Bebes a la carta. Selección de genes en embriones
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1999 )

Atrás quedo la revolución industrial y la de las comunicaciones. Hoy es el turno de la biología. La genética nos lleva a pasos agigantados a una realidad estremecedora si no se toma con responsabilidad: la manipulación de genes es sólo para curar enfermedades, sino también para crear hijos "a la medida".

¿Hombre o mujer?

Es sólo cuestión del destino. Todos tienen sus preferencias, pero lo más importante es que "venga sanito". Pero querer elegir el sexo de los hijos, no es algo nuevo. Ya en el siglo XIII en Francia, los hombres solían amarrarse el testículo izquierdo para procrear un varón. En Grecia se acostumbraba que el varón se acostara al lado derecho de la cama. Lo cierto es que estas técnicas no funcionaban y se convirtieron en mitos a la espera de los avances de la ciencia.

Hoy, ante la posibilidad de un embarazo, la opción ya no es sólo "el 50% de posibilidades de que sea hombre y un 50% de ser mujer". Las últimas técnicas de ingeniería genética permiten predeterminar el sexo del tan ansiado hijo. Y -es probable- que en un tiempo más, cada padre pueda seleccionar gran parte de las características del retoño, tales como color de ojos, estatura, tipo de nariz e incluso memoria, personalidad o coeficiente intelectual.

Así, se crearían hijos "a la medida" ¡Fuera! todos aquellos atributos no deseables.

Para lograrlo, bastaría que en una clínica se injertaran en las células del futuro ser, los genes que determinan tales características.


Diseñando bebes

En este contexto, concebir un hijo sería casi el equivalente a salir de compras y decidir las cualidades de la nueva adquisición. Esto molesta a muchas personas que creen que esto no es más que el reflejo de la sociedad actual. "Es la experiencia máxima del consumismo: diseñar el bebé propio", opina Jeremy Rifkin, crítico estadounidense de la biotecnología.

El tema causa polémica. Y cómo no, si en Estados Unidos esto se ofrece como un servicio más. Una empresa llamada Cattaca ha publicado en los diarios de ese país un anuncio en el que ofrece niños a medida empleando técnicas de ingeniería genética.

Junto con preguntas como "¿Hasta dónde podría llegar su hijo?", se entrega una serie de rasgos y comportamientos que pueden cambiarse genéticamente, entre ellos el color de la piel, la calvicie, la capacidad intelectual, las habilidades deportivas, la obesidad, el alcoholismo y la tendencia a padecer ciertas enfermedades.

Y aunque estos ofrecimientos parecen sacados de una película de ciencia-ficción, en la realidad parece que la línea que separa el tratamiento para la cura de enfermedades de la simple potenciación de rasgos humanos, es cada vez más delgada.

Un ejemplo de esta confusión es el que los tratamientos en base a la hormona del crecimiento, que fueron desarrollados para las personas que padecían de una deficiencia hormonal hereditaria, hoy también se emplean para estimular el crecimiento de personas sanas de baja estatura.


Si a la salud, no a la manipulación

En la actualidad, los tratamientos genéticos se podrían usar indistintamente. De hecho, en algunas clínicas de fertilidad de Estados Unidos ya se manejan técnicas que permiten predeterminar el sexo de las guaguas. Pero estos avances en realidad se concibieron para evitar enfermedades genéticas graves.

Un grupo de investigadores del Instituto de Genética y Fertilización In Vitro de Fairfax (EE.UU.) desarrollaron una regla biológica: quien determina el sexo de un embrión es el padre. Es él quien aporta un cromosoma X o uno Y al óvulo materno (que sólo tiene X). Como los cromosomas Y tienen menos DNA que los X, decidieron teñir -con una tinta sensible a la luz y no tóxica- el DNA de los espermatozoides. Entonces pudieron determinar el sexo de la célula masculina antes de usarla en una inseminación artificial.

Esta técnica, lejos de buscar dar a elegir el sexo del bebé, pretendía evitar enfermedades como la hidrocefalia, la hemofilia o la distrofia muscular, entre otras. Sin embargo, parte de las parejas que acuden a clínicas de fertilidad no lo han entendido así. Según Rifkin, esto se explica porque la sociedad actual está acostumbrada a la cirugía plástica y a medicarse con sicofármacos.

Los médicos de estas clínicas no están de acuerdo con "emparejamiento familiar", por el que muchas personas acuden a visitarlos. Así lo demuestra el Dr. Zev Rosenwaks del Centro de Medicina Reproductiva de Cornell, en Nueva York, "estas técnicas deberían usarse para indicaciones médicas y no para equilibrar familias".

Y es que esta revolución de la medicina y la genética que ha acaparado portadas de revistas, libros y debates, nos estaría abriendo una puerta a un futuro mejor. Pero junto con ello, acarrea un debate ético. ¿Es válida la manipulación de genes? ¿A quién pertenece el ADN del ser humano? ¿Es ética la clonación? ¿Cuál es el límite entre la salud y el mero capricho? En fin... una serie de preguntas que quizás nunca encuentren respuestas, pues hay defensores de una y otra postura.

Sin embargo, cabe recordar que la mayoría de los avances científicos causan igual revuelo en la población. Un ejemplo claro es el que se vivió hace unos años con la "fertilización in vitro", que fue condenada por no ser natural, por congelar posibles embriones humanos, pero que es una alternativa para las parejas con problema de fertilidad.

