¿Qué entendemos por globalización?
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1999 )

Es un proceso inexorable de apertura y de comunicación entre los pueblos del mundo que los lleva, como consecuencia, a una situación de creciente interdependencia. No tiene utilidad práctica entrar a discutir cuándo comenzó este fenómeno. Tal vez lo hizo con el inicio de la humanidad con excepciones de pueblos que durante el proceso adoptaron políticas aislacionistas que, sin embargo, en el largo plazo fueron abandonadas o derrotadas (Japón, "la cortina de hierro" del mundo socialista Marxista).

En los tiempos modernos Adam Smith y David Ricardo, a mediados del siglo XVIII, escribieron sobre las ventajas del comercio internacional al que si no se le ponían trabas permitiría que cada país se dedicara a producir aquello para lo cual estaba mejor dotado, esto es, bienes y servicios en los que tenía ventajas comparativas con lo cual todos los actores (países) estarían mejor que si trataban de seguir políticas autárquicas de auto abastecimiento o proteccionistas. Es diferentes razonamientos como, por ejemplo, la defensa de las industrias nacientes.

No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando el mundo acuerda organizarse para promover el libre comercio internacional con la creación del GATT (General Agreement on Trade and Tariffs), el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, reemplazado recientemente por la OMC, Organización Mundial de Comercio. Es decir, pasan muchos años hasta que el mundo diera el reconocimiento institucional a las ventajas del comercio internacional que es el pilar básico en que descansa el proceso de globalización que estamos viviendo en estos días. El Fondo Monetario Internacional se creó, en el mismo período, como el otro gran mecanismo institucional para promover el comercio mundial y los flujos financieros entre países manteniendo políticas monetarias y cambiarias conducentes a evitar devaluaciones competitivas y medidas que actúen en detrimento del comercio (y que se pensó que estaban, inclusive, en las raíces de los conflictos bélicos mundiales).

Después de la Segunda Guerra Mundial se acentúa la velocidad de la revolución tecnológica haciendo todavía mas evidente las ventajas de las economías de escala en la producción de bienes y servicios. Aparecen - o mejor dicho, se hacen más evidentes- las empresas transnacionales, o corporaciones multinacionales, que constituyen el primer gran signo de lo que viene a llamarse, después, el proceso de globalización.

En la década de los sesenta se publica una serie de libros, monografías y artículos sobre el tema de las empresas transnacionales, se organizan seminarios internacionales y no es exagerado decir que hay una verdadera biblioteca de publicaciones sobre el tema y cursos, al respecto, en las mejores universidades del mundo. Se habló, incluso, del *Control Internacional de las Inversiones y se organizó un Grupo Intergubernamental de discusión, estudio y políticas en la Organización de las Naciones Unidas. Muchos países definieron políticas y legislaron sobre la inversión privada extranjera en ejercicio de sus soberanías.

Posteriormente - en los días que corren- el crecimiento de las industrias de alta tecnología, el dramático avance en las comunicaciones, el Internet, el correo electrónico, el acortamiento de las distancias con el mejoramiento sustancial de lo medios de transporte, hace que el mundo se "achique" día a día. Esa es la otra cara de la medalla de la globalización. La revolución de la Informática y de la Tecnología IT ha cruzado todas las fronteras Los países pueden seguir teniendo límite: geopolíticos, pero el avance IT los hace parte de un mundo global y único. El problema para los países es descubrir como mantienen su identidad y su soberanía política, si eso es lo que desean, en un mundo globalizado o cómo se modifica el concepto de la soberanía en estos estados contemporáneos.

La revolución informática tecnológica ha cambiado - y sigue modificando- la manera en que se hacen los negocios, lo que significa que desaparecen algunas actividades y nacen otras. Es decir, el desarrollo sigue siendo un proceso de "construcción destructiva" como lo definió Schumpeter a comienzos de este siglo. Ahora bien, es difícil - y siempre lo ha sido- para los países aceptar que el desarrollo implica cambios cualitativos, innovaciones, que tienen -a veces- costos altos pero dan lugar al crecimiento de nuevas actividades. (En El Mercurio del 2 de agosto de 1999 se lee que en EE.UU. de A. el comercio electrónico está creciendo de manera explosiva, a una tasa de entre 250 y 300% al año, y las ventas a través de Internet ya superan los 400.000 millones de dólares anuales abarcando el 50% del mercado del comercio electrónico a nivel mundial).

