntas que respuestas

El hecho que tengamos más preguntas que respuestas no es malo. Cada disciplina debe entregar su aporte. En concreto, a la educación se le plantean diversos desafíos, el primero es cómo lograr que seamos más creativos con la información; el segundo es obtener que el aprendizaje (lo nuevo) supere al entrenamiento (lo conocido). Un tercer desafío para la educación es que vaya más allá de la mera instrucción para proponerse formar también buenos ciudadanos. En cuarto lugar, la época que nos ha tocado vivir nos obliga a replanteamos qué es lo básico, qué es lo fundamental en la enseñanza. ¿Es una base mínima de conocimiento o ciertos valores fundamentales?.

En otras palabras, cómo se educa mejor ¿Enseñando de todo o enseñando lo más importante? A veces el cambio es tan rápido que no se alcanza a concluir e debate. Ocurrió con la aparición de las calculadoras de bolsillo. Los educadores se preguntaron si tenía importancia su uso en las aulas por parte de los niños. Sin embargo, antes que se respondieran si era bueno o malo ya estaban masificadas en todas partes.

Por sobre todo un quinto desafío es cómo integrar la cultura visual a los programas educativos. Los profesores se unen en atribuirle todos los pecados y la deficiencia a la TV, pero están equivocados. Aquí la razón la tienen los niños. Libro, computador y TV no son enemigos, son complementos. No hay que resistirlos, hay que aprender a convivir con ellos. No en horarios alternados sino simultáneamente. Es una nueva alfabetización y el niño debe aprender que a través de toda su vida va a vivir rodeado por pantallas que proporcionan información. ¿Significa lo anterior la crisis definitiva del libro? No. Por el contrario el libro es insustituible para dar sentido, entender y explicar en una sociedad sobre-saturada de datos, un mundo con la sensación creciente que se está desinformando en vez de culturizarse. Conviene preguntarse ¿Qué tipo de conocimiento es significativo para la educación? y ¿Cuál es la verdadera importancia de un lenguaje de imágenes cada vez más fuerte? En relación a esta segunda pregunta, ¿Qué es lo más relevante desde el punto de vista educacional?: ¿Que exista ese lenguaje o que éste esté casi totalmente divorciado del horizonte educativo?

Mi respuesta es que lo más conveniente para la educación seria la integración con lo audiovisual, acoplarse a universos visuales no necesariamente escritos. Con una generación de retraso, el sistema educacional debiera aceptar el hecho que con la TV el niño dispone de casi tanta información como un adulto, el cual lo supera eso si en experiencia y capacidad de proceso.

No es la primera vez que el mundo busca la cultura en la imagen. Aunque nos cueste ver la historia así ya en la Edad Media la catedral era la cultura de la imagen. La diferencia básica con la TV es que en aquel entonces la gente debía acudir a la catedral mientras que ahora la TV llega a nuestras casas, ricas y pobres, masivamente en todo los países del mundo. Con esta situación, nadie está seguro de cómo usar apropiadamente esta información: cómo transformar los datos en conocimiento y ojalá en sabiduría. En efecto, no hay datos de valor intrínseco como tampoco verdades únicas: son seres humanos concretos, individuales, de carne y hueso los que valoran y jerarquizan.

Un sexto desafío para el sistema educacional es cómo enseñar a procesar y manejar la información no a acumularía, ya que computadores y bancos de datos permiten la existencia de eficientes acumuladores externos al hombre. Más aun, ningún sistema educativo es hoy capaz de transmitir aún en toda una vida la información acumulada en una sola especialidad. Lo único que puede pretender es enseñar a entender, a explicar, a comprender.

No es tarea sencilla. Sólo muy recientemente nos hemos estado planteando la pregunta de ¿Cuánto saben los hombres al nacer? Este solo hecho de replanteamos cuánto sabe un niño al momento que llega al mundo debiera obligarnos a saber cuánto le podemos enseñar y cómo podemos instruirlo en un sistema de educación formal sin castrar esa maravillosa aptitud para absorber información como una esponja en sus primeros años. Nunca en su vida adulta volverá a aprender tanto.

Para reorientar el proceso educacional necesitamos también avanzar en un mejor conocimiento del cerebro, en la distinción entre el hemisferio derecho y el izquierdo, entre las habilidades racionales y la imaginación e intuición. Hasta el minuto nos hemos preocupado más de lo primero que de la imaginación, por lo que las capacidades y potencialidades del hemisferio cerebral derecho son un verdadero misterio para la educación.

Hoy al hablar de educación hablamos de etapas de preescolar a superior, lo cual me parece arbitrario. Creo que la era histórica que vivimos nos muestra a la educación como un proceso continuo y permanente que quizás comienza en la etapa prenatal. Hoy vivimos en el esquema de los ciclos educación - trabajo. Todos hemos aprendido que primero se estudia y después se trabaja. Pienso que esto está a punto de quedar obsoleto como consecuencia de la velocidad del cambio científico-tecnológico, con lo que la educación podría recuperar el rol de formadora que tenía hace un par de milenios en vez del de capacitadora laboral que le proporcionó el siglo XX.