Indudablemente, en la manipulación del sexo existe una cierta tendencia cultural. Por ejemplo, para la mayoría el ideal es que el primogénito sea varón, para que así cuide a sus hermanas pequeñas. En otras sociedades, el hombre es considerado un ser superior a la mujer, como es el caso de China.

La pregunta clave es ¿Cuál es el límite? La terapia genética es muy útil, en la medida que permitiría curar y evitar enfermedades graves como la hemofilia o el cáncer, pero es necesario que no se caiga en la simple potenciación de individuos. Si esto es así, se corre un grave peligro: caer en una discriminación hacia quienes no tuvieron acceso a esta tecnología. Y con esto se violaría el derecho de la igualdad entre los Hombres.

Incluso, en una visión más apocalíptica, se podría llegar a una sociedad estratificada y deshumanizada, como la que presenta Aldous Huxley en su libro "Un mundo feliz".

Y aunque la línea divisoria entre ficción y realidad es muy delgada, aún parece estar lejos de nuestro país. Así, por lo menos, lo demuestran las opiniones que médicos nacionales han dado. Ellos afirman que en Chile, las parejas con problemas de fertilidad, sólo desean tener un hijo sin importar su sexo. Patricio González, especialista en fertilidad de la Clínica Alemana, declaró a la revista El Sábado de El Mercurio que "es factible realizar un estudio en un embrión ya formado que se mantiene in vitro para establecer su sexo. La fundamentación científica estaría apoyada en la posibilidad de la selección de embriones para evitar enfermedades ligadas al sexo como, por ejemplo, la hemofilia".

Por supuesto, se manejan teorías que relacionan el día de ovulación del ciclo menstrual como el ideal para concebir un hombre y tres días antes si se desea a una mujercita. Sin embargo las probabilidades de que esto resulte son nulas. De esta forma, volvemos a lo mismo... 50% de posibilidades para cada sexo.


Un repuesto humano

Además, surge otro problema. ¿Qué pasaría si no sólo se mejoran características de quienes están por nacer, sino de los que ya están aquí? Esto es lo que el biólogo de la Universidad de Princeton, Lee Silver, ha denominado reprogenética. A su juicio, ella será impulsada por los padres "que desean algo para sus hijos".

Pero la carrera genética no sólo llevará a poder seleccionar el sexo y las características del futuro hijo, sino también a crear órganos a voluntad, reprogramar genéticamente a un ser humano o incluso, detener el reloj biológico.

En la práctica esto se traduce en poder cambiar la piel ajada por una más joven o cambiar la nariz por otra totalmente nueva. La primera aproximación de la reprogenética la desarrollaron los hermanos Vacanti. Uno de ellos, Joseph, fabricó un tórax para un joven que sufría el Síndrome de Poland, cuyo corazón creció sin protección. Este fue el primer órgano creado a partir de células del propio paciente. Vacanti calificó su logro como "un triunfo sobre la naturaleza".

Por su parte Charles Vacanti fabricó un dedo pulgar para un obrero que se lo cortó trabajando con una máquina. El nuevo "dedo gordo" fue recubierto con células del trabajador. Al parecer, la carrera ya comenzó y parece no tener fin.

Michael Sefton, médico de la Universidad de Toronto, afirmó que en menos de 10 años fabricará un corazón humano. Así, "seremos capaces de sacar un corazón dañado y reemplazarlo tan fácilmente como se cambia el carburador de un auto", dijo Sefton.

Esta realidad es escalofriante. Nos transformaríamos en una máquina, cuyas piezas pueden ser sacadas, botadas y reemplazadas. Pero el médico Claudio Barros, director del departamento de embriología de la Universidad Católica, ha dicho que para lograr la reproducción completa de un órgano aún falta mucho. "Faltan muchos estudios y experimentación. No creo que veamos algo así en el corto plazo" afirmó.

En este contexto, son fundamentales para la reprogenética las conclusiones del Proyecto Genoma Humano, que se obtendría en el 2003. Este proyecto consiste en identificar el código bioquímico exacto de los 100.000 genes que definen todas y cada una de las características físicas del ser humano. Al lograrlo, los investigadores podrían descifrar no sólo el funcionamiento exacto de los genes, sino también los desperfectos que provocan las más graves enfermedades.

El estudio aún no concluye, pero en Estados Unidos ya se ha levantado un gran debate ético, pues mientras el Gobierno norteamericano dirige este proyecto, las empresas privadas piden que se patente la manipulación genética.

Lo cierto es que no hay que temer a este gran avance. La medicina y la biotecnología deben estar al servicio del Hombre. No hay que perder de vista la gran misión de la medicina: preservar y mejorar la calidad de vida del ser humano.

A pesar de esto, la posibilidad de que se puedan alterar las células sexuales a través de la ingeniería genética para "diseñar bebés", inquieta a la mayoría de las personas, porque -de ninguna forma- se estarían contraviniendo las leyes de la naturaleza.

Por lo tanto, es fundamental que médicos y ciudadanos tengan claro que la genética y su maravillosa realidad sean utilizadas en beneficio del Hombre. En este sentido, la ética y la formación profesional de los especialistas es muy importante, pues deben tener claro que la ciencia está al servicio del Hombre y no al revés.

Lo fundamental es entender que el ser humano no se crea en un laboratorio, sino que en la sana relación de pareja cimentada en el amor.




Carolina Miranda Callejas

Escuela de Periodismo
Seminario de Ciencias y Tecnología

Universidad Diego Portales



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