El conocimiento: tiempo pasado y el desafío futuro.
( Publicado en Revista Creces, Junio 2000 )

Como todos los años, a la iniciación del año académico le damos especial relevancia. Pero en esta ocasión existe un simbolismo adicional: "Cambiamos de siglo, y comenzamos a contar los años dentro de un nuevo milenio". Esto amerita que aprovechemos esta ocasión para que nos detengamos a recontar lo transcurrido y analizar hasta dónde hemos llegado, para que basado en ello, y mirando hacia delante, analicemos las alternativas y podamos escoger y diseñar nuestra opción. Los hechos no los diseñamos nosotros, pero sí debemos adelantarnos a ellos para ser capaces de enfrentarlos con posibilidades de éxito. "El mundo no se va acomodar a nosotros, nosotros tenemos que acomodarnos al mundo".

Con frecuencia hemos oído que nada nuevo hay bajo el sol, que la historia se repite, probablemente ello se refiera a que las actitudes y comportamientos de los seres humanos que condicionan los hechos, son aparentemente los mismos. El comportamiento del ser humano es una mezcla entre ángel y demonio, en ocasiones, es capaz de las más grandes actitudes solidarias, como también de los más extremos egoísmos. Son muchos los que se han empeñado ideológicamente en la búsqueda del "hombre nuevo", pero debemos reconocer que hasta ahora éste no ha aparecido, es que sus comportamientos están en gran parte basados en sus ancestros genéticos, y éstos pueden cambiar, pero en otra dimensión del tiempo.

Lo que sí ha cambiado fundamentalmente son las circunstancias que lo rodean y su forma de vida. Tal ha sido el cambio, que ya no es válido basarse en el pasado para condicionar conductas en el futuro. Lo que estamos viviendo son tiempos nuevos, que no tienen comparación posible con lo que antes se ha vivido.

Es importante enfatizar que los cambios producidos han sido consecuencias de las mismas acciones de los hombres, y han tenido relación directa con su capacidad de generar nuevos conocimientos y su habilidad para implementarlos en su propio beneficio. Con ello, muchas veces ha logrado sustantivos avances en su calidad de vida, aun cuando también hay que reconocer que muchas veces los ha utilizado para destruir.


La historia

Hoy podemos afirmar que la vida ha tenido un comienzo común y que de ella han derivado todas las especies. Hace ya cientos de miles de años, la especie humana comenzó a diferenciarse del resto de las especies, debido fundamentalmente al mayor desarrollo de su cerebro y a su inteligencia. Con ello se incremento también su instinto de aprender, buscar lo nuevo y asimilarlo. Es este instinto el que a lo largo de los tiempos ha ido induciendo los cambios hasta llegar a lo que hoy vivimos. En un comienzo fueron lentos, hasta llegar a una creciente aceleración en los tiempos recientes.

Es difícil asegurar cuándo comenzó la civilización de la especie humana. Para algunos investigadores ello habría ocurrido cuando el género "homo" comenzó a ser capaz de contar. En una cueva de Europa Central, ubicaron en sus paredes líneas talladas en grupos de cinco, como cinco son los dedos de la mano. ¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco y muchos! Por entonces, también aprendió a hablar, a ponerle nombre a las cosas y a comunicar ideas. Ello habría ocurrido hace unos 30.000 años.

En aquellos tiempos, su vida debe haber sido muy insegura. Siempre sometido al ataque sorpresivo de depredadores, provistos de garras y colmillos, de los cuales no se podía defender. Sólo había que arrancar y así consolidó su situación de bípedo. Pero por su mayor inteligencia, fue capaz de desarrollar armas, que paulatinamente le permitieron cazar y alimentarse (lanzas, boleadoras y flechas).

Por entonces se encontró con el fuego. Aprendió a manejarlo para defenderse de las inclemencias del tiempo y procesar sus alimentos, especialmente los tubérculos que encontraba bajo la tierra. Aprendió también a conservarlos, para prevenir los tiempos de escasez, mediante el secado bajo los rayos del sol y el salado.

