El desafío de la globalización
( Publicado en Revista Creces, Enero 2000 )

Introducción: Hace un tiempo escribí un artículo sobre "Globalización" en el que me permití ofrecer una definición diciendo que se trata de "un proceso inexorable de apertura y de comunicación entre los pueblos del mundo que los lleva, como consecuencia, a una situación de creciente interdependencia". Recordé allí el rol protagónico que han jugado y juegan en este proceso las empresas transnacionales (o corporaciones multinacionales como también se les llama) y la institucionalización de la promoción del libre comercio mundial con la creación -sólo después de la segunda guerra mundial- del GATT (hoy Organización Mundial de Comercio) y del Fondo Monetario Internacional. Se recordó también, en dicho articulo, que el avance -en verdad, la revolución- de la Informática y de la Tecnología IT ha cruzado todas las fronteras haciendo a los países parte de un mundo global y único. Se insinuó que este hecho los obliga a descubrir cómo mantienen su identidad y su soberanía ya que el mundo globalizado abarca prácticamente todas las áreas de la convivencia colectiva. (1)

El "achicamiento" del mundo representa un serio problema -y una oportunidad- para los países pequeños, especialmente para aquellos en vías de desarrollo como los latinoamericanos. Estos no tienen una tecnología propia: la importan -cuando la requieren- de los países desarrollados. Tampoco destinan recursos suficientes a la investigación como para modificar la situación en el futuro previsible.

Se incorporan, pues, al proceso globalizadorv como, principalmente, exportadores de materias primas y recursos naturales para importar los bienes y servicios que producen los países desarrollados en la industria avanzada y para importar la tecnología. Además, como son países importadores de capitales tienen que recibir los recursos financieros de los países desarrollados -exportadores de capitales-, ya sea vía inversión privada directa y de cartera y de créditos. Así, financian la diferencia entre la inversión nacional y los niveles domésticos de ahorro.

Según la Organización Mundial de Comercio OMC, en la última mitad del siglo XX (1950-1998) el volumen de exportaciones mundiales creció veinte veces. En efecto, en 1950 las exportaciones representaban el 8% del Producto Doméstico Bruto Mundial en tanto que en 1998 llegaban 26,4% del producto siendo éste seis veces mayor que el de 1950. Parece, pues, evidente que el comercio internacional ha fomentado el crecimiento económico con los beneficios que esto implica para el bienestar de las poblaciones por la mayor disponibilidad de bienes y servicios de todo tipo, importaciones más baratas y el desarrollo y transferencia de la ciencia y tecnología.

En los últimos meses, a nivel mundial, se ha intensificado el debate sobre las ventajas y problemas que la globalización presenta a los países como lo demuestra el hecho del fracaso de la apertura en Seattle, EE.UU. de A., de la nueva ronda de negociaciones -bajo el auspicio de la OMC- para una mayor apertura del comercio mundial especialmente en áreas que, todavía, aparecen muy protegidas y con altas tarifas (agricultura, servicios textiles, transporte naviero).

Se discute hasta qué punto el fenómeno es controlable y acerca de la conveniencia de controlarlo o, por el contrario, de estimularlo; hasta qué punto va más allá del problema económico para abarcar todas las áreas del quehacer nacional "amenazando", dicen muchos, la identidad nacional y la soberanía política de los Estados. La respuesta a estas interrogantes lleva, en verdad, a replantear las proyecciones del desarrollo económico, político, social y cultural del país que puedan haberse efectuado cuando el proceso globalizador no había desplegado toda su fuerza. Es decir, no se trata de que el Estado asuma, frente a la situación, una actitud de "dejar hacer, dejar pasar" -de un estado ausente- pensando que el mercado y la economía global resolverán "automáticamente" todos los problemas. Por el contrario, debe promoverse una discusión nacional sobre el sistema de gobierno que se quiere tener, el tipo de Instituciones con que se quiere contar y los objetivos que se desea que cumpla el sistema social y educacional con una clara definición de la inserción del país en el proceso globalizador.

