A cincuenta años de la molécula de la vida
( Publicado en Revista Creces, Abril 2003 )

Han transcurrido cincuenta años (1953) desde cuando Watson y Crick descifraron la estructura de la molécula de DNA. Ello ha sido el punto de partida con el que se comenzó a correr el velo que nos está permitiendo conocer que es la vida, por qué y cómo se produce y cómo podemos intervenir en ella. Se llegó a saber que todo el secreto estaba en esa larga molécula que maravillosamente guardaba toda la información necesaria para que la vida fuese posible. Se requirió de mucha investigación para llegar a descifrar el código que le permitía guardar la enorme información necesaria para la vida (código genético). Luego fue necesario investigar cómo esa información era utilizada para terminar ejecutando las instrucciones necesarias que permitieran el desarrollo de la misma.

Poco a poco se conocieron los detalles, hasta aceptar que la información de las partículas de la herencia que Mendel había descrito (los genes), estaban contenidos en trozos de esa larga molécula de DNA. Se conoció también que los genes codificaban proteínas y que eran éstas, en una gran variedad, las que debían ejecutar las complejas instrucciones para que la vida pudiese desarrollarse.

Desde el núcleo, cada gene era copiado en otra molécula (RNA mensajero), cuya función era la de transportar la información al sitio donde las proteínas eran fabricadas (ribosomas). Allí también otros trozos de RNA contribuían a la producción de las proteínas, colaborando en la secuenciación de los aminoácidos constituyentes. Aun cuando era evidente que quedaban muchos puntos oscuros, el esquema descubierto parecía relativamente claro.

Pero la investigación no se detiene y pareciera que la mayor parte de las veces, cada nuevo descubrimiento no consigue dar respuesta a las preguntas planteadas, sino que por el contrario, abre nuevas interrogantes que llevan a nuevas y más complejas conjeturas. Tal ha sucedido en los últimos años, donde lo simple cada vez nos parece más complejo. En este número de Creces, al cumplirse 50 años desde que se descifró la estructura del DNA, hemos querido enfatizar cuatro artículos con las nuevas complejidades, describiendo algunas de ellas que abren nuevas perspectivas frente a lo que ya parecía como establecido:

1.- Ahora resulta que el RNA no es sólo mensajero, sino que por el contrario el también decide qué hacer con el mensaje, lo que tendría profundas implicancias en diferentes procesos celulares. Es evidente que son pequeñas moléculas de RNA (RNA de interferencia o RNAi), que hasta ahora se habían despreciado, las que pueden anular o regular la expresión de genes, con lo que contribuirían a defendernos de agresores externos, a proteger nuestro genoma de la inestabilidad, a inducir a la diferenciación de las células y a controlar el fenómeno que se ha llamado "herencia epigenética" ("Pequeñas Moléculas de RNA son capaces de anular genes").

2.- Hasta ahora se había pensado que la molécula de DNA debía ser muy estable, ya que en ella residía la responsabilidad de guardar toda la información genética necesaria para el funcionamiento celular, como también la responsabilidad de transmitir esta misma información intacta a la nueva generación. Pero ahora se comprueba que se trata de una molécula peligrosamente inestable, que constantemente está requiriendo de complejos mecanismos correctores y reparadores para que la vida no se interrumpa ("El DNA necesita de constante reparación").

3.- Dentro de su estructura parece que el DNA ha desarrollado los mecanismos necesarios para defenderse de las agresiones, desplazando los impactos dañinos de sustancias tóxicas, hacia las zonas del DNA que despectivamente habíamos llamado DNA basura, para que allí sea reparado el daño con más calma ("Como se defiende el DNA de las agresiones").

4.- También nos hemos dado cuenta que para llegar a constituir un organismo multicelular, con diferentes estructuras celulares y diferentes tejidos, no sólo requiere de la información del código genético, sino también una serie de otras informaciones extra genéticas, que algunos han llegado a llamar "el Código de las Histonas" ("Más allá del Código Genético: el Código de las Histonas").

La descripción de todas esta nuevas complejidades nos lleva a asombrarnos cada vez más de la maravilla de la estructuración de la vida, y nos preguntamos cómo ésta ha logrado persistir y desarrollarse en función del tiempo.


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