Lentamente, quince mil años después, aprendió a trabajar la tierra, pasando así de ser un cazador y recolectar, a ser agricultor. Fue así como también aprendió a domesticar algunos animales y a convivir con ellos. Descubrió la rueda, con lo que pudo transportar productos con menor esfuerzo.

Luego aprendió a trabajar los metales y pudo fabricar mejores herramientas, pero también mejores armas. Para bien y para mal, descubrió también la pólvora. Comenzó a desarrollar la escritura y llegó a descubrir la imprenta. Con ello consiguió un avance sustantivo: transmitir transgeneracionalmente los nuevos conocimientos que se estaban acumulando. Hasta entonces sólo se transmitían por la palabra. Sin embargo, el proceso de descubrimiento era extraordinariamente lento. Basta señalar que entre el descubrimiento de la imprenta y su utilización transcurrieron más de 100 años.

Aprendió a tejer, a vestirse de lana, algodón y sedas y se refinó en sus modales.Luego, pensadores e investigadores observando el Universo, comenzaron a descubrir muchas de las leyes que lo regían, todo esto condujo, después de miles de años, a lo que hoy llamamos "La Revolución Industrial".

Desde allí en adelante, la génesis de conocimientos comenzó, a acelerarse hasta alcanzar hoy en día una velocidad exponencial. Hoy hemos alcanzado una circunstancia en que el total del conocimiento acumulado se está renovando cada cuarenta años.

Cuando se mire retrospectivamente el siglo que termina, sin duda que será catalogado como el siglo en que se inicia la "revolución del conocimiento". Digo que se "inicia el proceso" porque nada indica que se vaya a detener, por el contrario, todo indica que su velocidad va a aumentar aún más. Los cambios producidos ya no hay que esperar generaciones para poderlos constatar, ello está sucediendo de año en año.

Claro que han aparecido también factores negativos que no estaban en la imaginación de nadie, uno de ellos ha sido el explosivo crecimiento de la población. Al llegar a controlar las distintas variables medioambientales junto a los mejores conocimientos médicos disminuyó en forma notable la muerte prematura, y como consecuencia, se ha estado produciendo un brusco crecimiento poblacional. Al comenzar el siglo, la población mundial alcanzaba a 1.600 millones de habitantes. Al finalizarlo sobrepasamos los 6.000 millones de habitantes.

Por otra parte, la génesis de conocimiento no ha favorecido a todos los hombres por igual, lo que ha producido una brecha entre los que viven bien y los que viven mal. Es decir, con el inicio de la revolución industrial y más tarde con la revolución tecnológica se inició la diferencia entre desarrollo y subdesarrollo. Antes de ello el mundo no se había desarrollado, y príncipes y plebeyos estaban sometidos a los mismos riesgos ambientales y de enfermedades.

Hoy en día, los que han sido capaces de generar conocimientos y han sido capaces también de implementarlos en forma eficiente, cada día viven mejor, en desmedro de los que no han sido capaces de generarlos ni implementarlos con igual eficiencia y por ello se estancan o retroceden. Es el conocimiento el que ha producido las grandes diferencias y que las seguirá incrementando en el futuro. Así apareció la brecha entre desarrollo y subdesarrollo, cuya tendencia incremental aún persiste.

Uno de los desafíos que la humanidad debe enfrentar al comienzo del presente siglo, es cómo lograr que los conocimientos nuevos beneficien a todos por igual, para estabilizar así la sociedad. Ello no es simple, ya que depende fundamentalmente de la capacidad de crear conocimiento, lo que está íntimamente ligado a los niveles educacionales que alcance una sociedad.


El siglo se fué

Sin duda que los cambios más trascendentales han ocurrido durante el último siglo y los alumnos que hoy se están preparando en su carrera profesional, vale la pena que tomen conciencia de ello. El mundo no nació cuando ellos nacieron, ni tampoco lo que hoy ven estuvo antes.