Francis Fukuyama, Director del Programa de Políticas Públicas de la Universidad de George Mason, autor de "El fin de la historia" y de "La Gran Ruptura" (su último libro) dice que "la globalización es el motor principal del desarrollo y está disponible para cualquier país". Cree que para los países más pobres no existen otras alternativas reales porque no tienen los recursos internos de capital ni los mercados potenciales que otorga la internacionalización. Agrega que, sin embargo, la globalización es la política que más divide en este momento, entre los países que la han aceptado y aquellos que parecen rechazarla. Piensa Fukuyama que el mayor desafío es el desarrollo de las instituciones y que se debe tener cuidado de implementar las políticas neoliberales de globalización en países "con instituciones muy débiles que no tienen sistemas regulatorios adecuados".

Los críticos de la globalización parecen añorar un sistema político que les ofrecía, por lo menos aparentemente, mayor seguridad económica aunque fuese a tasas de crecimiento modestas y con una menor desigualdad en la distribución de ingresos, aunque fuese a niveles absolutos de ingresos más bajos; además, siempre se agrega que la globalización "amenaza" la identidad nacional en todas sus formas y expresiones además de la seguridad alimenticia y la protección del medio ambiente. Pero estos mismos críticos, no quisieran renunciar a las ventajas de un mayor comercio internacional ni a la posibilidad de contar con el apoyo del capital externo para suplementar el ahorro nacional y financiar las inversiones que el desarrollo económico exige y se encuentran, por tanto, en una especie de "callejón sin salida".

Por lo dicho, lo más probable es que se siga avanzando en el proceso globalizador. Ya se cumplieron más de diez años de la caída del muro de Berlín y nada indica una vuelta atrás. El avance IT continuará: ciencia, tecnología, comunicaciones, transporte; el flujo de las ideas y su transmisión internacional se acelera (Internet); el flujo de capitales internacionales crece y la internacionalización de los mercados es una realidad. De allí que el consejo para todas las naciones parece ser que se preparen para participar, en la mejor forma posible, en el proceso. Por cierto, el mundo no verá un movimiento en una línea recta ascendente. Habrá países en que se pondrán (o subsistirán) restricciones a los flujos de capital y de bienes y servicios así como al movimiento de gente; otros, en que se demorará el proceso privatizador. El cambio en diferentes países puede tomar más o menos tiempo pero, en mi opinión
-como ya lo he dicho- es inevitable y, sobre todo, bueno para el bienestar de la humanidad. Recuérdese -a modo de conocido ejemplo- el frustrado sueño bolivariano de una América Latina unida y compárese con la visión de los Estados en la América del Norte. Nosotros seguimos siendo naciones "en vías de desarrollo".

Lo que hace más difícil la implementación de la política integracionista y globalizadora son los intereses de corto plazo. Por ejemplo: países en que hay una constante queja de los agricultores porque se permite la competencia de carnes o de leche y de productos del agro, en general, que provienen de países que, en verdad, tienen, en esa área, ventajas comparativas. Este es un hecho que debe reconocerse y que requiere, por tanto, políticas de reconversión agropecuarias para canalizar la actividad a áreas en que el importador actual pueda competir en el largo plazo. Lo mismo ocurre con otros sectores del quehacer nacional. Allí es donde el Estado debe cumplir un rol importante: ayudar en la formulación e implementación de las políticas de reconversión dando el apoyo técnico y financiero que estos procesos requieren. Es decir, el rol del Estado -en colaboración con el sector privado- debe ser el de ayudar y no obstaculizar el proceso de fomentar el comercio internacional porque eso es lo que hará accesible al consumidor productos más baratos y de mejor calidad.

En el contexto descrito de las definiciones de políticas a nivel nacional, para enfrentar con éxito el proceso globalizador, una de las áreas que provoca tanta discusión como la apertura misma es la Privatización de las empresas de propiedad estatal que deben ser transferidas al sector privado para estimular el ahorro y la inversión nacional y extranjera. Este es otro de los grandes desafíos que impone el proceso. El hecho es que los países en desarrollo no destinan recursos importantes a la investigación científica y al desarrollo tecnológico lo que obliga a importar la tecnología. Pero sucede que ésta viene, a menudo, -y la mayoría de las veces se confunde- con el capital que también se requiere por ser escaso en nuestros países. De esta manera la inversión extranjera aparece como una necesidad para los países en desarrollo y los obliga a tomar importantes decisiones que también dan origen a controversias: ¿Qué empresas privatizar para crear oportunidades de inversión extranjera?, ¿Cómo privatizar?, ¿Qué tratamiento se dará al inversionista foráneo?, etc.

