Karl Jaspers y la dignidad del hombre
( Publicado en Revista Creces, Junio 1983 )

Médico siquiatra, educador y filósofo, nació hace un siglo en medio de un acomodado hogar alemán. Se opuso con la fuerza de las ideas a la manipulación del hombre por el partido o el Estado. Los nazis lo consideraron su enemigo y les molestó su filosofía de la libertad del individuo: terminaron sacándolo de su cátedra. Fue el momento en que los mejores callaron y así el silencio se llenó con la charla de los mediocres.

Si se vuelven los ojos a Europa, 2000 no debe sorprendernos despreocupados. Hace mas de cien años que nació en Oldenbourg, cerca de las costas del Mar del Norte, el filósofo Karl Jaspers, y hace mas de sesenta que Hitler se hacía cargo del poder en Alemania (30 de enero de 1933), una fecha con graves consecuencias para la historia de ese país y del mundo. La manifestación de antorchas bajo la puerta de Brandeburgo en esa noche de enero, inflama todavía con su resplandor los dolores de Occidente.

Jaspers, académico en Heidelberg, vivió de cerca todos los penosos acontecimientos: el incendio del Reichstag, la ley de plenos poderes, la quema de libros. A ellos opuso con vigor la claridad de su cátedra, la fuerza lógica de sus discursos, la razón y el método de su quehacer intelectual, dando con ello forma a una protesta contra la dictadura que paulatinamente lo fue despojando de sus derechos: en 1933 se le cancela el de colaborar en la administración de la Universidad; en 1937 es relevado de su cátedra y en 1938 se le quita la autorización para publicar. El 11 de abril de 1945, las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos ingresan en la Universidad de Heidelberg y a partir de ese momento, su pensamiento político se ve aún más reducido que su trabajo académico. Al iniciar el semestre de invierno 1945-1946, Jaspers retoma sus clases con un tema que estremece a maestros y discípulos: la culpabilidad alemana, mea culpa, colectivo por 12 años de pesadillas y pesadumbres.


Atisbo penquista

Una fría mañana de abril -hace unos 40 años - el entonces rector de la Universidad de Concepción nos dio la bienvenida oficial a clases. David Stitchkin Branover habló sin un papel delante y sólo apoyado en su fe en el hombre. Nos llevó -con todo respeto y delicadeza- por los arcanos de la existencia humana. Hesse, Toynbee, pero especialmente Jaspers, inspiraron sus palabras. El impacto que hicieron en mí esas ideas dura hasta hoy. Esa misma mañana lejana salí a buscar a Jaspers a las bibliotecas. El discurso de Stitchkin, que tituló como "Atisbos de un mundo que se configura", fue más tarde leído y analizado con atención por la generación de entonces. Su eco aún retumba: por él pasaban las ideas que el filósofo expuso en "La razón y sus enemigos en nuestro tiempo".

Es que Jaspers vivió su madurez en una hora dolorosa y opuso toda su fuerza intelectual y moral ante el derrumbe de su país. Inspirado tempranamente por el judio-holandés Benito Spinoza y luego por su coterráneo Max Weber, que influyó decididamente en su pensamiento político, el joven siquiatra abandona la práctica y la docencia médica para abrazar definitivamente la filosofía. A los 40 años de edad publica la primera versión de "La Idea de Universidad", la que ampliara a los 63 con todo el peso de su experiencia y reflexión.


Tarea espiritual

Jaspers manifestó, de hecho y de palabra, el mayor respeto y consideración por los profesores eminentes, quienquiera que ellos fuesen. Reaccionó, en cambio, contra el inmovilismo de los jóvenes y la impersonalidad de las corporaciones (federaciones) de estudiantes "cuya vida se desarrolla en medio de las tabernas, los duelos y los comportamientos automáticos".

-En lugar de pensar por sí mismos -escribe el filósofo-, los jóvenes alemanes se impregnan de opiniones convencionales, defendiéndolas fanáticamente a causa de su inseguridad interior. Los estudiantes parecen indiferentes a los movimientos espirituales de su época.
Y respecto de sus colegas anota: bastante capacidad de empuje y con habilidad para dirigir a los estudiantes en las disciplinas que enseñan, pero me dan la impresión de no trasmitir el mensaje esencial de la Universidad y de traicionar su misión espiritual. Son hombres sin espíritu de decisión, sin coraje cívico.