Basta recordar los inicios del siglo para aquilatar la trascendencia de los cambios. Recién cuatro años antes de comenzar el siglo XX, Marconi patentó la telegrafía sin hilos. En 1901 se transmitió el primer mensaje transatlántico, que sólo envió tres líneas (las letras S del alfabeto Morse). Todo el enorme desarrollo de las comunicaciones actuales es cosa de los últimos 50 años.

En 1957 el mundo despertó con la noticia que la Unión Soviética había colocado un satélite en órbita alrededor de la Tierra; luego le siguieron miles de satélites que actualmente pueblan el espacio.

También a principios de siglo comenzó el desarrollo del automóvil. Hasta entonces nuestros abuelos, como también lo hacían los abuelos de nuestros abuelos, por miles de años, viajaban a caballo o en coche. Sólo una minoría,en su vida se habían desplazado más allá de 20 kilómetros del lugar donde habían nacido. Una montaña separaba sociedades por siglos. En el aislamiento se desarrollaron los idiomas y diferentes dialectos. Hoy la India tiene 80 dialectos, que se desarrollaron en diferentes regiones y valles y que no se entienden entre sí.

Más tarde comenzaron a volar los primeros aviones. Julio Verne, con su imaginación pensaba que era posible la vuelta al mundo en 80 días. Ahora es una realidad dar la vuelta al mundo en 80 horas. Hoy impresiona la información de que el año recién pasado 600.000 chilenos volaron al extranjero. Otros cientos de miles se desplazaron anualmente dentro del país. Desapareció así el aislamiento.

En física, Max Plank, estudiando la radiación que se escapaba de un cuerpo caliente, jugaba con la idea de que la energía venía en pequeños paquetes, o quantum". Pocos años más tarde, Albert Einstein hacía públicos sus pensamientos acerca de la relatividad, basándose en la noción de que la velocidad de la luz es la misma para todos los observadores, no importa cuán rápido ellos se estuvieran moviendo.

El siglo XX cambió fundamentalmente el concepto que se tenía del Universo: ¡El tiempo era relativo y la energía y la masa intercambiables! Extraños conceptos que cambiaron completamente la física y las condiciones del mundo en que hoy vivimos. De ello se llegó a la energía atómica, y también, por desgracia, a la bomba atómica.

Aparecieron los chips de silicón, cuyo impacto ha sido mucho más trascendente que el mismo descubrimiento de la imprenta. Desde entonces se han sucedido los enormes progresos de la computación y la informática

Ha sido en el siglo recién pasado cuando hemos cambiado radicalmente nuestro conocimiento del Universo. Hasta el año 1923, en el cielo se identificaba sólo una galaxia (la Vía láctea). Era lo que veíamos. Fue en esa fecha que el astrónomo Edwin Hubbie describió la existencia de otra galaxia; la galaxia Andrómeda, ubicada más allá de la vía láctea. Ahora se sabe que las galaxias son millones y que están a enormes distancias formando el Universo.

Se conoció también que el Universo se estaba expandiendo y se sospechó que en algún momento estuvo todo junto en un punto, y de allí la teoría de la Gran Explosión, que poco a poco se ha ido confirmando. Se supo además que las estrellas no eran eternas. Que nacían, vivían y morían en grandes explosiones cósmicas. En los últimos años se ha comenzado a confirmar la existencia de satélites que orbitan otros soles diferentes al nuestro.

Luego, el Mundo presencia la llegada del hombre a la luna, y más tarde, numerosas naves no tripuladas partieron a visitar los planetas vecinos comenzando a escudriñar sus misterios, su historia y su origen.

Hace apenas cincuenta años hizo su aparición la televisión en colores, expandiéndose rápidamente a todos los hogares. Más recientemente la televisión por cable y el cambiador automático que ahora nos parece indispensable dentro de nuestra vida sedentaria.