Si se desea atraer al inversionista extranjero deben tenerse presente muchas variables que van desde la estabilidad política e institucional, pasando por la estabilidad de las reglas del juego y de la política macroeconómica en general y tener claro que el inversionista busca aquellas sedes en que los costos de producción son los más bajos o, la otra cara de la medalla, donde la productividad de la mano de obra es la más alta. Y esto depende, entre otros factores, de los niveles de educación general y especializada de las poblaciones nacionales. Así, la política educacional pasa a ser una variable muy importante para el desarrollo económico nacional al facilitar -mirado desde este punto de vista- la inversión nacional y extranjera. La globalización nos sumerge en una competencia internacional en que el mercado es uno sólo, el mundo entero.


Institucionalización del proceso

El destacado profesor de Harvard Raymond Vernon -tal vez el precursor de lo que podríamos llamar la teoría y práctica de la globalización-, recientemente fallecido, escribía en la década de los 60 "...en 1932, el Presidente de los EE.UU. de A. observó que las tarifas (aranceles) norteamericanas eran sólo una cuestión doméstica, un tema inapropiado para las negociaciones internacionales...". (2)

Esa era, evidentemente, otra época. Después vino la guerra y el mundo trató de organizarse para evitar la repetición de conflictos. Nacieron la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario y el Banco Mundial y el GATT (hoy Organización Mundial de Comercio), todos con atribuciones supranacionales y con capacidad de escrutinio sobre las políticas de los países miembros que accedieron a limitar su soberanía aceptando que las materias que interesaban a esas nuevas organizaciones ya no eran más "sólo una cuestión doméstica" y que no sólo no constituían temas "inapropiados para las negociaciones internacionales" sino que, por el contrario, se aceptó expresamente que los países someterían determinadas materias a la aprobación internacional facilitando el acceso de las Organizaciones a toda la información doméstica.

Los países aceptaron "abrir sus libros" para la revisión internacional. De manera que hoy día, ya sea como una cuestión legal o de hecho, los países están sometidos al escrutinio colectivo, proveen información, reciben consultas y consejos y -muchas veces- deben contar con la aprobación de sus políticas por las Instituciones Internacionales de las que son miembros. Ya, cada vez menos, se escuchan protestas de invasión a la soberanía nacional cuando otros opinan sobre materias tan variadas como políticas macro económicas, aranceles, tipos de cambio, tasas de interés, políticas de ingresos, laborales y tributarias.

Es decir, hay una cierta globalización de la política económica como consecuencia de la apertura comercial y de la adopción del mercado como el gran instrumento que determina la asignación de los factores productivos y de la producción de bienes y servicios. La evolución del transporte y las comunicaciones y del comercio mundial junto al reconocimiento de la eficiencia de la economía de mercado (sobre otras opciones que históricamente han fracasado) tiende a uniformar la política económica de los países.

Vernon escribió, en su época, que había emergido el punto de vista estratégico que los negocios y empresas deberían encontrar los mejores mercados, emplear la mejor tecnología, financiarse a través de los mejores canales, sin importar la geografía... Hoy podría agregarse que los principios de política económica tienen, también, validez universal "sin importar la geografía", es decir, se han globalizado.

Al comienzo de la historia las empresas multinacionales se concentraron en algunas pocas industrias pero hoy, como es bien sabido, abarcan prácticamente todas las actividades. Hubo un período en que muchos o varios países legislaron para prohibir el ingreso del capital y la administración foránea a sectores de actividad que se consideraban especialmente sensibles con respecto a la misión de proteger la soberanía nacional como, por ejemplo: las que se relacionan directamente con la defensa y seguridad nacional, los recursos naturales agotables, los medios de comunicación (formadores de opinión pública), la banca (contralora del crédito). Varias de estas limitaciones existieron en el Grupo Andino (con su famosa decisión 24) y Chile, a comienzos del Gobierno Militar, se retiró de la organización cuando tomó la decisión de abrirse al exterior sin esas limitaciones. Esta determinación era una consecuencia lógica del modelo de política económica adoptado.

Ahora bien, la aceptación y adopción de un modelo económico "globalizador" obliga a tomar una serie de medidas de política compatibles y conducentes a ese modelo que, como se ha sugerido anteriormente, no son siempre fáciles de adoptar por las resistencias que crean en los intereses que se verán afectados. Paralelamente es imprescindible ajustar las instituciones para asegurar el funcionamiento eficiente del modelo. Por ejemplo: Un área en que la globalización se ha hecho presente en forma notable es la de las finanzas internacionales. Todos los países están insertos en un sistema financiero mundial, todos son miembros del FMI y del Banco Mundial y han aceptado ciertas limitaciones a sus soberanías, todos reciben algún impacto por las medidas que se toman o no se toman en los países líderes.