El "achicamiento" del mundo representa un serio problema -y una oportunidad para los países pequeños, especialmente para aquellos en vías de desarrollo como los latinoamericanos. Estos no tienen una tecnología propia: la importan - cuando la requieren- de los países desarrollados. Tampoco destinan recursos suficientes a la investigación como para modificar la situación en el futuro previsible. Se incorporan, pues, al proceso globalizador como, principalmente, exportadores de materias primas y recursos naturales para importar los bienes y servicios que producen los países desarrollados en la industria avanzada y para importar la tecnología. Además, como son países importadores de capitales tienen que recibir los recursos financieros de los países desarrollados - exportadores de capitales - ya sea vía inversión privada directa y de cartera de créditos. Así financian la diferencia entre la inversión nacional requerida y los niveles domésticos de ahorro.

Estos movimientos de comercio y de flujos financieros implican, como es bien sabido, una influencia en otras áreas como la educación y cultura, hábitos de consumo; es decir, se va produciendo, también, una "globalización" o "internacionalización" en todos los sectores del que hacer nacional.

Como queda dicho, la globalización, implica, entre otras cosas, la liberalización del comercio internacional y de los flujos financieros. Sin embargo, frente a ambas circunstancias los países tienen, todavía, posibilidades soberanas de acción para evitar o minimizar influencias desestabilizadoras del proceso en las economías nacionales. Las limitaciones que se deseen imponer al comercio están definidas o deben negociarse dentro de la Organización Mundial de Comercio, y las financieras, dentro del Fondo Monetario Internacional.

Este hecho lleva a una reflexión que debe ser considerada e impulsada en América Latina y el Caribe, a saber, la unidad política de este subcontinente. En las negociaciones internacionales vemos la tremenda influencia - en verdad, la decisiva influencia- de los países llamados del Grupo de los Siete G-7: EE.UU. de A, Alemania, Japón, Inglaterra, Francia, Italia y Canadá: Inclusive muchas veces se reunieron los G-5, eliminándose los dos últimos mencionados. Y Rusia lucha porque se hable de un G-8. Pero el hecho es que no se puede ignorar el peso que tienen los grandes y los bloques de países en las negociaciones internacionales pasos hacia su unión política. Ya tienen libertad de comercio y de movimiento de personas y de flujos financieros dentro del bloque, un Parlamento y un Banco Central que ya lanzó la nueva moneda única europea, el euro. Se calcula que este bloque puede tener un peso reIativo en la economía mundial similar al de EE.UU: de A. También están los otros grandes países, actores importantes del escenario mundial, además, de los ya mencionados: China, India; los países en desarrollo o emergentes de Asia. El punto es, para decirlo breve y directamente, que en América Latina no se divisa ningún movimiento hacia su unión política que nos parece debería ser el camino del futuro. Si esto no ocurre, América Latina tendrá muy poco peso en el mundo globalizado, como ya lo demuestran algunos hechos de la historia contemporánea. El proceso mundial de globalización debería hacer revivir el ideal bolivariano e impulsar el proceso de integración política de América Latina. Este podría implementarse por partes; por ejemplo, Chile-Argentina; el Grupo Andino; Centro América, para abarcar, después, el subcontinente.

Debido al desequilibrio existente entre el poder relativo de los diferentes actores en el proceso de globalización, los organismos internacionales deberían revisar sus políticas para proteger a los países en desarrollo - y, en verdad, al mundo entero- de las fuertes fluctuaciones que se producen en los movimientos de los flujos financieros internacionales. Estos son, hoy día, los causantes principales de las crisis recientes, como la llamada crisis asiática.



Luis Escobar Cerda.

Decano Facultad de Administración y Negocios.
Universidad Iberoamericana.



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