En la actualidad, como nadie lo habría podido predecir, apareció lnternet, que desarrollándose a una velocidad extraordinaria ya está llegando a millones de hogares con toda la información que se puede imaginar.

Pero tal vez, el cambio más reciente y trascendental ha estado en la biología. Comenzó con la aparición de los antibióticos para combatir las infecciones bacterianas. Fue así posible el tratamiento de enfermedades infecciosas. Hoy son muchos, y se usan con tanta frecuencia que las bacterias han aprendido a desarrollar resistencia a ellos, lo que constituye una amenaza.

Se descubrieron los virus, y se conocieron las enfermedades producidas por ellos, y se ha comenzado a descubrir cómo combatirlos.

La mitad del siglo quedó marcada por el descubrimiento de los secretos de la vida. Se descifró el misterio de cómo la célula guarda la información para toda la actividad que debe desarrollar, y para transmitir esta información a otra célula cuando ésta se divide. Fue así como en el año 1951 se descubrió la estructura de la molécula del DNA (doble hélice) y más tarde el código que ella empleaba para guardar la información (código genético).

Se descubrió también que este código era común para todas las especies vivas de la Tierra, agregando un argumento contundente a la teoría de la evolución, hasta entonces sólo fundamentada en las observaciones y deducciones directas de Darwin en el siglo anterior. Se descubrió cómo las órdenes emanadas de ese código eran traducidas y ejecutadas por las proteínas. En fin, se descubrió cómo se desarrollaba la vida, confirmando que ésta había tenido un origen común.

Nació el concepto de genes como las partículas que mucho antes había supuesto Mendel que existían. La medicina comenzó a enriquecerse con el conocimiento de que todas las enfermedades tienen un trasfondo genético.

En 1972, investigadores de California encontraron los medios para cortar trozos del DNA en virus y bacterias. Más tarde se pudo intercambiar genes de una especie a otra, así se logró que bacterias y hongos, o la leche de la vaca u oveja, produjeran proteínas humanas de uso médico que ya están en el mercado.

Del mismo modo se trasplantaron genes a plantas, para que adquirieran caracteres que antes no tenían (plantas transgénicas), y actualmente se ha logrado también que las plantas produzcan sustancias químicas, reemplazando a la industria tradicional.

En 1977 se logró introducir espermios humanos en óvulos humanos, para luego implantarse en el útero, naciendo así el primer niño de probeta. Muchos criticaron esta técnica porque era como jugar a Dios, pero en realidad los médicos no tenían esos delirios de grandeza.

En Julio de 1996 la noticia impacta al mundo: ¡Se había producido el primer nacimiento virginal! A partir de la información genética de una célula adulta de la ubre de una oveja, había nacido una oveja igual a la madre (Dolly). Se confirmaba así que cada célula del organismo contenía la información completa como para reproducir otro animal. Luego esta clonación se repitió en cabras, vacas, ratas, toros, etc.

Ahora ya se inicia la terapia de genes, consistente en reemplazar genes defectuosos que provocan enfermedades, por genes normales. Aún los resultados son cuestionabas, pero no cabe duda que el procedimiento llegará a ser rutinario en el futuro.

Todo esto sucedió en un lapso de tiempo demasiado corto. En el siglo recién pasado y especialmente en los últimos cincuenta años. Esta simple enumeración realza la enorme dinámica que han alcanzado la generación de nuevos conocimientos y su impacto en la sociedad.

Casi sin darnos cuenta hemos sido testigos de los más trascendentales cambios de toda la historia de la humanidad. Llama la atención cómo el mundo los ha aceptado, y cómo los hombres se han adaptado a ellos.