Escribe Jaspers que la Universidad es uno de los árbitros de la verdad absoluta. N tomar partido con ideologías, se traiciona el ideal eterno de la Corporación. La creación intelectual es el espíritu de la Universidad y ella nutre su sustancia de los estudiantes y de los profesores. La parte institucional está solo en un segundo piano.

En 1919 se negó a firmar un manifiesto pedido por el rector de la Universidad de Berlín, en contra de las condiciones que impondría a Alemania el futuro Tratado de Versalles. "Cuando se nos presente lo peor - argulló Jaspers debemos intensificar nuestra lucha para salvar los valores cuyo alcance traspasen los Estados y los pueblos. Nosotros somos una universidad occidental antes que alemana, y si hoy protestamos contra un tratado, mañana será contra el ateísmo y luego contra otra posición que no esté de acuerdo con el régimen en vigor". Disconforme con estas actitudes, Jaspers decide abandonar toda lucha y consagrarse sólo a la filosofía. Conforme lo señalaba Max Weber -"nuestra misión y nuestra oportunidad son preservar el espíritu de libertad, la originalidad de la vida personal y la grandeza de las tradiciones occidentales" Jaspers adopta dicha postura desde su cátedra y en su vida ciudadana.


Aporte filosófico

Durante sus estudios de medicina, Jaspers lee a Fechner (que pasó de la física al estudio de los fenómenos sicofísicos); a Wilhelm Wundt, sicólogo experimental; a Schopenhauer y a Kant, sin entenderlos a fondo según el mismo reconoce, tal vez por encontrarse demasiado entregado a la explicación biomédica de los fenómenos. "Fue con Kirkegaard que me vino la revelación y a él le debo el concepto de existencia que me permite comprender, ya en 1916, por qué persisten dentro de mi inquietudes más allá de la medicina", anota en su autobiografía. Pero es también su esposa, Gertrudis Mayer, de ascendencia judía, quien influye poderosamente en su tarea como pensador. "Desde que nos casamos, en 1910, ella transformó su fe judía -en su pureza- en una filosofía fundada en la Biblia. Mi cuñado, Ernst Mayer, ejerció también sobre mi trabajo una influencia directa e irreemplazable. Sin su ayuda no hubiese podido llegar a feliz término mi obra filosófica".

A los 36 años publica su gran obra Psychologie der Weltanschaunngen (Sicología de las Concepciones del Mundo), primer testimonio de lo que más tarde se llamará la filosofía moderna de la existencia, o mejor, filosofía de la razón. Fue el libro que lo condujo realmente a la filosofía: "Sólo la filosofía -indica- y no la sicología, proporciona una imagen global del mundo. Es esencial que cada hombre frente a su destino tome sus propias decisiones".

En esta obra aparece diseñada por primera vez su concepción de las situciones límites a las cuales el hombre no puede escapar (la muerte, el sufrimiento, el azar, la culpa, la lucha), como asimismo el sentido de la libertad en el hombre y su afán por preservarla a como dé lugar. Jaspers enfatiza que es frente a tales situaciones limites cuando el individuo toma conciencia de su ser, admonición hecha casi tres lustros antes de que su país se viera envuelto en las llamas del fanatismo y el caos espiritual.

El hombre no llega a sí mismo sino a través de los otros hombres. Jamás sólo por el saber. Nosotros no llegamos a ser nosotros mismos sino en la medida que el otro es él mismo, ni llegaremos a ser libres en la medida que el otro no es libre. Es por eso que el problema de la comunicación entre los hombres se presenta ante mí como la cuestión esencial de nuestra existencia. Primero en un plan práctico y luego filosófico.

Es tarea de eruditos -que rebasa mis conocimientos y experiencias- analizar a fondo el ideario jasperiano que gira con inusitada fuerza en torno a los escollos y abismos de la existencia humana.

Los nazis lo consideraron enemigo del Estado. Les molestaba tanto su filosofía de la libertad del individuo como el origen judío de su mujer. Los políticos que vinieron luego de finalizada la guerra, lo tildaron de hacer el juego a uno y otro bando por su posición obstinada -y para muchos fanática- en favor del imperio de la razón y la libertad del espíritu. El acusó a su vez a los políticos de convertirse en una minoría alejada del pueblo, y no vaciló en llamar a los alemanes a constituir una asociación de ciudadanos al margen de los problemas políticos.

Leer a Jaspers aviva la fe en el hombre y en todos los hombres, sin distingos. Vale la pena buscarlo a cien años de su nacimiento y a treinta de su partida.



Sergio Prenafeta Jenkin



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