Aun las radiaciones débiles afectarían el cerebro fetal
( Publicado en Revista Creces, Agosto 1998 )

Desde hace años que se sabe que los rayos X y otras fuentes de irradiación aplicadas durante el embarazo afectarían al feto. Pero ahora Bruce Kímler del Departamento de Radiaciones Oncológícas del Centro Médico de Kansas (USA), señala que las células más sensibles serian las células cerebrales, las que se afectarían aún con radiaciones muy bajas. El llega a especular que estas radiaciones serian responsables en gran parte de los 2.000 niños que nacen cada año con daño cerebral por cada 100.000 nacidos en Europa y Estados Unidos.

Kimler afirma que el feto expuesto a radiaciones de dosis de 1 miligray durante las primeras ocho a quince semanas (cuando su cerebro está creciendo a gran velocidad), están expuestos a alto riesgo de daño cerebral, que más tarde se traduciría en un deterioro mental.

Son numerosas las personas expuestas cada año a radiaciones de 2 miligray, proveniente ya sea de fuentes como uranio de la tierra, o de emisiones provenientes de plantas nucleares o de ensayos de bombas atómicas. Por otra parte, exámenes médicos de rayos X, cuando se estudian compromisos óseos de la pelvis, significan dosis que varían entre 0,05 miligray a 1 miligray. Los enemas baritados significan una irradiación mucho mayor.

A las mujeres embarazadas se les recomienda no someterse a exámenes de rayos X. Sin embargo, ya sea porque no saben que están embarazadas, o porque tengan una fractura de la pelvis que requiere de examen radiológico, los efectos son inevitables. Kimler sugiere que basta uno o más exámenes de rayos X, ya son altamente peligrosos para el feto.

La experiencia realizada por Kímler, fue utilizando ratas de laboratorio. Consistió en exponer a radiaciones a embriones de ratas durante diferentes etapas de su desarrollo. Encontró que si las exponía a dosis de 500 milígrays quince días después de la concepción, que es el período de rápido crecimiento cerebral, lo fetos terminaban con una corteza cerebral más delgada y cerebros más pequeños, lo que más tarde se traducía en retardo del desarrollo cerebral y reflejos más lentos. Dosis más pequeñas, de 250 míligray, también se traducían más tarde en retardo para resolver el test del laberinto. Pero histológicamente se podían percibir cambios celulares con dosis de 62.5 miligray, lo que pone en evidencia que aún dosis minúsculas de radiación producen efectos en el cerebro fetal.

En el International Journal of Radiation Biology (vol. 73, pág. 423,1988), hace una revisión de todas las evidencias acumuladas que dicen relación del desarrollo cerebral y los efectos de las radiaciones, tanto en animales de experimentación, como en humanos. Concluye que el daño producido en animales es semejante al observado en humanos, y de allí concluye que la radiación que recibe el feto humano "in útero" repercute más tarde también en alteraciones psicológicas y emocionales. Esto se traduciría en hiperactividad, agresiones, bajo cuociente intelectual y falta de curiosidad.

Kímler señala que de los 1.500 fetos que fueron sometidos a la irradiación que produjeron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaky en 1945, en un alto porcentaje se tradujeron más tarde en daño cerebral, siendo esta alteración incluso más frecuente que el cáncer.

El autor sugiere que las células que mueren por la irradiación durante el proceso de desarrollo cerebral, quedarían en su lugar y esto alteraría la necesaria migración de las células normales dentro del cerebro. En fin, todo parece indicar que en la mujer embarazada deberían prevenirse hasta donde sea posible los exámenes con rayos X, especialmente durante las primeras semanas de embarazo (New Scientist, Abril 18, pág. 4, 1998).


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