Todo esto puede criticarse, pero no se puede negar que gracias al conocimiento el hombre está viviendo más y mejor. A comienzos de¡ siglo, la expectativa de vida al nacer era de 32 años. Ahora alcanza a los 66 años como promedio en el mundo, y se eleva a los 80 años en los países desarrollados. La nutrición ha mejorado ostensiblemente, disminuyendo el porcentaje de individuos desnutridos, aun cuando se ha incrementado el número absoluto de ellos, debido al explosivo crecimiento vegetativo de la población.

Es cierto también que el hombre está impactando negativamente el medio ambiente. Ello como consecuencia de la tremenda explosión demográfica y el descuidado sistema de producción. Su solución es un importante desafío que la humanidad deberá enfrentar en el presente siglo. Para ello, más que detener la génesis de conocimientos, se requiere de acuerdos globales que involucren a toda la Humanidad, y de nuevos conocimientos que ofrezcan nuevas alternativas para cada caso específico.


Como nos ha ido a nosotros

Aunque en menor grado, los cambios ocurridos durante el siglo que terminó han impactado también en nuestra calidad de vida.

En el año 1890, en la casa de un magnate salitrero se instaló por primera vez un baño completo, era un gran adelanto que venía de París. En ese entonces no había agua potable en las casas, ni tampoco existía el alcantarillado. Hoy el 95% de los hogares tiene un baño completo y el 80% ya dispone de agua caliente. Hoy, casi el 100% de la población urbana dispone de agua potable en las casas y el 90% está conectado al sistema de alcantarilla.

A comienzos del siglo, sólo el 4% de las familias disfrutaba de electricidad. Hoy está en el 98% de la población. En ese tiempo, el 64% de la población era rural, hoy sólo es el 15%.

El "ingreso per cápita", en dólares de hoy, era de 200 dólares anuales. Terminamos el siglo con un ingreso per cápita de 5.000 dólares.

Nuestro desarrollo social tampoco desmerece. Aun cuando no existen datos específicos se puede asumir que los niveles de pobreza superaban al 70% de la población, el 70% de los niños menores de 6 años estaban desnutridos. Hoy, al terminar el siglo, sólo el 1.5% de los mismos tiene algún grado de desnutrición.

La esperanza de vida al nacer era de 30 años. Al terminar el siglo es de 76 años. La mortalidad infantil era de 290 por mil nacidos vivos, es decir, de cada 1.000 niños que nacían, 290 fallecían antes de cumplir un año de edad. Hoy es de 11 por mil. Al comenzar el siglo, el 75% por ciento de las muertes se producían antes de los 15 años de edad. Hoy, sólo el 4% de las muertes ocurren antes de los 15 años.

También el cambio se puede apreciar en educación. El analfabetismo era de 65%, hoy es inferior al 5%, y la mayor parte son adultos mayores. La escolaridad promedio de la población era de 2 años, hoy es casi de 10 años.

El gasto fiscal a comienzos del siglo era de 147 dólares per cápita, el siglo termina con 1.170 dólares per cápita. Los funcionarios públicos eran menos de 10.000, hoy en día alcanzan a los 70.000

Las exportaciones alcanzaban en el año 1900 un poco más de 650 millones de dólares de hoy, y el 70% de ellas provenían del salitre, el siglo cerró con exportaciones que se elevaron a 15.500 millones de dólares, de las cuales un 37% son cobre.

Los cambios en la agricultura también han sido notables. Basta señalar que la producción de trigo alcanzaba en el año 1900 a 4 millones de quintales métricos. La productividad era de 10 quintales por hectárea. El siglo termina con 15 millones de quintales métricos con una superficie sembrada algo menor que la de principios de siglo, ya que la productividad se ha elevado a 40 quintales por hectárea. Terminó el siglo, con un cambio radical en la agricultura, con el desarrollo de la fruticultura, la agroindustria y la explotacíón forestal.

En 1906 Santiago contaba con 6 automóviles, es decir, 1 por cada 55 mil habitantes. En la actualidad, en Santiago, existen 515 mil automóviles particulares, e decir, uno por cada 11 habitantes.