Esta situación ha hecho cada vez más clara la necesidad de la supervisión del sistema financiero, especialmente del funcionamiento de la banca y del movimiento de capitales, particularmente de los de corto plazo y "golondrinas". A mayor apertura de la cuenta de capitales, que trae beneficios a los países, mayor la necesidad de asegurar un adecuado funcionamiento del sistema para que los beneficios de la apertura no se transformen en amenazas al sistema financiero mismo y, a través de él, a la economía en su conjunto.

No obstante lo dicho, la supervisión por sí sola no basta para proteger a un país de los vaivenes de los movimientos financieros. Es decir la supervisión y regulación no son panacea para evitar problemas de desequilibrios financieros. En verdad, la primera condición que tiene que cumplir un país para mantenerse estable en el mercado globalizado es la de mantener los equilibrios macroeconómicos lo que exige el uso eficiente de los principales instrumentos de la política económica como: salarios, tipo de cambio, tasas de interés, política monetaria, fiscal y de balanza de pagos.


Asignación de recursos, desarrollo económico y exportaciones

El proceso globalizador en América Latina se percibe como una realidad; sin embargo, mientras algunos países están plenamente conscientes de sus implicaciones y trabajan activamente para aprovechar las oportunidades y minimizar los efectos dañinos a ciertas actividades, otros no parecen haber hecho, todavía, su tarea: no tienen políticas claras conducentes a su inserción eficiente en el escenario global; éstas requieren, básicamente, una macroeconomía bien formulada y manejada y la modernización del Estado para adaptar la maquinaria a las nuevas circunstancias y desafíos, esto es, el arreglo institucional que hemos mencionado más arriba; se requiere, también, una definición de las áreas en las que el país tiene ventajas comparativas para concentrar allí los esfuerzos, de inversión pública y privada.

Un indicador que refleja el avance del proceso en América Latina lo constituye, a modo de ejemplo, la inversión chilena en el exterior que, a fines de 1998 alcanzaba a US$ 23.714,5 millones -para el período 1990-1998-, según información del diario Estrategia del 15/XI/99 usando como fuente el Comité de Inversiones Extranjeras. Es decir, un país en desarrollo, básicamente importador neto de capital, está invirtiendo fuera de sus fronteras. El total mencionado se alcanza "con un universo que, a diciembre de 1998, superaba los 1.100 proyectos en ejecución" en más de 50 países de América, Europa, Asia y Africa siendo los más importantes -que concentran aproximadamente el 80% del total de las inversiones materializadas- Argentina (US$ 9.091 m), Colombia (US$ 4.408 m), Brasil (US$ 2.776 m) y Perú (US$ 2.562 m). Se estima que la inversión chilena es parte de proyectos internacionales por un total de US$ 41.374,7 m.

En el futuro inmediato las aspiraciones de crecimiento económico, dentro del mundo globalizado, obligan a analizar cuidadosamente algunas variables que no tienen la misma prioridad en las economías cerradas. A modo de ejemplo, daremos algunos números para Chile y Paraguay.

Chile tiene, en cifras aproximadas y trabajando con el tipo de cambio actual, un PIB de unos US$ 70 mil millones y exportaciones por un 25% de esa suma. Supongamos que queremos crecer a una tasa del 7% anual para duplicar el PIB en diez años llegando a US$ 140 mil millones. Si exportáramos la misma proporción durante toda la década llegaríamos a un total exportable de US$ 35 mil millones. Las interrogantes que surgen son ¿Cómo pasaremos de una exportación de 17.000 millones a una de 35.000 millones?, ¿Qué productos -bienes y servicios- cubrirán esa diferencia?, ¿Más de los mismo, a saber: recursos naturales, minerales, etc.?, ¿Tendremos nuevas exportaciones con mayor valor agregado?, ¿Competiremos en el mercado mundial con productos que requieren alta tecnología?, y si este último fuera el caso ¿Qué estamos haciendo hoy al respecto?, ¿Cuál es la política nacional que implementaremos para atraer las empresas líderes del mundo para que produzcan en Chile?. Ahora bien, si Chile quisiera aumentar sus exportaciones en términos del PIB, es decir, superar el 25% actual las interrogantes anteriores adquieren, todavía, más fuerza.

