Las Chlamydias y las coronarias
( Publicado en Revista Creces, Agosto 1996 )

Que las arterias coronarias se ocluyan y produzcan un infarto del corazón, se afirmaba hasta ahora que era culpa de la dieta, del cigarrillo, la vida sedentaria, del stress o finalmente de factores genéticos. Pero ahora entra a considerarse otro factor que muchos sostienen que es más importante que todo esto: una bacteria, la "Chlamydia pneumoniae". Para los cardiólogos esto es difícil de tragar, como fue también para los gastroenterólogos, aceptar que la úlcera gástrica era producida por otra bacteria, el "Helicobacter pyIori".

Cuando hace apenas cuatro años se publicaron los primeros trabajos que demostraban que la úlcera gástrica se curaba en un 80% con un simple tratamiento de antibióticos durante una o más semanas, los especialistas se enfurecieron. Sin ir más lejos en nuestro país se publicaron en el diario carta al editor, diciendo que afirmar eso era una irresponsabilidad. Hoy ya todos lo aceptan y el hecho ha sido oficialmente reconocido por el Food and Drug Administration de Estados Unidos. Pero afirmar ahora que las arterias coronarias se tapan porque están infectadas por una bacteria, les parece a muchos cardiólogos inconcebible.

La bacteria a que se le atribuye la oclusión coronaria, es Ia Chlamydia pneumoniae, una bacteria que infecta el árbol respiratorio y que se disemina por la tos y los estornudos. Es tan frecuente que ya a los 20 años de edad por lo menos el 50% de las personas ya ha sido infectada por ella. Se piensa que sea la culpable porque como en las películas policiales, ha dejado huellas en la escena del crimen. Así, por ejemplo, las personas quo han tenido una enfermedad coronaria, presentan altos niveles de anticuerpos contra esta bacteria, lo que demuestra que ellos han sido repetida e insistentemente infectadas por ella. Más aún, en las placas de ateromas (formaciones de grasas insertadas en la pared de la arteria) se han encontrado trozos de DNA y proteínas que le pertenecen. Más recientemente la bacteria misma ha sido aislada de estas mismas placas.

Frente a estos hallazgos, los cardiólogos se ha dividido, por lo menos en tres grupos: algunos creen que efectivamente la bacteria está influyendo directamente en el proceso. Otros creen que su presencia en las placas de ateroma no tiene ninguna importancia. Finalmente otros están dispuestos a creer nada. En algo están todos de acuerdo: que este problema tiene que aclararse cuanto antes, ya que si es cierto, tendría una tremenda trascendencia, ya que el infarto cardíaco en todas partes es una de las principales causas de muerte. Para discutir este tópico, se juntarán los especialistas en Septiembre próximo en Viena. Allí se reunirán a discutir los que creen y los agnósticos.

De esa reunión seguramente que no saldrá un consenso, ya que el hecho tiene que demostrarse en el terreno.Thomas Grayston, un epidemiólogo de la Universidad de Washington en Seattle, ya ha propuesto tratar enfermos coronarios con antibióticos como la tetraciclina o la eritromicina, para ver si realmente se prolonga la sobrevida de ellos. En el caso del Helycobacter y la úlcera gástrica, nadie creyó hasta que no se realizaron los ensayos cIínicos. Claro que en este caso constatar los resultados tomará más tiempo, ya que su efecto hay que evaluarlo por la prolongación de la sobrevida del paciente y eso lleva años.


Una elucubración teórica

Thomas Gayston, que pertenece al grupo de los que creen que la Chlamydia es culpable, afirma que el gran descenso de las enfermedades coronarias que se ha visto durante las últimas décadas tanto en Estados Unidos como en Europa, se debe a que en esa misma época se comenzó con el uso de los antibióticos de amplio espectro como la tetraciclina que, precisamente, mata a la Chlamydia. Los que no creen, afirman irónicamente que lo que dice Gayston es simplista, porque en la misma época se introdujeron también las antenas de televisión, aumentó el terrorismo y se intensificó el movimiento femenino. Según sus detractores, que existe una correlación, no significa que exista una relación de causa-efecto.


En búsqueda de pistas

Quien primero implicó a la Chlamydia como causante de la enfermedad coronaria, fue Pekka Saikku, que actualmente trabaja en el Instituto de Salud Pública de OuIu. Encontró que los enfermos coronarios tenían altos niveles de anticuerpos sanguíneos contra este germen. Posteriormente fue Grayson que, utilizando la técnica de la reacción de la polimerasa en cadena (técnica que permite multiplicar en el laboratorio pequeñas muestras de DNA), demostró que había DNA de la bacteria en las placas de ateromas. Junto con esto también demostró, utilizando anticuerpos fluorescentes, que en el mismo lugar había también proteína de la bacteria. Muy pronto laboratorios de Finlandia, Inglaterra, Japón y también Estados Unidos, confirmaron estos hallazgos.

Hace apenas un mes Joseph Muhlestein de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, relata en el Journal of American College of Cardiology, que ha encontrado proteínas de la Chlamydia en el 79% de pacientes en sus placas de ateroma.

Por otra parte James Summersgill de la Universidad de Kentucky, en el último Congreso de Enfermedades Infecciosas de San Francisco, comunicó que había aislado la bacteria en las arterias coronarias de un paciente que había sido sometido a trasplante cardíaco. (New Scientist del 8 de Junio de 1996, pág. 38). Más tarde investigadores de otros dos Centros (State University de Nueva York y Providence Medical Center de Southfild, Michigan), confirmaron estos importantes hallazgos. Según Summersgill, ""que la bacteria esté allí es un hecho, pero esto no permite afirmar en forma categórica que ella sea la culpable de las placas. Con todo es una evidencia que no se puede desechar"".

Sin embargo,, no todos están de acuerdo. Hammerschlag, en una reciente publicación del Journal of Infectious Diseases, contradice estos hallazgos. Afirma que no ha encontrado la bacteria en 58 muestras de ateromas. Con todo, no niega que esta bacteria tenga algo que ver. Pero hay otra explicación para que esté allí. Cuando se están formando las placas de ateromas IIegan allí muchos macrófagos. Estas células sanguíneas, entre otras cosas, captan y destruyen muchos gérmenes y es lógico que contengan restos de DNA de Chlamydia, porque es una infección extraordinariamente frecuente. Por ello no sería raro que estos resto de DNA se encuentran allí, la que explicaría estos hallazgos, sin que necesariamente signifique que las Chlamydias sean las causantes. No siempre el que está en el lugar del crimen es el culpable.

En todo caso es evidente que se necesita mas investigación, y específicamente pruebas clínicas más directas. En todo caso ojalá que todo esto sea cierto, ya que en ese caso el tratamiento sería muy fácil y constituiría un gran avance en la prolongación de la vida de los pacientes con enfermedad coronaria.



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