Sin duda que durante el siglo que terminó hubo progresos notables. Ahora vivimos más tiempo y mejor, y ha disminuido notablemente la pobreza. Sin embargo, el progreso del mundo desarrollado ha sido aún más rápido, basta señalar que a comienzos del siglo pasado, el "ingreso per cápita" de nuestro país era el doble del "ingreso per cápita" del Japón. Hoy el nuestro es la quinta parte de aquél.

También aparecieron otros que lo hicieron mejor. En 1940, el ingreso "per cápita" de Corea era siete veces menor que el nuestro. Hoy Corea tiene un ingreso más de dos veces superior (14.000 dólares).

Ahora, al comenzar este siglo, hay que enfrentar el desafío que significa alcanzar el desarrollo, para lo cual debemos avanzar más rápido de lo que está logrando el mundo desarrollado. El proceso de cambio aún no se ha detenido. Muy por el contrario, éste parece acelerarse. Si no encaramos esta realidad, el distanciamiento será cada vez mayor.

El desarrollo no es una meta en sí, pero es el único camino posible si nuestro objetivo es derrotar la pobreza, distribuir mejor la riqueza y mejorar la calidad de vida de todos. Esa meta pasa necesariamente por mejorar la calidad de la educación y que ésta alcance a todos los niveles.

En los comienzos del siglo recién pasado, el sistema educacional estuvo diseñado básicamente para preparar educandos que más tarde pudieran insertarse en una sociedad simple, en la que preponderantemente iban a tener que realizar una labor física y rutinaria. En esa realidad, la sociedad podía progresar aun cuando mucha de su gente joven no lograra desarrollar todas sus potencialidades intelectuales y sus conocimientos fueran reducidos.

Pero la sociedad de hoy se ha tecnificado, se ha hecho en extremo competitiva y con un alto grado de complejidad, exige cada vez más capacidades intelectuales, más información y más sólidos principios morales, si es que la persona pretende incorporarse como elemento útil a ella, y así lograr formar una familia y satisfacer sus legítimas aspiraciones.

Hoy el progreso de la sociedad depende de la educación alcanzada por todos y cada uno de sus miembros. En adelante la sociedad ya no podrá progresar si un porcentaje elevado de sus individuos no ha alcanzado los niveles adecuados de educación. Por ello se hace indispensable que los estándares educacionales se eleven en toda la población y no sólo en una fracción elitista de ella.

Estamos viviendo en la sociedad del conocimiento y éste se ha transformado en la verdadera herramienta de trabajo de cada uno: quién no alcance los conocimientos necesarios no podrá aspirar a un ingreso suficiente y digno que le permita una adecuada calidad de vida. La mejor distribución del ingreso sólo se podrá lograr si más y más individuos logran más educación, más conocimientos y más destrezas. Es por este mecanismo como la distribución del ingreso ha mejorado en el mundo desarrollado.

El enorme progreso de la comunicación alcanzado en los últimos años, sumado al enorme desplazamiento de los hombres y sus productos ha llevado a una globalización cultural y económica a nivel mundial, de la cual no podemos sustraernos. Ya no podemos sentirnos satisfechos si nuestros progresos educacionales sólo superan a los del mundo en desarrollo.

Solamente alcanzando los niveles educacionales de países desarrollados es que podemos pretender ser competitivos. Ya no es posible alcanzar el desarrollo mirando hacia adentro, aisladamente de¡ resto. "O nos insertamos con eficiencia en el nivel mundial o nos tenemos que resignar a disminuir el ritmo de progreso o aún a retroceder en lo alcanzado".

En este contexto, entre otros, el sistema educativo es el que tiene que modernizarse y alcanzar el nivel competitivo necesario. En él, la educación superior tiene la primera responsabilidad. No sólo es necesario la constante adecuación de los contenidos curriculares, de acuerdo a los cambios del conocimiento, sino que además deben ampliarse las áreas del conocimiento más allá de la formación profesional específica, con el objeto de formar un profesional culto, para que así sea capaz de desenvolverse eficientemente en una sociedad que cada vez va a ser más compleja y más exigente.