Es evidente que si Chile proyecta crecer el 7% anual -inserto en la globalización- la economía mundial también estará creciendo y aumentará la demanda por nuestros productos ¿Cuánto? ¿Para superar la barrera del 25%?

Además, obviamente, el crecimiento de la economía estará sustentado -principalmente- por el aumento de la demanda interna cuya estructura variará de acuerdo a los cambios que se registren en la distribución del ingreso nacional. Pero debe estudiarse bien hasta qué punto el aumento del Producto y de la demanda requiere de una "segunda fase exportadora" en el modelo globalizador chileno.

Paraguay tiene un PIB de unos US$ 10.000 millones (en guaraníes de 1998), con un ingreso per cápita de dos mil dólares anuales. Sus exportaciones suman, también como en el caso chileno, del orden del 25% (US$ 2.600 millones) distribuidos en soja 46%; madera 7%; carne 4%; cuero/pieles 3.8%; algodón menos del 40%. La inversión directamente es baja, unos 250 millones y su producción de electricidad equivale a unos US$ 800 millones.

Si Paraguay -igual que Chile- creciera al 7% anual, para duplicar su Producto en diez años (lo que no es una imposibilidad si el país adoptara las políticas correctas para el logro de ese objetivo), tendría en el año 2010 un PIB, de veinte mil millones de dólares equivalentes y si mantuviera su relación Exportación/Producto tendría qué exportar cinco mil millones de dólares, ¿Podrá hacerlo?. Debe recordarse que el país ha tenido una tasa de crecimiento promedio del 3% en la década de los 90, de manera que el salto a una tasa del doble requiere un cambio estructural de política económica de grandes proporciones. ¿Cuáles serían los sectores que proveerán los recursos externos que el país necesita?. Tal vez el país debería explorar nuevas avenidas; por ejemplo: explotar sus inmensas posibilidades turísticas, pero eso obligaría a fuertes inversiones públicas y privadas, nacionales y extranjeras, esto es, la formulación e implementación de una seria política, al respecto. Paraguay tiene amplias posibilidades en el campo de las privatizaciones de empresas públicas y requiere, también, de un gran esfuerzo educacional en beneficio de su propia gente y para atraer, de paso, a la inversión privada extranjera.


Resumen

De lo que se ha dicho en este artículo rescatamos, a modo de resumen, una lista corta de materias que deben preocupar a países, y gobiernos en vista de su más eficiente participación en el proceso globalizador.


  • Definición política clara que se desea participar en el proceso en la forma más eficiente posible (porque el fenómeno es, además, inevitable).

  • Reconocer que no se trata sólo de un fenómeno económico sino que, en verdad, abarca todas las áreas del quehacer nacional.

  • En reconocimiento de lo anterior, apoyar actividades que refuercen la "identidad nacional".

  • Analizar, en profundidad, el nuevo concepto de soberanía que requiere el Estado moderno.

  • Replantear las proyecciones del desarrollo económico, social, político y cultural tomando expresamente en cuenta la influencia del proceso y de las políticas globalizadoras.

  • Definir el rol del Estado y su modernización. Fortalecer el desarrollo institucional y de sistemas regulatorios para hacerlos compatibles y eficientes frente a las políticas globalizadoras.

  • Definir claras políticas macroeconómicas, que son la mejor fuente de estabilidad, y junto a ellas legislaciones eficientes sobre movimientos de capitales, inversión extranjera, privatizaciones, políticas de reconversión de ciertas actividades (agrarias, mineras, otras).

  • Dentro de la modernización del Estado y para facilitar y/o fortalecer la inserción en el proceso globalizador redefinir el rol del Ministerio de Relaciones Exteriores y, en general, las relaciones del país con el resto del mundo en todos sus aspectos.

  • Redefinir o revisar el proceso educacional para preparar adecuadamente a las generaciones que actuarán en el mundo globalizado.



(1) (Que entendemos por globalización) .

(2) Raymond Vernon: The economic and political consequences of multinational enterprise: an anthology, 1972 (reprinted from Foreign Affairs, October 1968).




Luis Escobar Cerda,


Decano de la Facultad de Administración y
Negocios de la Universidad Iberoamericana,
Diciembre de 1999.



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