Para formar adecuadamente a los hombres del siglo veintiuno el curriculum debiera proporcionar unidad, saltarse las barreras artificiales de la especialización disciplinaria. Así se debiera enseñar a aprender, a motivarse, a buscar los por qué más que los cómo. Es esta unidad lo que impedirá que la gente se sienta sobrepasada por la complejidad de la vida moderna y esa sensación de crisis casi permanente que nos agobia después de ver el noticiario televisivo o leer el diario. Esa sensación de que no entendemos el mundo, de que no hemos sido capacitados para darle coherencia a la información que tenemos. Pero ¿quién sino el sistema educacional nos puede proporcionar las herramientas para encontrarle sentido a la información que recibimos? As el séptimo desafío para la educación es que nos entregue tanto la teoría genera como la especialización. Es esta capacidad de generalización la que le va a dar coherencia a la multiplicidad de informaciones que recibimos.


La pregunta de los griegos

En el siglo XXI, toda política educacional de un gobierno debe tener dos pilares: El primero es la diversidad, abandonando toda rigidez. El segundo es que el sistema educativo debe educar, no necesariamente acreditar profesional mente. La profesión es por lo tanto una opción y no una obligación. Sólo en el siglo XX se popularizó la conexión entre educación y ocupación según la cual para tener un buen trabajo hay que tener un título.

Este es un fenómeno reciente, ya que hasta el siglo pasado la Universidad no tenía el monopolio de la acreditación profesional. Sólo después aparecieron las profesionales como grupo de poder, las que llegaron actuando como cualquier otro grupo que ha tenido cosas que defender o proponer en la historia, y se le entregó una función nueva a la educación superior, la de acreditación, la de señalar ante la sociedad, si una persona era o no competente para trabajar como un profesional. Antes no le correspondía esa función. Hoy el conocimiento avanza de. tal modo que la obsolescencia del especialista es rápida. ¿Qué ocurriría si antes esa obsolescencia se le pidiera a los profesionales hacer algo parecido a los pilotos de avión a quienes se les reexamina periódicamente y sólo se les permite mirar, volar de acuerdo a competencia y experiencia demostrada cada cierto tiempo? O, ¿Qué les pasaría si se dejara el campo profesional abierto a toda competencia o desafío como ocurre en el deporte?.

Estas preguntas actualizan la vieja pregunta de los griegos acerca de si existe una manera correcta de enseñar. Interrogarnos en relación al sentido de la educación, permite enfrentar en forma renovada el desafío que ha tenido por delante toda generación, su compromiso ético con la enseñanza de la verdad. En la ciencia no existe una verdad absoluta; las teorías son relativas, competitivas entre si. ¿Cómo deben enfrentar los países la educación científica en los albores del siglo XXI? Esta no es una pregunta más, ya que mientras la ciencia y la tecnología se desarrollan con una velocidad cada vez mayor, su enseñanza no sigue el mismo ritmo y las materias que se imparten en las escuelas del mundo parecen cada vez más obsoletas. ¿Cuál será el rol del profesor? ¿Dónde se enseñará? ¿En aulas con pizarrón y tiza? ¿Qué planes de estudios son los adecuados ante tanto cambio?.

Las nuevas tecnologías asustan a muchos educadores. Este no es un fenómeno nuevo. Ha pasado muchas veces. Aunque parezca curioso existen similitudes entre la introducción de la escritura del sistema educacional de la antigua Grecia y la de la tecnología de telecomunicaciones al sistema educacional de la última década del siglo XX. La aparición de la escritura también encontró oposición y recelo en un medio de transmisión oral del conocimiento como era la educación de la Grecia del siglo IV A.C.

La radio, los discos y las películas empezaron a relacionarse con la educación entre 1930-1940. Las dos décadas siguientes correspondieron al añadido de la televisión educacional y las cintas de audio como material auxiliar. Los 70 y 80 fueron el momento de los videocassettes, videodiscos, satélites, microondas, TV por cable y varias otras tecnologías del mismo tipo. Por sobretodo, los últimos años fueron testigos del engañoso marketing de propagandistas que afirmaban que estas tecnologías traerían consigo una solución casi mágica a profundos y antiguos problemas de la educación, lo cual por cierto no ocurrió, haciendo aún más desconfiados a quienes se sienten amenazados por la tecnología.

Conviene preguntarse ¿Y ahora qué? Pienso que el error consiste en no aceptar naturalmente a estos medios como eso, como medios, no como fines. Son parte de un proceso casi imposible de detener en el que las redes de telecomunicaciones son el equivalente a fines de siglo a la infraestructura de principios de él. Estas redes son las autopistas del próximo siglo ¿puede la educación bajarse o salirse? La respuesta obvia es que no. Estas tecnologías pueden ayudar al desarrollo de las habilidades mínimas para vivir, trabajar y prosperar.