En las últimas décadas ha sucedido algo inesperado: por la complejidad de la sociedad se ha ido haciendo necesaria la globalización del conocimiento.

Repentinamente nos hemos dado cuenta que todos los conocimientos están interrelacionados y son interdependientes, ya no basta ser especialista en una área determinada. Como respuesta a ello, la enseñanza tendrá que ser transdisciplinaria, de modo que permita un conocimiento global de los problemas que deberá abordar como futuro profesional. Ello por cuanto las situaciones que deberá enfrentar van a ser multifactoriales lo que exigirá tener conocimientos sobre las diversas variables, que directa o indirectamente intervienen en un determinado fenómeno relacionado con su quehacer.

Tal proceso requiere un cambio profundo en nuestra educación superior, de modo tal, de inducir los cambios a la brevedad posible, pues de lo contrario la ansiada modernización no se producirá en los plazos que el cambio económico y social requiere.

Por otra parte, nada indica que el torbellino de la actual génesis de conocimiento vaya a detenerse. Por el contrario, todo indica que la tendencia es de acelerarse aún más, lo que plantea también un nuevo desafío. El estudiante, a poco de abandonar las aulas, comprobará que lo aprendido entra en rápida obsolescencia. Es por ello, que a diferencia de lo ocurrido en el siglo pasado, el estudio y el perfeccionamiento tendrá que acompañarlo por toda la vida.

Más importante que los conocimientos que la Universidad entregue mientras sea estudiante va a ser la preparación que se le pueda dar para enfrentar con éxito el cambiante futuro. Ello involucra, el pasar del aprendizaje pasivo a la participación activa de¡ alumno en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de forma tal, que sea capaz de discernir, buscar información, internalizarla, globalizarla y extraer conclusiones por sí mismo, diferenciando lo trascendente de lo superfluo. El alumno, al término de sus estudios, tendrá que estar preparado para adaptarse a los cambios que necesariamente seguirán ocurriendo, como consecuencia de los nuevos conocimientos.

Ello es un nuevo desafío, tanto para el estudiante como para la Universidad. Más aún, esta última no podrá sentirse satisfecha sólo por el hecho de entregar un título profesional. Unos y otros tendrán que permanecer conectados durante toda la vida profesional en un constante proceso de aprendizaje.

No son los políticos ni los ideólogos los que están cambiando el mundo. Todo ha sucedido a sus espaldas, sin que hayan intervenido, y cuando lo han hecho, sólo han postergado el cambio con graves consecuencias para la sociedad. Los que verdaderamente están induciendo el cambio son los que están generando los conocimientos nuevos, que al implementarse están cambiando el mundo, creando nuevas circunstancias y nuevas necesidades a las que todos queremos acceder.

Aquí está el verdadero Rol de la Universidad: ser rectora y depositaria del nuevo conocimiento, participar en su génesis, trasmitirlo, elaborarlo y en base a ello, adelantarse a los tiempos, para ser así capaces de formar el profesional que necesitará la sociedad de¡ futuro y con ello inducir los cambios que esa misma sociedad requiere. ¡Difícil, pero trascendental Rol! Pasaron ya los tiempos en que podíamos vivir exclusivamente de lo prestado o transferido. ¿Serán nuestras universidades capaces de tomar este liderazgo? Difícil pregunta, pero de ello depende en gran parte que nuestra sociedad tome el ritmo de progreso para hacer realidad la libertad y la justicia que todos deseamos. Por nuestra parte, tenemos que hacer los esfuerzos necesarios.



Dr, Fernando Monckeberg B.

Rector Universidad Iberoamericana (2000)
Clase Magistral al inicio del año académico.



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