La actitud crítica

Sin embargo, esa no es la única meta de la educación. Hay un campo vital para la educación y para el ser humano en el que la tecnología es de secundaria y marginal importancia: la actitud crítica. Es esta actitud lo que permite el avance, el descubrimiento de nuevas ideas. La crítica a lo existente es lo único que permite sobresalir. Esta es consecuencia no de un chispazo, sino es parte de una actitud de una forma de ser, la que debe ser fomentada y pulida por el sistema educacional, sin embargo, hoy la ciencia se ha alineado de la gente común y corriente que la ve cada día más distante. Nadie sabe con exactitud cual será la consecuencia de tanto cambio tecnológico en las relaciones humanas, pero si sabremos que la dirección está marcada y que el país que se margine de estos cambios quedará en posición incómoda; Por lo tanto lo único que puede hacer el hombre es adaptarse lo más rápidamente que pueda a estos cambios tecnológicos. Para ello necesitan entender, comprender, explicar. Para ello, el sistema educacional debe superar el exceso de especialización que impide abarcar la visión global en el sentido que se entiende que en las condiciones de fines del siglo XX, el todo no necesariamente se explica por el estudio aislado de las partes. Lo anterior corresponde a la adecuación de los sistemas educacionales tal como yo lo veo, pero hemos olvidado lo más importante, ¿Qué pasa con la gente?, ¿Qué hacemos con las personas?, ¿Qué le pedimos al individuo?.

Al respecto el israelí Reuven Feuersten ha enseñado que «nada es más estable en el hombre, que su capacidad de cambiar». El ser humano es modificado y automodificado constantemente y regularmente. ¿Por qué no debiera hacerlo ahora? La pregunta es si el sistema educacional formal va a colaborar o dificultar ese cambio.

El ser humano puede cambiar. Esencialmente el cambio social (vean cómo cayó el muro de Berlín) no es planificable porque el ser humano es impredecible. Los límites del cambio interno -eso si- están dados por el sistema de creencias, es decir por su pasado, su proyección de futuro, sus valores, sus experiencias, sus sueños, sus ritos.

En las creencias del ser humano más que en sus genes debemos encontrar las respuestas a las preguntas de ¿Cuán modificables son los seres humanos?, ¿ Cuánto pueden cambiar? y ¿Cuán tolerable les resulta el cambio? La libertad intrínseca del individuo siempre le ha permitido automodificarse, adaptarse a nuevas circunstancias. Lo novedoso de nuestra era histórica es que las personas enfrentan este proceso muy solas, con mucha información, pero muy aisladas, toda vez que en el pasado el proceso se hizo con mucha colaboración de la familia y otras instituciones sociales.

Según Feuerstein lo más importante no es enseñar idiomas, técnicas o métodos, sino enseñarle a la gente a cambiar. El nuevo paradigma es enseñar a cambiar la inteligencia. Un postulado básico es que la inteligencia es modificable, un derecho de todo individuo. El postulado básico es la creencia que los seres humanos tienen un alto nivel de plasticidad y flexibilidad, que es posible enseñarle a los niños tanto que hay más de una respuesta (rara vez hay respuestas únicas; sólo en los principios) y que ellos pueden también inventar respuestas. En otras palabras, todos pueden cambiar, incluyendo niños y viejos. Todo ser humano puede ser tanto modificado corno modificarse a si mismo y las limitaciones son barreras que pueden ser superadas, muros a ser derribados. inteligente es aquella persona que tiene capacidad de cambio, y lo más difícil es que el sistema educacional ayude y no obstruye a la transformación de la gente en sistemas continuos y abiertos de aprendizaje.

¿Cómo materializar estas ideas de Feuerstein? La respuesta la encuentro en la sabiduría del profesor chileno Héctor Croxatto, en lo que le he escuchado muchas veces, es decir, en el desarrollo de la capacidad del asombro en el hombre desde niño, en aprender todos los días, en entender que el asombro es la capacidad humana mas genuina, un verdadero don. Por sobre todo, aceptar que la creación es una posibilidad disponible para todo ser humano.

Desgraciadamente, se enseña que crear es algo propio de elegidos, de «genios». No. No es así. Por el contrario, por ese camino se castra la imaginación de los niños. Estos deben aprender a amar lo cotidiano, lo normal, lo corriente. Así se defiende uno del «hastío existencial». Esta actitud vital implica comprometerse y emocionarse. Al respecto el suizo Piaget ha enseñado que la relación entre inteligencia y emoción es paralela, dos rutas entre las que existen numerosos puentes. Igualmente la relación entre inteligencia y afectividad es como el cara y sello de una moneda.

Todo lo anterior es parte de un procesó único, el de ser mejor, el de crecer, individual y socialmente. Terminó con ideas extraídas del profesor Croxatto, con lo que yo dominaría las tres regias de oro para el sistema educacional.


  1. Nunca será mejor saber menos que más.

  2. Hoy sabemos más que ayer, mañana más que hoy.

  3. Todo conocimiento puede ser usado, por lo que hay que aceptar que también puede ser mal usado.



    Ricardo Israel

    Universidad de Chile



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